Amor y Paz

“Amor y paz”; “Haz el amor, no la guerra”… Algunas famosas frases hippies que se han grabado en la historia… y que lamentablemente las recordamos como parte de un pasado ya abandonado… ¿Por qué? ¿Qué es un hippie? ¿Qué es eso que tanto han temido los gobiernos sobre los hippies? ¿Qué son esas personas que, de cierto modo, causan una empatía atractiva con las personas? ¿Qué es eso que la gente admira en una persona pero que, aún así, guardan su distancia?

La respuesta: La libertad.



¿Por qué la gente ama y, al mismo tiempo, repudia a los hippies? Entre tanta reflexión mía, es algo que aún no puedo comprender… ¿Cómo es que el mundo ha llegado a tal punto donde se evita el convivir con personas que promueven el amor entre la gente y la paz mundial, y, por otro lado, se toman como ejemplo a seguir a personas que pisotean al mundo mismo? ¿En qué momento alejamos a los que aman a la humanidad para cambiarlos por tiranos individualistas? ¿Por qué ese miedo tan infundido hacia la libertad? ¿Cómo es que la gente aclama, por ejemplo, a Ronald Reagan (quién por cierto se pronunciaba como católico ferviente), quien ordenó que finalmente la Guerra Fría debía “calentarse” (es decir, irse en armas contra la ex potencia mundial de la URSS con armas nucleares que hubieran terminado con el mundo de no ser por el brillante Gorbachov), quien insultaba a los hippies; hippies quienes tenían como objetivo abrir los ojos al mundo sobre el declive extremo en la sociedad, recordándoles que el amor de unos con otros llevaría a la paz mundial? ¿Por qué admiramos a los hombres que manipulan las masas con su poder y, en cambio, alejamos a quienes cuidan de la humanidad misma? ¿Qué nos hace merecer ser magnates prepotentes y acabar con los ánimos de un mundo humano? ¿No debería todo ser al revés?

Pero no, los medios, el dinero y el poder ganaron la batalla… El mundo, gracias al empuje extremo de los límites del capitalismo (y no lo digo para sonar rebelde ni comunista), se ha vuelto un lugar infinitamente egoísta, individualista, despreocupado, inhumano…

En el fondo, todo mundo sueña en algún momento con ser libre, aventurero, amar y ser amado, viajar por el mundo, ser activista, pacifista, libre… hippie… Pero nos gana el temor de vernos en la calle, abandonados, sin nada qué comer… Y sí, esto lo pensamos precisamente porque sabemos que en el mundo actual a nadie le importaría vernos morir por inanición bajo la sombra de un puente lejano; pero no es así… Cuando uno empieza a dudar, comienza a comprender; y cuando uno comprende, se entiende a sí mismo; y una vez entendida la esencia propia, concibes los porqués del mundo; y finalmente conoces a la gente. Y es en este punto donde aprendes a inyectar esa filosofía de vida a los demás: Ama, prueba, duda, no juzgues… ¡sé libre!

Y cuando eres libre, la gente te busca, pues sus almas piden a gritos ser también desencadenados, quieren ser felices, des-estresados… quieren respirar…

Hay quienes incluso dicen que los hippies son inútiles… ¿Realmente te hace sentir mejor llamarle inútil a alguien que cree inhumano tener cuentas bancarias de siete cifras a cambio de vivir su vida sentado en una oficina frente a una computadora? ¿Realmente crees que inútil es aquél que lucha por que tus hijos puedan vivir en una sociedad más altruista mientras tú te dedicas a alimentar un sistema que provoca desconfianza entre la gente? ¿Crees que por ir una semana de misiones a ayudar/alimentar a niños de la sierra te vuelve una persona preocupada por el mundo? Intenta cambiar la ideología del mundo y entonces verás la utilidad de aquella lucha…

¿Arriesgarse a ser pobre a cambio de amar, ser amado y buscar la paz mundial…? Querido lector, no sé tú, pero yo ya no lo pienso dos veces…

