La Conchita


Otro cuento más de mi libro "Cuentos Amexicanados"...


"La Conchita"

He aquí que Rolando, cuando alcanzaba la edad de diecisiete años, era joven entre unos (y, por supuesto, mayor que otros) en el pueblo: La Realeza. No ancho de espaldas era aquél, ni bravo, ni mucho menos atrevido, pues hasta al perro más enflaquecido de todos él le corría, como si creyera que la bestia le destronaría los huesos con meros ladridos. No, no era así el joven de diecisiete períodos, sino flacucho y huesudo, y con la piel de tal tono, que casi al carbón llegaba su color. ¡Ay! desnutrido se veía Rolando, joven de diecisiete primaveras, tanto, que asemejaba su débil cuerpecito al ‘huachal’. Bien sus ojos, por fortuna o desgracia, eran verdes, pero no como la esmeralda, mas como charco de agua puerca, o bien como el epazote descolorido por el hervidero que se forma al hacer el caldo.

Sí, tlancuino era también aquél, el de diecisiete episodios; pero todo aquello era bastante normal en La Realeza.

Su pelo parecía querer tocar la tierra (por ser débil y caído) a falta de peine, mas no por ser largo... digamos, como si fuesen esos pelos del maíz que le nacen por la punta. Todos allá también eran tlaconetes, pues ninguno era alto (o bien todos lo eran por tener la misma altura).

Un día, pues, el joven Rolando, de diecisiete añadas, salía del tenducho, donde su padre, Octavio, de cuarenta años, que más parecía de treinta (pues raramente les salían canas a aquella edad a los habitantes del pueblo), era conocido entre aquellos por amasar el maíz y cambiar esto por chuchería, pues en esas tierras el dinero servía de poco: todo era cuestión de trueque.

Rolando salió contento esa mañana, que más madrugada era (pues así despertaban todos en el pueblo), y suspiró:

–¡Ah, pero, ‘quí’ bonita mañana!

Luego, se ‘enhuarachó’ y se puso su sombrero de mimbre, que parecía estar mordisqueado por los tlacuaches de tanto que le arrancaba pedazos para llevárselos a la boca, ‘nomás’ por puro ocio. Se colgó un morral, donde cargaba pedazos de pan duro, pinole para endulzarse la boca y agua para pasar aquello.

Íbanse madrugando los del pueblo y comenzó a sentirse como que La Realeza resucitaba después de estar muerta durante la noche, bajo el cuidado de la redonda y blanca, madre de las que centellean en el cielo.

Rolando se encaminaba a la hacienda de Don Talo, a la que cariñosamente le llamaban los del pueblo: “La Conchita”, pues así le decían a la esposa difunta del hacendado. Se rumoreaba en La Realeza (sí, así se llama el pueblo) que aquélla había sido matada por Don Talo una noche cuando todos dormían, pues los vecinos decíanse entre ellos:

–Que ‘ti’ digo que en escuchando un grito en La Conchita ‘mi’ desperté, ‘pos’ pensé que ya ‘mi’ había yo ‘petateado’ y me había espantado el chamuco con su voz bien fea. Y dije: “Ay Diosito, ya ‘mi’ fregué”, dije, pero ‘in’ luego ‘mi’ vi que estaba yo enterito y que no ‘mi’ había chupado el diablo las patas. ‘Pos’ ahí ‘mi’ pegué yo en la frente, por burro, ‘ti’ digo. Y ya después ‘qui’ volví a echar la pestaña, ‘qui’ vuelvo, otra vez, a escuchar el gritote ese. Y ‘mi’ persigné como cuatro veces, ‘ti’ digo, ‘pos’ bien espantado ya estaba yo. Pero ‘in’ luego ‘mi’ acordé que la vacota esa, la Concha, la esposa de Don Talo, estaba bien panzona por el chamaco ese que le venía. Yo pensé, ‘ti’ digo, que ya el escuincle ese le estaba dando los dolores a la vaca esa porque ya quería salir de su panzota. Y entonces me eché el sarape, ese que tenía echado en la patas, y ‘mi’ volví a dormir, ‘pos’ tenía yo que madrugar ‘pa’ jalar los bueyes por la tierra, ‘pa’ que el maíz creciera bien bonito y recio.

