¡Oh! Tú, lindo pedazo de carne…

¡Oh! Tú, lindo pedazo de carne…

Eres nada para mí,
absolutamente nada…
Nada necesaria,
nada en importancia,
ni querida ni buscada,
nada prioritaria,
nada de la nada…

Esos juegos que pretendes
para enredarme en esos hilos
que se penden de tus dedos,
no son más que unos cuchillos
de madera sin un filo,
sino más estupideces
que te brindan risotadas
y con eso se me afirma
que eres joven y jovial,
linda y bien fogosa,
pero tonta y risible,
ridícula e influenciable,
tonta reina de actitud,
una simple hermosura
grabada en un retazo
de la carne de los seres…

Bella niña mía,
ríete y  búrlate de mí,
que yo me río bien sonoro
de lo idiota que te vez
intentando aleccionar
al viejo burro sabio,
pues siendo burro sé muy bien
que el cortejo de elegancia
es estrategia para el sexo
y no pretensión de algún amor.

¡Arre, tú!, poco amada mía,
vete pronto ya de aquí
que mi agenda de contactos
se me quema en los bolsillos

y la noche se me apresta…

Abandonada Amada Mía

Abandonada Amada Mía

Te perdí a ti,
pero he aquí
que también perdí
un sinfín de cosas
y cosas sin un fin…

Perdí las etapas más violetas,
las teñidas de turquesa,
de cenar en una mesa;
y ahora hundido en un colchón
me cobijo en somnolencias…

Soy libre en este mundo
pero aprisionado de ese tuyo,
pues pudiendo ir a doquiera
me mojo en lloros y mil quejas
porque recuerdo tu murmullo
en esa almohada que desvela,
en ese aroma vuelto humo,
en esta locura en mi cabeza
que ha perdido ya su rumbo,
pues te ha perdido a ti,
para siempre y sin refugio,

abandonada amada mía…