Carta Contra el Mundo



Querido Mundo,

Estoy enojado… No, no estoy molesto; estoy desilusionado, decepcionado de ti… Y no, no lo digo porque me sienta rebelde o sedicioso; no lo comento como una forma de tratar de verme distinto a los demás, porque no lo soy… Soy sólo un hombre más y, como todo humano, tengo una cualidad que me vuelve único. En mi caso, dicho don es la virtud de la reflexión, y gracias a este regalo que me concedió la vida puedo analizar y decir que ya no me gustan tus caminos… Es decir, sí, me gusta la vida, me encanta conocer a la humanidad y abrazar la idea de que, talvez, muy en el fondo, todos tendemos a cierta hermandad que nos vuelve buenos como especie… Pero, simplemente, me parece que te has vuelto excesivamente cruel…

Cuando era niño lo amaba todo; conforme crecí empecé a detestar esto y a odiar lo otro. Cuando pequeño, adoraba la idea de vivir en una dimensión de fantasía donde todo era posible y donde la magia reinaba sobre todo. Crecí con la idea de cambiar al planeta para transformarlo en un lugar bondadoso, lleno de felicidad caritativa; es decir, soñé con un lugar donde el dar venía en dos partes: La primera en la cosa dada; la segunda en obsequiar una sonrisa al mismo tiempo en que se entregaba dicha cosa.

Creía en un extraño ser que vagaba por el mundo obsequiando regalos a todos los niños en épocas decembrinas y el cual volaba silente por los cielos nocturnos en un trineo arrastrado por renos. Realmente era mágico despertar de un salto y correr a la sala para descubrir todo un tesoro de regalos; y poco importaba si fuera mucho o poco, sino el hecho de sentirse vivo, recordado por alguien, sentirse amado y útil… ¡Un perfecto desconocido me obsequiaba un montón de juguetes! Y yo juraba que mi conducta del año corriente no había sido buena y, aún así, amanecía con los presentes en mi sala… ¡Alguien allá arriba se acordaba de mí y me lo hacía saber! ¡Existía un ser mágico que cuidaba de mi alegría!

Cuando era niño, creía en un ser todopoderoso y omnipresente que hacía justicia sobre la humanidad; era un ser que era todo amor y todo caridad; era bondadoso, excelso y cuidaba del hombre…

Cuando era niño, podía estar horas jugando con el pasto, con una caja de cartón o con lo que fuera… Mi mente se iba a otros mundos fantásticos y, lo mejor de todo, es que ante los demás estaba bien… Nadie podía decirme: “¡Ea, qué haces jugando! Ven a trabajar, sé útil a la sociedad.”
Cuando era niño, creía en la paz, en la justicia, en el honor, en el heroísmo…

Cuando era niño mi vida tenía sentido…

Cuando era niño, tú me tomaste entre tus brazos, me cuidaste, me hiciste reír, me hiciste feliz y, lo más importante, me hiciste sentir libre… Cuando era chico, me amabas y yo te amaba de vuelta…


Cuando era niño, repudiaba la idea de que existieran hombres malos…


Pero tú nunca me dijiste que un día te encargarías de destrozar mi inocencia… Jamás me explicó alguien que una mañana sentiría rencor por haberme despojado de esa inocencia y, consecuentemente, por venganza, destruiría las inocencias que viera a mi paso… No fui advertido de que un día sería aventado a un mundo real y me convertiría en lo que de niño repudiaba: Un hombre malo.


Se me hizo entender un día que aquel ser mágico que viajaba por las noches navideñas, no existía; se me obligó a pensar que la gente cercana a uno muere porque así lo quiere ese ser que todo lo podía; se me explicó que debía trabajar para mantenerme y debía dejar de soñar con mis dimensiones fantásticas; entendí que los conceptos de paz, justicia, honor y heroísmo eran inventados por el hombre para un control social; estudié que las leyes se pueden romper, pero sus consecuencias son enormes y nunca gratas; se me hizo ver que tú, ese mundo que me había acogido al nacer, era, en realidad, un lugar cruel, avaricioso, lujurioso, corrupto, individualista, sin metas en común y lleno de un orgullo inquebrantable.