Y así decían los del pueblo La Realeza de Conchita, pues Don Talo se escapaba siempre que podía para engatusar a alguna jovencita, de trece o quince años, que le hacía los favores por una moneda. Se decía que la única que no sabía de aquello era su esposa y que, en una de esas, se lo había encontrado haciendo de las suyas; y que por eso Don Talo la mató, en medio de la noche, cuando se escucharon gritos mientras todos dormían...

Así, pues, iba Rolando hacia La Conchita, ya que Don Talo, por cuidar las reses y pasearlas, le pagaba con arroz, frijol y granos de maíz; pues en La Real… en el pueblo, todos debían ganarse el alimento.

Así como salía el sol, los del pueblo salían de sus jacales a calentar el comal, o se iban al campo para labrar la tierra o cuidar los rebaños y el ganado. Ya se olía el tlascal quemado para hacer los tlacoyos y el aroma de la mañana que se fundía con la del tlapa. Ya unos cortaban el tlazole, ya otros ponían a fermentar el tlachique mientras unas molían el jitomate y el serrano para hacer el tlemole y guisar el chileajo. Los del palenque, que comenzaba aquella noche por ser fiesta de un santo, preparaban a sus chuchones blancos y colorados para la pelea.


Había de cuidarse bien en aquellas fiestas, pues siempre terminaban con uno o tres muertitos por los vinosos estragos del pulque y el mezcal. Sí, después de apalabrarse insultos, sacaban sus machetes y hoces para ver quien aguantaba más tajadas… y pues, finalmente, nadie las aguantaba…

Y así se fue Rolando, de diecisiete traslaciones, a la Conchita, para ver que pastaran las reses. Y ahí, entrando al corral, vio a Don Talo tendido entre las vacas. El joven tomó una vara para no tocarlo con las manos, pues temía a que éste le surtiera patadas por haberlo despertado.

–¡Apa! –se dijo al ver que éste ni movía las piernas –Pero si éste ya está más ‘pa’ allá que ‘pa’ acá. A éste ya ‘si’ lo llevo el chamuco. Bueno, ‘qui’ bien merecido se lo tiene por surtirse a la Doña Concha.

Y Rolando, de diecisiete otoños, tiró la vara y buscó entre la hacienda el frijol, el arroz y el maíz. Se cargó lo que pudo y regresó a la tenducha, donde estaba Octavio, su padre, de cuarenta años, que más parecía de treinta…

–Ya le traje la comida ‘apá’. Mi vine temprano porque Don Talo hoy estaba de humor bueno… Sepa San Felipe por qué…

FIN

El Error de la Naturaleza


En muchas ocasiones, probablemente, hemos escuchado decir que el hombre es un error de la Naturaleza… Pero, exactamente, ¿por qué?

Analicemos…

Para poder entender esto debemos, primeramente, distinguir entre la Naturaleza y la naturaleza del hombre: la primera como fuerza extrahumana, omnipresente, madre de todo cuanto nos rodea tanto en la Tierra como fuera de ésta y todavía ininteligible para el hombre; y, por otro lado, la naturaleza del hombre como esencia inherente a la especie humana.

El objetivo de la Naturaleza es meramente el equilibrio universal de las cosas: si muere una especie, debe nacer otra, o bien, alguna ya existente debe tomar el papel de la estirpe extinta. La Naturaleza no conoce de justicia, ni de karma, ni de honor, ni de heroísmo, ni de cualquier otro concepto inventado por el hombre para vivir en armonía social: a la Naturaleza no le importa si el humano existe o no.

Ahora bien, la naturaleza del hombre se basa en la curiosidad sobre las cosas que le rodean. El humano siempre ha tenido esa capacidad de asombro hacia las cosas: todo le parece interesante ante sus ojos, o por lo menos así sucede antes de que el hombre dé por hecho los sucesos que le circundan; es decir, admiramos todo ello que no conocemos, pero una vez que ya nos acostumbramos a los eventos que se repiten ante nuestros sentidos, entonces perdemos esa capacidad de asombro y volvemos nuestro interés hacia cosas nuevas: Y esto se comprueba con la mismísima historia del hombre: por ello tenemos tecnología constantemente en evolución: una vez que comprendimos la gravedad, pudimos descifrar el principio de Bernoulli y aprendimos a volar; una vez que supimos volar, decidimos alcanzar la Luna… y ahora Marte… y luego… en fin…


Siempre me ha asaltado una duda… El hombre, ¿sobresalió de las demás especies por ser más inteligente, o fue esa curiosidad la que mantiene al hombre en constante aprendizaje y, así, se vuelve más inteligente por cierto modo de evolución? Es decir, el hombre, ¿nació inteligente o se hizo inteligente a través de los años? ¿Qué no es más inteligente el hombre hoy, con todo el conocimiento actual, que el hombre de siglos o milenios atrás? ¿Qué no ahora podemos construir edificaciones más asombrosas que las pirámides de Gizeh (o Guiza, como gusten llamarle) o que el Coloso de Rodas? ¿Qué no el internet hoy es miles de veces más rica en información que la antigua biblioteca de Alejandría?

