El Riesgo en las ‘Píldoras’ de Sexo Casual



Del Amor: excavando en el infinito pozo de su concepto.


Tanto hemos escuchado hablar, afirmar y teorizar sobre lo que es realmente el Amor, que se nos aparece ya como un concepto vago, una cosa ambigua; se nos antoja ello como un requisito en nuestras vidas o como un paso más en nuestro futuro.
El Amor es algo que confiamos que nos sucederá a todos y cada uno de nosotros en algún momento de nuestra existencia, y por ello devaluamos su significado y denigramos el esfuerzo, el sacrificio y la superación personal que aquello implica.
Amor es aquello que todos pretenden conocer y saber de qué trata, pero es en realidad un concepto que muy comúnmente se confunde entre la idea del deseo carnal y el estado emocional del enamoramiento en una persona.
Estamos tan seguros de que el Amor tocará un día a nuestra puerta que, para no desesperarnos, decidimos ‘matar el tiempo’ de espera con ‘otras cosas’ que nos entregarán una ilusión ficticia de lo que es el Amor. Es decir, priorizamos la idea de satisfacer nuestros deseos carnales, y para ello decidimos, mediante experimentos de error-acierto, volvernos expertos en tácticas y estrategias de conquista y verdaderos héroes sexuales en la cama… o en el asiento trasero de un auto… o en cualquier escenario posible… Pero, ¿para qué?
Nos engañamos a nosotros mismos con la filosofía de que, entre aquellos encuentros de experimentación carnal, “algún día encontraremos casualmente a la persona indicada”.
En realidad el sexo sin un verdadero cariño mutuo sólo sirve para elevarnos el ego mediante presunciones de “conquista” y, como ya lo comentábamos, también alimenta nuestra curiosidad sobre “qué hacer” en el momento en que se nos presenta una oportunidad carnal-pasional.
Esto no suena tan mal, ¿cierto? ¿Qué puede tener de malo satisfacer nuestras necesidades naturales y transformarnos en inequívocos profesionales de los actos sexuales?
Es fácil engañarnos ante la idea de que debemos estar lo suficientemente preparados para que, cuando se nos “aparezca” esa persona ideal, poder satisfacerle y darle enorme placer… Sin embargo, dicha idea se destruye a sí misma en el sentido de que cada mente es un mundo distinto: cada uno de nosotros tiene distintos puntos de excitación, cada cual posee un conjunto único de los actos sexuales ideales, cada persona es dueño de sus propias capacidades y deficiencias físico-elásticas, cada individuo conoce sus personalísimas perversiones, fetiches y… “parafilias”. En otras palabras, cada persona se satisface de un modo distinto.


De la Parafilia: degeneración psicológica del placer.

Probablemente te preguntes ahora, ¿en qué consisten las “parafilias”?

El sitio web de Wikipedia nos dice textualmente que  “una parafilia es un patrón de comportamiento sexual en el que la fuente predominante de placer no se encuentra en la cópula, sino en alguna otra cosa o actividad que lo acompaña. Suelen, aunque no necesariamente, suceder principalmente porque la persona que las practica ya ha tenido una cantidad muy elevada de placer sexual, que llega un momento en que lo poco no la satisface y quiere más y más de aquella actividad para sentir el orgasmo o excitarse. (Ver adicción)”

Es decir, en esa idea de mejorar y pulir esos caminos que tiendan a convertirnos en perfectas máquinas sexuales, existen también ciertos efectos secundarios… Y es que, a diferencia de cualquier medicamento, en el sexo no existe alguna etiqueta donde aparezca una ADVERTENCIA.
Pero, si pudiésemos de algún modo risible imaginar al sexo como un frasco de píldoras, seguramente aparecería algo similar a lo siguiente:


Del Sexo: amor o 'casualidad'.

Imaginemos la etiqueta al reverso de un medicamenteo que diga lo siguiente...