Si volviera a ser niño con todo esto que hoy sé, tendría una infancia infeliz: Viviría con miedo, amaría con la razón en vez de amar con el corazón, buscaría los placeres más recónditos y autodestructivos y dejaría de asombrarme por cosas tan sencillas como el simple caer de una hoja del árbol o el brillo anaranjado de la Luna sobre el atardecer de una noche de Octubre…

Y ahora que soy mayor, mi vida ya no tiene un sentido; no le veo la lógica en luchar por sobrevivir y gastarse la salud haciendo dinero para después gastar ese dinero tratando de recuperar mi salud (como bien decía Buda). Y volteo, y el de abajo me quiere pisotear, y el de a lado me quiere chantajear, y el de arriba me quiere manipular, y el pudiente deshace descaradamente a su antojo… Sí, estoy muy decepcionado de ti, Mundo… ¡Tú me robaste mi inocencia…! ¡Carajo, sí, estoy muy encabronado contigo!


Y lo que más me duele, es que constantemente quieras aplastar mis sueños… Y te haces de súbditos para ello… Envenenas a la gente, pues, una vez asesinadas sus ilusiones, sus sueños, esos humanos, dejan de serlo para convertirse en meras personas… Se vuelven unos más en tu vientre: “Ya madura… Crece… Resígnate a la sociedad, a la vida, al mundo…” Resignarse a una vida rutinaria; resignarme a ti, Mundo… ¡No! ¡Jamás!


Mundo, tú me diste la vida, tu me protegiste cuando pequeño, pero no eres el dueño de mi alma… Esa es mía y sólo mía… Todavía guardo un poco de ese niño que quiere cambiarte; y mátame en el intento, pero no me resignaré a ti… ¡Nunca!


¿Por qué? Porque, aún habiéndome corrompido, aún habiéndome en tu seno para después abandonarme a la realidad y haberme destruido la inocencia, te quiero, y no deseo verte en ruinas… Tú me acogiste de niño, ahora me toca a mí salvarte de ti mismo… Tal como la mujer ve en un hombre al príncipe de sus sueños, su amor, su todo y, después de empezar a conocerle, comienza a descubrir la malicia y las perversiones en la mente masculina, tal como comienza a decepcionarse la mujer de su amado, todavía guarda esa esperanza de recuperar a ese ser lindo, protector, cariñoso; tal así, yo te guardo esa esperanza…

Mundo mío, estoy encarecidamente enojado y plenamente decepcionado de ti, pero te amo… Te amo tanto que nunca dejaré de intentar que vuelvas a ser mi todo… mi Mundo.

Te extraña,
Pablo Letras

El Silencio de la Noche


(foto tomada de http://ulysshes.wordpress.com )


Estoy cansado… es de noche… muy noche… Mi cuerpo pide dormir, pero mi alma me insta a escribir… Mas, ¿qué escribo? ¿Sobre el velo nocturno o sus rutilantes taciturnas? ¿Sobre el silencio que se afina bajo la dicotómica Luna…? Sí, hoy tengo ánimos de poeta, esa sensación medio extraída de este mundo que me llega en ocasiones como ésta… en el silencio de la noche… Pero, para ello, necesito despertar… Un cigarrillo… Sí, eso es, un poco de tabaco para encender el alma…

Vuelvo, han pasado pocos minutos, tengo la mente colmada de reflexiones filosóficas, existencialistas, teorías sociales, caminos hacia un estilo de vida de paz… Pero no, hoy no quiero ser aquel que divaga sobre espacios utópicos del ser humano… Hoy me siento poeta; quiero imprimir palabras elegantes, fastuosas, extrañas, románticas, sin un sentido cuerdo, surrealistas…

¿Un poema? ¡Bah! No quiero pensar en métricas ni rimas siquiera, estoy muy desgastado para ello… Prosa, prosa libre, pluma volátil que viene y váse y vuélvese aquí y acullá…

Y no necesito de una idea para hacerlo: Sólo debo sentarme y dejar que mi núcleo me harte de ósculos para reflejar aquello en albas páginas… Quiero hincar la cabeza del bolígrafo hasta que la sangre de éste me muestre letras palpitantes, multisonantes pero silentes a su vez; quiero que el negro de la tinta se llene de colores fulgentes…

Y bajo la sombra del Carro Mayor me implotan infinidad de letras… Y digo implotan por que no se dicen, sino se escriben, se sienten; son saetazos al centro de mi soma, me circundan como auroras sin destino… Y me llenan, me satisfacen el deseo de un provecho que no es provechoso a nadie, mas a mí me incinera el ego con una flama somnífera que arquea las comisuras de mis labios hasta el lóbulo de este par de ladeados oyentes…

