Queridos repasantes de disparatosas grafías, hoy requiero de su opinión reflexiva...
El fin de semana pasado, tratando de enemistar con el ocio, decidí llevarme a la exposición "Moana: Culturas de las Islas del Pacífico", llevada a cabo en el Museo Nacional de Antropología (sí, sí, ese que tiene una escultura extraña, frente al zoológico de Chapultepec).
Es una exposición básicamente centrada en artículos y cosas sobre las culturas de Oceanía. En realidad, a mi opinión, es una exposición donde, siendo tantas culturas, les faltó explicar muchas cosas. En otras palabras, sólo vas a ver las cosas que ahí se exponen y a aprender realmente nada.
Es impresionante ver, empero, todo el ocio que poseían estas culturas, pues dedicaban básicamente todo su tiempo en pesca, comercio y tejido de artículos; todo este ocio los condujo a ser perfeccionistas en todo lo que hacían, y es esto lo interesante de esta muestra.
Ahora bien (y este es el punto al que quería llegar), entre aquellas muestras, había una corta película que hablaba sobre una leyenda de alguna cultura polinesia (creo yo), y se trataba de lo siguiente:
Érase alguna vez, un comerciante muy respetado llamado Mol Malamala, quien era famoso por ser mercader de todo tipo de productos. Un día, Mol Malamala fue a una aldea vecina, donde compró a su mujer por cierto precio. Ellos se casaron y Mol Malamala se dedicó a planchar, barrer, cocinar, etc.; todo ello para que su mujer pudiese disfrutar de su Luna de Miel.
Terminada la Luna de Miel, nuestro protagonista le pidió a su mujer que le ayudara con el aseo de la casa mientras él se dedicaba al comercio, pero ella se negó rotundamente.
Mol Malamala se fue a llorar a la orilla del océano y, mientras hacía esto, se adentraba más y más en las aguas del Pacífico.
Cuando su mujer lo vió, corrió a él y le dijo que ella haría lo que él le pidiera, pero sólo si él regresaba a casa. Él, con lágrimas en los ojos, le dijo que desde donde él estaba parado podía ver que la casa se estaba quemando, a lo que su mujer respondió corriendo rápidamente al hogar para apagar el fuego.
Cuando ella volvió a donde estaba Mol Malamala, luego de ver que la casa estaba intacta, vió que su esposo yacía ahogado en las olas del mar.
FIN.
Podemos entender muchas cosas de esta historia, pero, la pregunta que les hago, querido lectores, es: ¿Cuál demonios es la moraleja de este cuento? Es, acaso, ¿que no debemos comprar a nuestras esposas; que ellas no nos deben creer cuando les decimos que algo se quema; o simplemente que no debemos ahogarnos por una mujer?
Con esto me despido, dejándoles con esta gran y profundísima reflexión... Que tengan un excelente fin de semana... (Sé que yo lo tendré, pues mañana voy al concierto de Paul "El Beatle" McCartney. ;)
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