***

-PILDORAS DE SEXO CASUAL-
Contenido: Cantidad ilimitada de píldoras para una vida humana.
Cada píldora contiene: Oxitocina y endorfinas.
USOS Y BENEFICIOS: Ayuda al tratamiento de las depresiones emocionales, satisface momentáneamente los molestos y constantes pensamientos impuros y eleva instantáneamente el ego y la autoestima. Fortalece la relación amorosa y aumenta la confianza entre la pareja.
También sirve para comprender con mayor eficacia ciertos chistes sexuales/vulgares y para captar los albures de una manera presta.
Su uso constante ayuda a perfeccionar las posiciones del coito y a brindar caricias más gentiles; aumenta la cantidad de besos atinados y disminuye el hecho de propiciar saliva exagerada; desarrolla la capacidad de sortear obstáculos fortuitos (tales como sostén/brasier con broche al frente o truculento, braguetas atascadas, botones en lugares inesperados, cinturones de hebillas ridículas o con mecanismos cuasi-imposibles al entendimiento humano, solucionar problemas de ropa demasiado ajustada o mojada y pegada a la piel, etc.); incrementa la facilidad de palabra y de engaños que puedan conllevar a futuros actos sexuales; neutraliza progresivamente la actitud del sujeto ante el silencio incómodo que sobreviene al acto sexual.
DOSIS: Se recomienda tomar de una a dos píldoras de dos a tres veces por día, dependiendo de qué tanto se encuentre presente el padecimiento de necesidad de cópula en el pensamiento del individuo.
VÍA DE ADMINISTRACIÓN: Coital, oral, anal y/o manual.
ADVERTENCIA: Produce dependencia física y psicológica. No exceder la dosis recomendada. Su uso desmesurado puede generar vicio y disminuir progresivamente los beneficios de excitación normales que conducen al placer pleno, lo cual muy posiblemente producirá necesidad de nuevas y mayores parafilias en el individuo. Las parafilias pueden llegar a degenerar en agresión y violencia.
El consumo excesivo de alcohol en conjunto con este medicamento puede producir impotencia.
IMPORTANTE: Para un resultado saludable debe utilizarse únicamente dentro de los parámetros que constituyen una relación amorosa seria (ya sea existente en la actualidad o no); de otro modo puede provocar adicción a la infidelidad, lo cual en la mayoría de las ocasiones induce a la mentira y el engaño, que a su vez provocará: a) en el individuo.- angustia, nerviosismo, desesperación y arrepentimiento; b) en la relación.- distanciamiento, desconfianza, discusiones, agresión verbal y/o física, desbordamiento de lágrimas e incluso ruptura de la relación amorosa.
OTRAS POSIBLES REACCIONES: En algunas ocasiones (generalmente cuando se acompaña de nerviosismo, inseguridad, pena u otra incomodidad) puede producirse insatisfacción, sentimiento de culpa, sentimiento de humillación o disgusto hacia la pareja. Existe un alto riesgo de embarazo y/o contagio de numerosas enfermedades, las cuales generalmente derivan en susto, angustia, desesperación, confusión y arrepentimiento en el individuo.
Para mayor información consulte a su sexólogo.
Para una vida sexual saludable consulte a su corazón más que a su razón.
Reg. N° 00123456789
***

Y así, entonces, por más satírico que parezca todo esto, se me antoja personalmente como una manera más adecuada de explicar lo que es realmente el acto sexual.


Pero, entonces, ¿es cierto, correcto y bueno la idea de que debemos mantenernos vírgenes hasta el matrimonio?

Eso, querido Lector, lo decides tú…

Un extracto de mi última novela...


"En serio: no creo que seas tonta… De hecho, aunque algunos parezcamos tontos, no lo somos… ¡¿qué de tonto puede haber en el hombre, en un humano?!
En verdad pienso que hasta el más tonto de los hombres tiene cierta inteligencia potencial capaz de engendrar “algo” que logre asombrar al mundo…

Mica, quisiera que pudieras ver esa capacidad humana que no podemos entender y que, no obstante, de alguna manera podemos saber que existe en cada uno de nosotros… Tú no eres solamente lo que crees que eres… No eres ese pedazo de carne estéticamente cuasi-perfecto que se mira en el espejo por las mañanas ni esa persona que los demás creen que eres, pues tú sabes perfectamente que se trata de algo mucho más íntimo y secreto, algo personalísimo… Tú eres más… Mucho más de lo que crees…