No hay dolor, ni angustia, ni injurias, ni vilipendio alguno que me arrebate este sentimiento; pero tampoco hay paz, ni libertad, ni mucho menos verdades ocultas… Sólo yo, este ente que con reminiscencias de algún pasado olvidado muestra cierta melancolía venida de algo vacuo…

Y hablo sin decir, pero lo digo para mí. Soy una estrofa sin verso, una redondilla sin métrica, un soneto callado, murmurado talvez…

Hoy soy todo yo, pero ese yo es un nadie; hoy soy el silencio… el silencio de la noche…

La Carrera de la Humanidad


Todos los hombres somos humanos, pero no todo hombre es Humano; una cosa es el ser-humano, y otra, muy distinta, es Ser humano…
Hay mentes que evolucionan a un paso veloz, y hay otras que evolucionan a la misma velocidad que la mente social.
Desafortunadamente (así lo veo yo), y por definición, las segundas son mayoría… una mayoría asombrosamente desproporcional.

Supongamos una carrera de resistencia, donde cada quien comienza a su paso; después de un tiempo, la mayoría toma una velocidad y pasos constantes. Desde luego, hay unos que se quedan atrás y otros que sacan ventaja, aunque son pocos.

No obstante, hay algunos curiosos que, aún teniendo (y sabiendo) el talento de rebasar a los que llevan la delantera, se detienen por momentos: Ora para admirar un árbol, ora para tomar el sol…

Y mientras los demás continúan sobre la pista, aquel raro va descubriendo otros caminos. Al principio ve aquellos senderos como atajos para llegar a un punto más avanzado de la carrera; pero, una vez que se ve delante de ellos, ve que no vale la pena correr solo a la cabeza de la pista.

Y entonces vuelve por un camino que le posiciona nuevamente junto con la mayoría; y luego se une, y comienza a platicar con los demás sobre cómo es el camino más allá de donde están.
Mas, pronto se da cuenta de que no puede hacerles ver lo que no han visto, aunque probablemente logre persuadir a unos cuantos para que le sigan por aquel atajo que les llevará a la delantera.
Una vez que éstos se han dado cuenta de lo que está por delante, logran entender a aquel que los llevó hasta ahí. Y ahora ellos deben volver por otros tantos corredores y convencerlos de adelantar su carrera.

Ahora bien, habrá algunos que, una vez adelantados, no vuelvan jamás y se desentenderán de todos: correrán velozmente sin mirar atrás; pero los demás se darán cuenta, en algún momento, que aquellos que continúan en la pista están, en realidad, corriendo en un eterno círculo; y éstos últimos ya no corremos, sino caminamos por donde no hay pista, mas nunca perdemos de vista a la humanidad.



Sí, querido lector, ésta es la carrera de la humanidad, la pista son la moral y las reglas sociales, y yo soy alguno de esos corredores curiosos… Y mientras los que siguen dentro del juego nos hacen muecas al pasar, nosotros sólo les devolvemos una sonrisa sincera. La mayoría nos desprecia por no seguir las reglas, pero en realidad envidian esa libertad que tenemos… Y nosotros sólo estamos ahí, observando y cuidando a la humanidad, pues todos y cada uno de ustedes son candidatos a ser lo suficientemente curiosos para ver nuestro mundo.

Mmm… hablando de curiosidades, es bastante curioso cómo la mayoría impone/obliga nuestro regreso a la pista, y nosotros, los curiosos-libres, solamente los invitamos a salir de su carril unos momentos…

Querido lector, si ya has aprendido a correr entre carriles marcados por el hombre, te invito a caminar por la Naturaleza de nuestro mundo… Sí, en la pista obtendrás medallas, pero yo te apuesto a que, una vez que tengas dichas preseas, no sabrás qué hacer con ellas…

Muy estimado repasador de mis letras, cuando estés listo, seas tú bienvenido a nuestro mundo libre…


Dedicado a Ricardo J. Arnaud, un gran corredor y sabio caminante.