Pero la curiosidad del hombre alcanza niveles aún más altos… ¿Qué se sentirá saberlo todo? ¿Dónde está la verdad absoluta? ¿Qué sería si yo lo tuviera todo? ¿Por qué no ser ambiciosos? ¿Por qué no usar el dinero para imponer mi poder sobre los demás? ¿Qué se sentirá ser Dios…?

Y entonces es cuando el hombre decide superar a la Naturaleza misma, a su creadora, a su madre… tal como una tragedia griega. Pero el hombre no ha comprendido aún que desafiar a la Naturaleza es lo mismo que una hormiga diminuta tratando de derribar a un gigante. La inteligencia del hombre es aún muy primitiva, pues no ha comprendido que no debe tratar de superar a la Naturaleza, sino que debe superarse a sí mismo… Aún faltan muchos milenios para que el hombre entienda que no somos dueños del Universo…


Resumiendo un poco, la curiosidad, la propia naturaleza del hombre, le dicta al hombre ir en contra de la Naturaleza; por lo tanto, el hombre es un error de la Naturaleza.


Es curioso cómo el mismo hombre acepta que puede existir una especie superior sin siquiera haberla encontrado… ¿A qué se debe esto? ¿Por qué queremos creer que hay algo más inteligente allá afuera?
Porque, de algún modo, el hombre continúa asombrándose con los secretos de la Naturaleza. Por lo tanto, al creer que hay algo más evolucionado que él mismo, irónicamente, el hombre acepta que debe superarse a sí mismo… Pero la aceptación no es sinónimo de comprensión…

Sí, somos un error de la Naturaleza, nuestra curiosidad nos convierte en un logaritmo equívoco, pero no tenemos la culpa de ello. Lo único que nos queda (repito, y no me cansaré de hacerlo) es superarnos a nosotros mismos… después de todo, tenemos la inteligencia vasta y suficiente para hacerlo…

El hombre es aún un niño intentando entender lo que le rodea… cuando se vuelve intolerante, cuando se autodestruye, cuando deja de ayudar a los de su propia especie… guerras, fraudes, extorsión, violencia… ¿Qué otra especie se comporta así?


Querido lector, permíteme finalizar este breve ensayo con una pregunta para ti: ¿Qué tan infantil es tu mente?



Quiero...


Quiero… Quiero ser algo más que solamente un pedazo de carne en este mundo… Quiero ser alguien más, alguien… como yo… Quiero saberme, conocerme… Deseo ser esa persona que, deslindada ya de todo, sepa ser como realmente es… Quisiera perder ese temor al mundo y ser reconocido por ello para, así, mostrar un mundo nuevo que desconozca ese temor… Pido, suplico ser un hombre constantemente nuevo, inesperado, infranqueable, inalcanzable, inentendible, admirado y amado, mas también quiero amar, admirar y asombrarme a cada minuto.

Añoro luchar por mis sueños sin el horror que provoca la idea de ser abatido por el fracaso… Ruego por una voz motivadora a la cual pudiera yo creerle ciegamente para que me ayude a escaparme de mis dudas existenciales. Sueño con alguien que me llene de ego cada día por creer en los objetivos en mi arte.

Quiero… ¡quiero ser libre! Quiero poder caminar con la frente en alto en cualquier lugar donde mis pasos se les antoje pasearse; quiero sentir ese miedo de tener que hacer las cosas extremadamente cautelosas porque el mundo y su gente dependen de mí. Pienso en ser un líder confiable y demostrar que ese liderazgo no es cosa vana.

