La Humanidad vs La Individualidad


La humanidad...nombre que orgullosamente damos a la semejanza de otros entre nosotros; entendemos esto como el presunto alcance de comprensión recíproco de los unos a los otros… Queremos creer que la humanidad es el logro colectivo de formar una armonía social, la cual se fundamenta en la mentira ilusoria de suponer que todos somos iguales: nacemos con las “mismas” oportunidades, con los mismos derechos de “libertad” suficiente para superarnos y, así, lograr el “éxito” mediante heroicos esfuerzos…

Mas, ¿es esto cierto…?

¿Es ese “éxito” realmente nuestro debido objetivo en la vida…?

¿Qué es exactamente, entre el ‘stricto sensu’ y el ‘lato sensu’, la significación de la palabra “éxito”?

¿Qué tanto somos y nos hacemos por lo que debemos ser ante los demás, lo que queremos ser ante nosotros y lo que necesitamos ser ante nuestra ineludible imperfección…?

¿Cuánto decidimos en base a lo que se espera de nosotros en cuanto a entes-sociales y no por aquello en que esperamos convertirnos como entes-individuales soñadores?

¿Qué tanto nos alejamos de nuestra pureza humana, de nuestra moral natural, de la ética innata y de nuestra voluntad real al fijarnos unas metas producto de la educación, idiosincrasia cultural y costumbres que nos han sido impuestas desde el momento en que nacemos?

Es decir, ¿creemos en un dios, en un gobierno imparcial e igualitario, en la existencia de los valores de justicia, honor, rectitud y heroísmo; todo ello por simple resignación de nuestra valiosa existencia para lograr la adecuación de nuestro comportamiento entre la moral social… o es que honestamente podemos decir que nos hemos detenido a reflexionar lo suficiente para atrevernos a dudar sobre todo lo establecido como “hecho” inapelable y, así, de este modo, con supuesta sabiduría y reconociéndonos a nosotros mismos como “cosas animadas” carentes de perfección; así (repito) es que finalmente puede descansar nuestra conciencia tras dudar, analizar, juzgar y, entonces, para satisfacer nuestro deseo de respuestas, dictamos sentencia final a favor del Mundo y en contra de nuestra capacidad de duda: todo lo que ya existía antes de que tú nacieras y que, consecuentemente, te inculcaron impositivamente aquellos adultos quienes, creyéndose sabios, inteligentes y expertos (de experiencia), te dieron una formación “perfecta”, pues, según tu juicio de conformidad e indiferencia ante las limitantes que se te exigen entre leyes, mandamientos, reglas, normas, comportamientos de etiqueta, conductas permisibles, acciones prudentes, alabanzas de altruismo heroico, tendencias a la estética de moda, apariencias deseosas, posesiones envidiables, amistades inciertas y confianzas sospechosas; según tus creencias, según tu afirmación de que tu “moral natural (y pura)”, supuestamente desvestida de toda experiencia mundano-social, según todo esto, aseguras que vivimos en una economía, una colectividad, un Estado y mundo perfectos: todo lo que “es” y todo cuanto “está”, según nuestro modo conformista de pensar “inteligentemente” con practicidad y ordenamiento, todo cuanto existe es bueno, correcto, verdadero e insuperable…?

En pocas palabras: preferimos pensar que todo lo ya establecido existe porque así es como debe ser, antes que atrevernos a dudar sobre el por qué existe ello de tal modo… Es decir, se nos antoja más conveniente adaptarnos a los hechos antes que reflexionar sobre la posible transformación de un mundo conocido…

La humanidad: sociedad inteligente… ¡Bah!

La inteligencia no es sino la estupidez misma… la cual tiende a ser mayor en cuanto a mayor colectividad de individuos...

Ese “intelecto” del que tanto presumimos, esa razón que busca obsesivamente el orden perfecto y la respuesta final a todo, no hace más que fracasar en el intento… Mientras más busca nuestra inteligencia colocarse en el trono de la perfección inapelable, más se hunde en las aguas de la imperfección y en las arenas finas de la estupidez…

La estupidez del hombre se comprueba con la misma presunción de inteligencia: La razón humana es ajena a la comprensión lógica de concebir, entender y aceptar que, siendo él mismo imperfecto, es, entonces, digno exclusivamente de decisiones, organización, sistematizaciones y orden, igualmente imperfectos…

Que nos quede bien claro, en conclusión, que el hombre no es una inteligencia que comete estupideces, sino un estúpido que pretende inteligencia…

Y, aclarando al lector, no estoy en contra del hombre, mas en contra de la negación del hombre como hombre…

Finalmente, ¿qué no es de sabios y qué no nos acerca más a aquella perfección que tanto buscamos el hecho de reconocer nuestra ineludible imperfección... nuestra estupidez...?


(Foto copiada de http://es.dreamstime.com)

El Nacimiento de la Filosofía (Parábola)


Se dio que, en algún momento, en algún lugar, un joven quien, sin conocer a sus padres o a nadie, creció solo en un mundo solitario…

Un buen día, el joven, sentado frente a una fina cortina de agua provocada por alguna cascada en la montaña, preguntó a su hermana gemela:


–¿Alguna vez, Sofía, te has preguntado qué es esa cosa blanca que alumbra cuando todo se oscurece en el cielo? ¿Has notado que a veces brilla completamente, y otras parece como encajada en ese manto oscuro e inalcanzable sobre nuestras cabezas? Incluso, he de confesar que existen ocasiones en que ni siquiera puedo encontrarla…
–Mmm… ¿Sabes algo, Filos?
–Dime, hermana…
–He notado que ese disco brilloso al que te refieres, se mueve por el manto oscuro… A veces aparece por allá, y otras tantas por ese otro lado…
–Mmm… No lo había notado… Pero me parece que muestra su cara, para luego ocultarla lentamente, de un modo cíclico… contable… numerable…
–¿Numerable?
–Así le llamo yo a las veces en que oscurece en un cierto periodo de tiempo…
–Interesante… Y, dime, ¿alguna vez has notado que, cuando todo está iluminado, es porque, en el manto de arriba, se pasea otro disco aún más brillante que el otro…?
–Por supuesto…
–Y, ¿te has fijado que ese nunca oculta su cara… y que siempre se aparece por un lado y, después, camina sobre el cielo para caer del otro lado…?
–Mmm…
–¡Y siempre hace lo mismo…! ¡Nunca cambia su rutina…!
–Sinceramente, yo pienso que nos vigila… Pero, no te preocupes, creo que aquí, donde estamos, no puede vernos, pues no llegan sus rayos de luz…
–Y, ¿te has detenido a pensar cómo se siente diferente el cuerpo y la piel cuando aparece uno o el otro astro?
–¡Sí!
–A eso yo le llamo “calor” y “frío”…
–¡Suena excelente!



Después de un largo rato, Filos se levantó, y su hermana Sofía hizo lo mismo… exactamente lo mismo… al mismo tiempo… frente a él…
Entonces, pensativo por unos momentos, Filos se dio cuenta que, en realidad, Sofía no era más que él mismo reflejado, a modo de espejo, sobre la fina cortina de agua frente a él…

–Mmm… Sofía era yo… Yo era Sofía… Filos… y Sofía… ¡Filos-Sofía…! ¡Sí, así es como llamaré a mi esencia, a mi mente, a mi razón, a mi entendimiento, a mi… a mi… a mi “duda”… a mi capacidad de dudar… a mi… a mi… a mi ¡filosofía…!