Ícaro: Buscando El Sentimiento de Libertad



Hay veces en que me siento volando demasiado alto… Como Ícaro tratando de volar hacia el sol…

(Imagen obtenida de http://www.elgalgolucas.com/icaro)


¿Qué fue aquello que le llevó a Ícaro a volar hacia el sol? ¿Qué estaba pensando o qué pasaba por su cabeza en ese momento? ¿Qué circunstancias le llevaron a desear tanto aquello que le llegó a importar nada el que sus alas fueran hechas de cera? ¿Por qué aún sabiendo que moriría si se acercaba al calor y se derretirían sus alas…?

Creo que la respuesta sería: El sentimiento de libertad… Esa situación en la que por unos momentos nos sentimos despojados de todo y podemos ver esa paz tan profunda en nuestra alma… Ese sentimiento tan grato, tan placentero, tan único y tan difícil de alcanzar que algunos lo perseguimos como meta de vida… La libertad… El desnudarnos de todas esas reglas sociales y de esa moral inculcada para convertirnos en nosotros mismos…

El sentimiento de libertad es cuando estamos enamorados de nosotros mismos… Orgullosos de nuestros actos, el saber que en nuestra conciencia somos verdaderos y correctos… Sentirnos naturalmente humanos, útiles y benignos… El sentir cómo nuestra más escondida esencia sale de nuestra alma para verse reflejada en una sonrisa… Una sonrisa sincera, atractiva, envidiable… Y con eso perdemos toda importancia, pues no hay nada superior a ese estado de paz y felicidad… Con la libertad nos volvemos indiferentes al mundo, a la gente, a las cosas, a la vida y a la muerte misma… La libertad es esa emoción que nos lleva a conquistar la muerte… Cuando somos libres, somos dioses de nuestros propios mundos… La libertad es volverse sabio…

Y entre más buscamos esa emoción des-esclavizadora, más nos despojamos de todo lo que hemos aprendido, todo lo que hemos sido, todo lo que seremos; nos desentendemos de las reglas sociales y de las leyes absurdas… Y entre más nos desbaratamos de todas esas cadenas que nos ciñen hacia una vida de rutina, más entendemos nuestra esencia… Comienzas a verte desde dentro, a platicar contigo mismo, a cuestionar lo que te rodea y… caes en una filosofía de vida sencilla, completa, hermosa, divina: Nada importa más que el sentimiento de libertad…

Y mientras uno se hace libre, y mientras los demás se van quedando en un mundo de resignación hacia un mundo de represión, crueldad y de orgullo sin dignidad, la mente propia se va alejando de los parámetros sociales, y comienza a volar… y a volar… y a ascender… y a subir hasta un punto en el que te deshaces de todo el mundo que está allá abajo y te decides irte… Conducirte felizmente a lo que sabes que probablemente será tu tumba pero que sabes, también, que es un viaje que debes hacer y para el cual estás preparado… Un viaje que sabes que sólo unos cuantos escogidos pueden realizar… Irte… Irte hacia un lado que sabes que existe pero que nadie ha llegado… Estás listo para enfrentar a la muerte y escupirle en la cara diciendo: “Tú no me tocas; yo soy un hombre libre… Apártate, pues voy en mi camino hacia el sol…

Sí, querido lector, hay veces en que siento que vuelo demasiado alto… Y me da miedo… Me da consternación, me espanta ese viaje… Todavía le temo a olvidarme del mundo y encarrilarme hacia el sol… Pero talvez un día tendré la sabiduría suficiente para tomar mis alas de cera y llevarme a un cielo lejano…

La Muerte: Sabiduría del Hombre




La muerte… Un concepto que ineludiblemente intriga a cualquiera… ¿Cómo es la muerte…? No, la pregunta que realmente me interesa es, ¿cómo son los últimos segundos de vida? ¿Qué se siente estar en esa transición entre estar dentro de un mundo, el cual es lo único y todo lo que conoces, y pisar otra dimensión donde te espera… nada? ¿Qué es ese último aliento antes de ser olvidado por el tiempo presente?