Ambiciono el día en que, estando viejo, pueda sonreír satisfecho de mis actos pasados; quiero ser la luna, las estrellas, el sol y el planeta donde vivo; deseo sentir siempre una emoción nueva, original, única y no sentirme mal por ello; quiero ser un libertinaje saludable, un hedonismo con sentido, un placer justificado; grito por el día en que el hombre entienda lo que yo puedo entender y la noche en que entienda el porqué es imposible comprender a los demás; evoco saborear la muerte sin perder la vida…

Quiero serlo todo sin olvidar lo que es la nada, tenerlo todo sin deslindarme de mi humanidad; quiero ser un exceso en vida pero aprender a jugar el rol de un hombre de familia; quiero no necesitar nunca nada más que el amor de mi pareja y la admiración de mis hijos próximos; pido ser un sabio que aprendió a olvidarse de todo lo inculcado…

¡Quiero ser yo! Quiero ser y que el mundo me deje ser; codicio vivir una vida única, envidiable e irrepetible; muero por volverme un recuerdo para el mundo y que trascienda por milenios; anhelo una vida tranquila pero ligeramente agitada por obstáculos siempre superables; apetezco saber que hago el bien porque la gente me sigue; se me antoja tener un camino pintado en mi vida, mas siempre buscar sendas desconocidas y, no obstante, poder volver a mi camino cuando yo lo quiera.

Tiento el momento en que pueda conocer mi propia voluntad y no tener por qué luchar contra mi propia razón; quiero poder seguir mis instintos sin duda alguna; quiero llegar al punto de cognición en el que entienda, sin lugar a una sola cuestión, que todo se resume en la importancia de saber amar y ser amado sin mesura, siempre confiable y satisfecho, pues una vida sin amor es un vivir sin razón…

Quiero… Sí, quiero… Quiero mucho, quiero todo… Pero, en realidad, sólo quiero ser yo… yo, sin esencias tóxicas ni lógicas contaminantes… mas, para ello, debo primero entender quién soy yo…

Querido lector, quisiera saber si un día podré descifrar ese complejo de saberme para volverme la sencillez de una vida simple que no teme al mundo ni a la gente…


Tú Eres Más...


Querido lector, quisiera que pudieras ver esa capacidad humana que no podemos entender y que, no obstante, de alguna manera podemos saber que existe en cada uno de nosotros… Tú no eres solamente lo que crees que eres… No eres ese pedazo de carne estéticamente cuasi-perfecto que se mira en el espejo por las mañanas ni esa persona que los demás creen que eres pero que tú sabes perfectamente que se trata de algo mucho más íntimo y secreto, algo personalísimo…

No, no eres simplemente esa asombrosa combinación de bioelementos de carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, ni la mezcla sutilmente ordenada de aminoácidos, proteínas y vitaminas; no eres sólo esa batalla eterna entre razón e instinto, ni las emociones acopladas en infinitas combinaciones, ni los sistemas complicadísimos que se generan en tu organismo sin que tú puedas percatarte de ello; eres más que cientos de huesos y músculos y un complejo mapa de genes que forman facciones únicas para que tú seas original e irrepetible.

Tú, eres más que esos centenares de pasos diarios sobre la calle, más que esa elucubración de atavíos que vistes ahora, más que esos infinitos reojos hacia la ciudad, más que esas miles de personas que ves y que jamás conocerás, más que ese despertar para luego dormitar, más que esa rutina en la que te has envuelto, más que esos seres que te aman alrededor tuyo y que, por alguna razón, a veces guardas tu distancia hacia ellos, más que esos admiradores de toda la vida a los que jamás muestras interés, más que esa persona que admiras y que se ha convertido en un capricho inalcanzable para ti, más que una simple razón para vivir contra miles que te acechan para dejar de luchar, más que ese estrés que te come lentamente y que crees que algún día podrás combatirle sin abandonar la ciudad; eres más que esas monedas que das al limosnero para subirte el ego, más que esas horas gastadas frente al televisor, más que ese libro que nunca has podido terminar de leer, más que una pequeña parte de una especie enorme que ha logrado invenciones y descubrimientos inimaginables, más que una víctima de la corrupción que ha carcomido al sistema y su gente como epidemia viral, más que ese orgullo de ser parte de un país cuando sucede una victoria de un partido de la Selección Mexicana de Fútbol…

Eres mucho más que esa costumbre que ha educado al hombre durante millones de años y que le impide hacerse preguntas sobre esos hábitos para conocerse profusamente a sí mismo, más que esas infinitamente absurdas leyes sociales, religiosas, morales y legales que circundan tu modo de vivir y te alejan de esa esencia propia, más que un humano que quiere gritarle al mundo que está hastiado de tanta crueldad y egoísmo pero que, inevitablemente, se ve callado por el tiempo, ese tiempo que poco a poco te convence de que la única salida es abandonar tus sueños de cambiar al mundo y adaptarte a ese círculo de personas que se engalanan con ropas de indiferencia pero que, por dentro, saben perfectamente que el mundo urge un cambio radical.