No, no eres simplemente esa asombrosa combinación de bioelementos de carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, ni la mezcla sutilmente ordenada de aminoácidos, proteínas y vitaminas; no eres sólo esa batalla eterna entre razón e instinto, ni eres las emociones acopladas en infinitas combinaciones, ni uno de los sistemas biológicos y complicadísimos que se generan en tu organismo sin que tú puedas percatarte de ello; eres más que cientos de huesos y músculos y más que un complejo mapa de genes que forman facciones únicas para que tú seas original e irrepetible… No, tú eres mucho más…

Tú, eres más que esos centenares de pasos diarios sobre la calle, más que esa elucubración de atavíos que vistes ahora, más que esos infinitos reojos hacia la ciudad, más que esas miles de personas que ves y que jamás conocerás, más que ese despertar para luego dormitar, más que esa rutina en la que te has envuelto, más que esos seres que te aman alrededor tuyo y que, por alguna razón, a veces guardas tu distancia hacia ellos; eres más que esos admiradores de toda la vida a los que jamás muestras interés y que prefieres rechazar o ignorar, más que esa persona que admiras y que se ha convertido en un capricho inalcanzable para ti porque irónicamente aquél te ignora a ti; tu ser va más lejos que una simple razón para vivir contra miles que te acechan para que dejes de luchar por tus sueños; existes más allá de ese estrés que te come lentamente y que crees que algún día podrás combatirle sin abandonar la ciudad; eres más que esas monedas que das al limosnero con la simple finalidad de subirte el ego, más que esas horas gastadas frente al televisor, más que ese libro que nunca has podido terminar de leer, más que una pequeñísima y devaluada y subestimada parte de una especie enorme que ha logrado invenciones y descubrimientos inimaginables, más que una víctima de la corrupción que ha carcomido al sistema y a su gente como una epidemia viral incurable, más que la pretensión de ese orgullo de creerte parte de un país ilusoriamente glorioso cuando sucede una victoria en un partido de la Selección Mexicana de Fútbol…

¡Tú eres muchísimo más que todo esto! ¡Eres…! ¡Eres…! ¡Eres tú y sólo tú… y nadie más!

¡Eres una cosa real y animada, capaz de pensar, escoger y planear tu propio futuro probable y capaz también de resolver problemas inesperados y de sortear obstáculos impredecibles! ¡Incluso  eres poderosa suficiente para moldear y adaptar nuevos sueños a ese gran futuro tuyo que pretende alcanzar el fin perfecto de una vida plena en donde se logren superar angustias y derribar los remordimientos que se hayan aglomerado en tu espalda!

¡Eres una persona! ¡Eres un ser… un individuo!

¡Entiende mi asombro al decirte que TÚ ERES ALGO QUE EXISTE en una esfera actual, vigente, presente y viva de la totalidad que engloba el concepto de espacio-tiempo, y que, aunque seas una partícula minúscula en el universo, desde otro punto de vista ERES DIOS DE TI MISMO, eres creadora suprema de tu propio universo interno… Tú eres la dueña única e inamovible de tu individualidad… Eres emperatriz de esa individualidad, reina de esa persona-personal que se aleja del mundo social-externo para encontrarse a sí misma, conocerse, experimentarse, comprenderse, limitarse, entenderse y, así, elevarse a un cierto grado de paz interior que logre entender, tolerar y superar ese lado bestial que posee nuestra especie… La conquista de esa apacible soledad reflexiva es precisamente la divina y encantadora capacidad del Ser-Humano para encontrar aquella esencia real y verdadera de transformarse en un SER QUE ES HUMANO…