Quiero creer que es algo parecido a la primera vez que te emborrachas, el primer cigarrillo de tu vida, el primer momento en que manejas en una avenida de alta velocidad, el subir solo a un escenario donde te miran unos ojos que esperan algo grandioso de ti, o aquella vez donde te decidiste a probar marihuana… Es ese algo que tememos por que no le conocemos; ese instante donde te sudan las manos de nervios; ese sentimiento que es inexplicable y que, aunque alguien regresara del mundo de los no-vivos, no podría detallarlo de tal modo en que pudieras conocer la muerte…

Ese último respiro, esos finales instantes en el que te conviertes en otra persona, alguien que no eres tú, un individuo que le suplica al tiempo que se detenga, un hombre que le ruega piedad a todo, pues crees que si alguien con poder pudiera ver en ti esas ganas sinceras de vivir, te perdonaría diciendo: “Te devuelvo la vida, pues ahora sabes la importancia de vivir…”

Ese momento antes del ocaso de nuestra existencia, esos segundos que marcan el inicio del inevitable final, donde sabemos que no hay a quién acudir: ni doctores, ni sacerdotes, ni dioses… nada… nada… nada… Es un viaje al que sabemos que vamos solos a lo desconocido y que nunca pensamos que llegaría… Pero llega… siempre llega…

¿Quiénes somos en ese preciso tiempo donde ya no hay marcha atrás?

La muerte, o el último paso a ella, nos hace despojarnos de todo… todo… todo… Nos desnudamos de la codicia, del poder, del dinero, de la justicia, del amor, de nuestra propia humanidad… Es en esos segundos donde finalmente comprendemos que no hay nada suficientemente importante por lo cual debamos vivir nuestras vidas… El trabajo, el dinero, nuestra pareja, nuestras propiedades, nuestra familia…. Todo se esfuma para dejarnos con nosotros mismos…
“Si hubiera…” Palabras que seguramente pasarán por nuestra mente en esas circunstancias… Pero nada, nadie puede vivir tan plenamente su vida para no añorar otra… Ojalá pudiéramos estar completamente satisfechos con nuestra existencia, ojalá pudiéramos decir que nunca dejamos que el mundo nos robara nuestro preciado tiempo y que siempre supimos y conocimos el secreto íntimo de nuestra alma, ojalá pudiéramos morir con una sonrisa…

Y entonces, en esa situación, en esas circunstancias, nos volvemos finalmente sabios: Podríamos vivir en una cabaña lejana como misántropos si pudiésemos volver de la tumba; estaríamos definitivamente en paz con nosotros mismos y necesitaríamos poco para sentirnos libres y felices…

Pero el hombre olvida, tal como cuando ruegas por algo que necesitas y, una vez concedido ello, te olvidas de la promesa de pago, pues ya satisficiste ese deseo que tanto te carcomía el ansia… Y talvez por ello el tiempo es tan cruel; talvez el tiempo es lo suficientemente sabedor de la esencia humana para no perdonar a siquiera uno de nosotros…

Talvez, en ese período último de nuestra existencia, nos volvemos tan sabios que entendemos al tiempo y, finalmente, nos resignamos… “Bienvenida la muerte… Talvez descansar de los conceptos de “ser” y de “estar”, no sea algo tan malo…”

Si pensamos en que con la muerte nos deshacemos de nuestra esencia humana, de ese pensamiento en el que todo eso que forma a la naturaleza del hombre se esfuma, tal como el deseo, la avaricia, el rencor e incluso el amor, si pensamos en que en ese último soplo de vida dejamos de ser humanos, entonces no debemos temer a la muerte, pues la razón primordial por la cual le tenemos tanto miedo a la muerte, es porque somos humanos, racionales, emocionales y sentimentales…


Querido lector, cuando venga la muerte, piensa que finalmente te has despojado de todo; haz vencido al mundo, al hombre, al sentimiento, a la razón, a tu naturaleza humana y al mismísimo Tiempo… La muerte te ha convertido en el ser más sabio… Sólo quedará esa paz interior en ti que tanto has buscado en la vida y que, finalmente, ha llegado con la muerte… Descansa en paz… en paz… en paz…

Las Letras: Transportación e Intercambio de Mundos




Cada letra que imprimo es más que un símbolo… Cada grafía es más que un signo perdido entre sus hermanas… Más que tinta sobre un lienzo blanco, cada letra debe llevar una conjunción casi perfecta con la otra que le acompaña… Y aunque se nos antoje más importante aquella que se peina con un acento para descollar sobre su grupo, sin las demás, aquella sería un punto en la nada, una insignia sin sentido…
Luego, las letras a las palabras y éstas a las oraciones… siguen los párrafos, páginas, libros… en fin…