Eres más que esa persona que le cierra el camino al conductor de al lado, más que esa persona que tira su basura sobre la calle, más que el individuo que deja que se desperdicie el agua, más que esa bestia sedienta de poder y que busca los caminos que le llevan a ganar dinero fácil y rápido, más que ese conductor irresponsable que atenta contra vidas y mundos personales ajenos y extraños, más que aquél que sólo puede ver las consecuencias inmediatas de sus actos y que no puede augurar un futuro próximo; eres inmensamente más que una tala de árboles, más que el maltrato a los animales, más que el déspota que explota a sus empleados, más que el hombre que humilla a la mujer, más que la mujer que se aprovecha de sus encantos para esclavizar al hombre, más que el cobarde que se aprovecha de la vulnerabilidad de otro, más que el ventajoso que maquina planes cuando las circunstancias le favorecen, más que esa tendencia autodestructiva contra el hogar donde vivimos: nuestro planeta, nuestro mundo, nuestra única e irreparable casa…

Sí, definitivamente eres mucho más que esa indiferencia rebelde que, lejos de obsequiar un cambio favorable, arruina el pensamiento de sus descendientes… Tus padres trataron de dejarte un mejor mundo; tú hazlo realidad para tus hijos...


Más que todo esto, antes que todo esto, querido lector, eres una chispa en potencia de convertirse en hoguera, eres esa esperanza de cambiar al mundo, eres un héroe esperando a estallar en furia, eres, sin más, un verdadero humano…

Querido lector, por más que este mundo te derrumbe, te maltrate, te abata, aniquile tus esperanzas de lograr un sueño en el que siempre te viste envuelto al crecer, a pesar de todo ello, no dejes, jamás, que ese mundo deje morir al humano en ti, pues es precisamente esa humanidad la que no dejará morir al mundo…


(Dedicado a Luisa, Aranza, Mini-Hon y próximos sobrinos e hijos, la próxima generación que conocerá un mundo mejor)

La Parábola del Hombre Rosa


Cualquier moraleja que esta pequeña historia les pueda dejar, espero que sea una que logre calmarles el ego y volverlos más humanos...


"La Parábola del Hombre Rosa"


(Preámbulo)

Llega un alienígena al mundo. Todos están ansiosos y con deseos de conocer a aquel hombre de color rosa pálido que ha aterrizado sobre el planeta. Se organiza una gran conferencia de prensa, donde todos los medios de comunicación de todo el orbe se encuentran presentes. Se ha conseguido crear un dispositivo traductor para que las palabras de aquel personaje puedan ser entendidas por todos.


Capítulo Único

–Quiero contarles un poco acerca de donde yo vengo –comienza el hombrecillo extraño–… Por lo que he visto, y comparándolo con lo que he mirado a mi alrededor, puedo comentarles que es un lugar no muy diferente a este: también hay árboles, animales, un sol, una luna, ríos, montañas, risas, llantos, deseo, pasión… Pero, no obstante, existe algo diferente, algo tan pequeño que puede ser imperceptible, pero es algo tan profundo que hace toda la diferencia entre mi mundo y el suyo… Donde yo vengo habemos muy pocos, pues no necesitamos ser muchos… De donde soy, la gente es distinta, pero no tanto físicamente, sino intelectualmente… Mi gente aprendió a deshacerse de las cadenas de todas aquellas reglas sociales que le impedían verse a sí mismos como personas; logramos desbaratarnos de nuestro propio ego, un ego tan deseoso de un poder que jamás podía ser satisfecho, y hallamos la forma de crecer en una economía basada en el altruismo; comprendimos que se avanza más alto y más rápido cuando ayudamos a los demás a superarse a sí mismos, superándonos así a nosotros mismos: cuando mejoras lo que hay alrededor de ti, te mejoras a ti mismo; entendimos que el ambiente donde vive alguien es el que forma la personalidad del individuo y, por ello, nos esforzamos al máximo por crear un medio ambiente ideal para los que aún no habían nacido; inventamos una técnica para juzgar lo menos posible a los demás y, cuando tenemos que hacerlo, hacemos todo lo posible por conocer las circunstancias que llevaron a la persona a actuar de ese modo; por ello, en mi mundo no existen cárceles, sino centros que se ocupan de entender al criminal para, así, lograr que aquél entienda lo grande que es armonizar con los mundos de las mentes ajenas; y sí, esto nos costó enormes cantidades de dinero y miles y miles de años, pero decidimos realizarlo porque, al final, sabíamos que era lo mejor que podíamos hacer para vivir en una sociedad tranquila y contenta… y lo logramos, hicimos posible una sociedad basada en la caridad, y poco a poco comprendimos que ayudar al otro es lograr que aquél ayude a otro, y aquel otro terminará ayudándote a ti.