Pero… ¡Ay…! Desgraciadamente para ello es necesario concentrarse en la individualidad y desentenderse lo más posible de la sociedad, y eso es algo que prácticamente nadie está dispuesto a llevar a cabo, pues ello implica deshacerse de todo lujo, de detener ese deseo creciente por las cosas materiales, de arriesgar un estatus socio-económico, de perder probablemente toda amistad, de olvidar aprendizajes adquiridos y rechazar la certeza de todas las leyes y verdades encontradas, de poner en duda al sistema Estatal en general y… en fin, convertirnos en unos rebeldes a los ojos del mundo… Y, francamente, todo esto es un precio demasiado alto a pagar… Tan elevado es dicho costo que, aún yo sabiendo siempre que lo correcto era creer y confiar sólo en mí mismo, nunca fui valiente suficiente para alejarme de las garras del mundo y su gente… Y por ello ahora soy desdichado…

Reconozco mi genialidad, pero le detesto, y no por rechazarle como un gran don, sino por ser una virtud que me hace comprender verdades que, tal vez, no deberían ser reveladas al hombre… al hombre individualista, al hombre reflexivo, al hombre solitario…"


–LA HERMOSA SENCILLEZ DE AMAR Y SER AMADO–


–LA HERMOSA SENCILLEZ DE AMAR Y SER AMADO–


A Priscila,
la más grande y única razón de mi vida, pues me ha mostrado que la verdadera razón de la vida es la vida sin verdadera razón…


Yo…
Yo y esta absurda sed
que tanto me he creado
a través de largo tiempo,
por todo ya saber,
por todo conocer,
por muchos días que me gasto
en leer, releer y retener…
¡Ay, absurdo todo…!
Absurdo yo…

Yo,
ridículo intelectual
que se ha engañado,
que se ha creído
que entre tanta falsedad
de búsqueda banal
algún albor habrá de haber
para apagarse todo mal…
¡Ay, ridículo…!
Ridículo yo…

Yo,
que pensando bien-gastar
experticia en luengas horas
 y en estudios y tratados,
se me viene hacia el final
de mi vida terrenal
mil contrariedades
que ya no puedo soslayar…
Malas todas aquellas mis horas,
desperdiciadas… heridas… idas… perdidas…

Yo,
alguien de brillante intelecto,
de impecables cavilaciones,
imposible ya me ha sido
afirmarme que perfectos
se devienen los efectos
de esta mente pensadora,
pues igual muere un insecto
que ignorante siempre
vivió sus días con sonrisas…

Yo,
seguro, predispuesto y entregado
enteramente a una vida filosófica,
nadando entre mares ontológicos
de metafísicos oleajes revolcados,
hoy me reflejo igual y emparejado
a algún otro estúpido cualquiera
que tenga sapiencia de pescado…
Soy un punto de la nada,
algún esfuerzo malogrado…

Yo…
Yo soy aquello mismo
de aquél que sabe nada
y que esfuerzo nunca puso
para elevar su raciocinio,
pues el verdadero y simple tino
al final de nuestra vida
no es la ciencia que aprendimos,
ni la experiencia ya adquirida
ni la lógica perfecta…

Yo…
Yo, sin esfuerzo procurado,
sin encadenar mis pensamientos,
hoy entiendo lo que nunca comprendí,
pues viendo donde nunca hube mirado
vi que el hado y el destino son al suelo derrumbados
ante el paso de la única razón de toda vida:
la hermosa sencillez de amar y ser amado…



TRAS LAS ELECCIONES: ¡Que viva México... "cabrones"!


¡Que viva México... "cabrones"!: México y la desesperación según Søren Kierkegaard

 Kierkegaard, en su "Tratado de la Desesperación", nos comenta que -en pocas palabras- existen dos tipos de desesperación en el hombre: la de ser uno mismo (ser "yo") y no ser él mismo. Nos dice también que la desesperación es "la enfermedad mortal", mas no en el sentido de que ello conduzca a la muerte, sino precisamente el saber que, por más que queramos, el desespero en sí mismo no conduce de ninguna manera a la muerte: es el no poder morir tras no haber ya una vida real.