Es increíble la capacidad del hombre para inventar jeroglíficos que puedan transportar los pensamientos de las personas hacia otras, así hayan pasado mil años, así estén a miles de millas de distancia… siempre estarán ahí esos escritos para platicar con nosotros… Y más que platicar, hablar… hablar sin escuchar; pues con las hojas no se discute, no hay un duelo de pensamientos; los libros no escuchan, sólo dicen… Y así nos detenemos entre líneas y reflexionamos sobre lo repasado…
Y a este punto es al que quería llegar: La transportación de las letras, de las ideas, de los sentimientos…

Cuando escribo, me voy… ¿a dónde? No lo sé; a otra dimensión, supongo… Me encierro en una nada, donde todo lo que hay es mi intelecto y la emoción que le acompaña; me voy a un lugar donde puedo parir mis ideas; me voy, me vuelvo loco, me antojo inhumano (o extra-humano), me siento único y, luego, regreso, imprimo lo que vivo en albas páginas y las envío… Las envío a un lector que no conozco, que no sé nada de su vida ni nada sobre sus circunstancias… No sé siquiera su nombre y, no obstante, me lee, me entiende, se esfuerza por meterse en mis pensamientos y lo que me llevó a escoger una palabra antes que otra. Por alguna bizarra razón, ese lugar donde convivo con la nada, se conecta con el mundo de otro y otro y otro y otro… y, más fantástico aún, cada quien en su modo siente que el autor (yo, en este caso), le hablo al oído sobre cosas distintas.

Y así un Platón de miles de años atrás, y así un Sun Tzu de miles de kilómetros a la lejanía, me hablan personalmente cuando les leo… Hay cierta esencia en los escritos de cada autor que nos hacen imaginar sobre cierta psicología que nos comparten a nosotros de un modo personalísimo.

Y cada uno cree entender al que escribe estas palabras, cada quien ve desde un ángulo distinto y, de cierto modo, todos tienen razón, mas, por otra parte, nadie me conoce cual soy.

Y heme aquí, sentado, regresando de ese viaje hacia la nada, donde mi razón y mi alma querellan para ver nacer estas palabras, hablándote a ti, querido lector sin nombre. Y, casi a la velocidad de la luz, rompiéndole el vientre al tiempo (pues cada quien leerá esto en su momento), me transporto hacia ti, a tu mundo, a tu mente, a tu alma, a tu corazón… a tu esencia… Y no, no tengo modo de entenderte, pero algunas palabras que leas puedes tomarlas como tuyas si es que te llegan como saetazo al centro de tu corazón o como un aguijoneo a tu razón. No te entiendo, no te conozco, pero, aún así, hay algo que nos conecta a un nivel personal y único… Y es que el entenderse a sí mismo, de algún modo, es entender a los demás…

Las letras… Mis letras… Mis letras para ti… Tus letras… Nuestras letras son el camino por el cual el autor transporta libremente su mundo a la mente del lector…

Una pequeña insignia, un símbolo, una grafía, un jeroglífico…

¿Todavía crees, estimadísimo lector, que una letra es un simple signo sin sentido?

Piérdete En Mis Besos

Y para seguir descansando un poco de tantas reflexiones, les regalo un pequeño poema que escribí en uno de esos momentos de ocio (de esos que casi nunca hay [sarcasmo])...

Sin más...


"Piérdete En Mis Besos"

Bésame,
como lo hace la brisa
sobre la arena del mar;
como la niebla acaricia
a la gélida mañana.
Como en el bosque
las ramas entre sí;
como el poeta
a sus escogidos versos .

Bésame,
sin una sola explicación,
sin limitantes,
sin siquiera una razón
que te haga dudarlo.
Bésame hasta el alma,
hasta el rincón solitario
de mi oscuro corazón.

Bésame,
hazme sentir inhumano,
fuera de este mundo,
sin espacio, sin tiempo…
Juntemos nuestros núcleos,
nuestros deseos;
hagámonos uno.

Bésame,
sin razones sociales,
sin pensamientos;
sólo con la boca de tu alma.
Hazme pensar que no fuimos
solamente unos más;
el Universo es nuestro.

Bésame,
Bésame con las manos,
con los ojos y la boca,
con amor… tu amor.
Piérdete en mis besos,
olvídate de todo;
tú y yo… Lo demás, ¡al carajo!