Una vez cumplido este sistema, pudimos ver desde otro ángulo que las guerras entre naciones eran cosa de niños… entendimos que esa sociedad egoísta e individualista que habíamos formado nos impedía madurar como pensamiento social… y comenzamos a ver cómo muchas cosas que el hombre acostumbraba a inculcar a sus niños a través de toda la historia del hombre, impedían a los niños, al crecer, pensar por ellos mismos y entender la esencia de la vida: la religión que vuelve conformista a la gente, pues no les permite preguntarse el “porqué” de las cosas; las absurdas reglas sociales que inyectan miedo y reprimen tanto a las personas que no les deja ser ellas mismas; los códigos legales ridículamente atestados de leyes tan minuciosamente especificadas que no permitían que una persona sabia pudiera juzgar con ojos de imparcialidad al perpetrador; los valores inventados por el hombre, tales como la justicia, el honor y el heroísmo, que solamente intentaban crear la paz social por medio del temor de la gente a ser “malo”, pero el resultado únicamente violentaba esta armonía, pues la represión extrema de la gente explotaba en actos criminales… Entendimos que nuestra especie sobre-poblaba al mundo y que, era obvio que entre más nacíamos, más debían morir, por lo que dejamos de llamar catástrofes a los eventos naturales tales como tsunamis, sismos, etcétera…

Percibimos que nuestra especie se había envuelto en un tipo de carrera tecnológica que no conducía a ningún lugar, pues lo único que nos importaba en ese entonces era hacer tanto dinero y tecnología como nos era posible, pero sin ninguna meta… Es decir, no teníamos un objetivo en común; cada nación era un territorio individual que avanzaba como pudiera y por donde pudiera; pero esto únicamente ocasionaba un patriotismo que en muchas ocasiones desencadenaba guerras, ora por ideologías, ora por conquistas materiales… Y por ello logramos deshacer las fronteras que partían a ciertas clases de hombres y nos organizamos para volvernos un mundo único… Y encontramos la meta en común: La paz sobre el mundo. Y fue entonces cuando la humanidad brilló a más: La gente sonreía y encontraba siempre la manera de ayudar a otros, y esto los volvía aún más felices, pues sentían esa emoción de ser útiles, lo que inevitablemente les conducía a un sentimiento de libertad; y, como ya sabemos, la alegría es un accesorio de la libertad, por lo que se logró una retroalimentación constante en esas emociones y el planeta entero comenzó a superarse a sí mismo a un ritmo impresionante… Y, repito, esto sólo pudo ser posible cuando tuvimos una meta en común, y no cualquier meta, si no lograr la paz mundial…
Pero, a pesar de todo esto, no fue suficiente… Hubo muchos, muchos más que nosotros, los más poderosos, que no pudieron despojarse de su egoísmo y continuaron explotando, pisoteando, chantajeando y atemorizando a los demás para hacerse de más dinero y poder, y poco a poco fueron perdiendo su humanidad, y con ello se perdió el mundo…

Entre esas guerras de poder y dinero, terminaron por destruir a la humanidad y al mundo… y sólo unos cuantos, los que más nos habíamos despojado de ese sistema cruel y egoísta, pudimos escapar… y heme aquí ahora con ustedes…

–¿Tu especie se llamaba humanidad?

–Sí, así es…

–Y, a todo esto, ¿cuál es tu nombre?

–Soy conocido como Pablo Letras, mi planeta es la Tierra, y vengo a advertirles sobre los riesgos a los que tiende una especie racional si no logra superar su ego y, por el contrario, hacer brillar su esencia más profunda: En mi caso, la humanidad del hombre…

FIN