El pueblo de México se me antoja como algo similar (y, por cierto, algo no muy ausente en todo el mundo): un pueblo confundido, ególatra, machista, ignorante de sí mismo, seguidor más que innovador, quejumbroso, hastiado de la miseria, doliente, incrédulo ante sí mismo y desconfiado entre los de su raza; el mexicano es algo de mucho decir y de poco hacer -por nada saber-; somos una Nación harta de una vida que no conduce a un vivir, sino más bien a un "morir" pero que jamás terminará en la muerte, como si aún esperásemos a algún salvador (¿el "Enmascarado de Plata" tal vez?) que nos libere de unas cadenas... Mas ya no son éstas cadenas impuestas por algún conquistador español, sino bien es que nos encadenamos a nosotros mismos, pues al parecer nos gusta sufrir al mismo tiempo en que decimos lo contrario: "Estoy hasta la 'madre' de la corrupción, pero sigo siendo corrupto; me quejo de la ignorancia, pero me pesa más la pereza que el estudio..."


México es un país desesperado, de valores distorsionados, aplastados y casi extintos, un país que patea sin objetivo alguno, que dispara sin un blanco, que avienta 'balonazos' al área contraria para 'ver' si anotamos un gol... Aquí, en tierras aztecas, todos pretendemos ser sabedores de política, de fútbol, de mecánica automovilística, etc., pero la realidad es que nada sabemos porque en cada esquina las verdades son distintas: en este taller el problema es la "batería", en aquél el "alternador", y en este otro le falta "afinación": el 'motto' de aquél es "el que no tranza no avanza", mientras el de 'aqueste' es "la verdad nos hará libres"... Y finalmente resulta que ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario... Y, ¿qué es lo contrario? Pues nadie lo sabe....


México es un país que desea morir, que está acostumbrado a vivir esclavizado desde épocas coloniales (por respeto, al oír nuestro nombre, aún decímos "mande Usted", como si aún fuésemos indígenas subyugados); somos un pueblo sumiso que -repito- habla pero que nada hace: queremos y creemos 'pendejear' a los demás cuando, finalmente, vemos que somos nosotros los 'pendejos pendejeados'.


Y volviendo finalmente al tema de la desesperación, si bien ello no nos conducirá a la muerte, entonces, habrá de ocurrir un momento en donde esa desesperación estalle de un modo atroz, cruel, bestial, cuasi-psicótica... Y entonces volveremos a destruirnos para poder reconstruirnos... 'a ver' si no nos aclanza de nuevo la corrupción que tanto se imprime en los corazones mexicas.


Mas no hay que preocuparnos aún, pues México todavía no está listo para pelear consigo mismo... o, como decimos, "todavía aguantamos vara..." Y, ¿por qué 'aguantamos' esa vara? Pues porque somos "chingones", somos "cabrones", somos "fregones" y, nunca de los jamases y jamás de los nuncas, por ningún motivo, nos "rajamos": ¡somos "mexicanos"!

Y, entonces -repitiendo-, seguimos aguantando esa 'gran' vara que tanto nos gusta que nos lastime (sin álbur)... Por lo menos, hasta que nos demos cuenta que, no es que unos ganen y otros pierdan en los comicios presidenciales, sino que, realmente, todos perdemos: Y es que un pueblo que no está unido, una Nación sin un objetivo, un país sin una meta en común, un Estado donde sus partes individuales desconfían unas de las otras, es un país condenado a la miseria eterna...


Y ahora sí...

¡Que viva México... "cabrones"!

...¿o no?


Søren Aabye Kierkegaard, (Copenhague, 5 de mayo de 1813 – ibídem, 11 de noviembre de 1855) (Wikipedia).

Si yo fuera presidente… 
 (Un breve discurso sobre la educación en México)


 LA IMPORTANCIA DE LA EDUACIÓN (destacando las Tesis Universitarias)
Si yo fuera presidente de México, se me ocurriría decretar (sí, un decreto y no un proyecto de ley que, como ‘bolita’, se pasea entre ambas cámaras); se me ocurriría –repito– decretar que la elaboración de la Tesis en los universitarios fuera, nuevamente, un requisito ‘sine qua non’ para obtener el título de Licenciado y otros similares; pues el propósito de aquella costumbre que se pretende erradicar, es, precisamente, que el que pretende el título de Profesionista demuestre que es capaz de idear, razonar, leer e investigar, elaborar y redactar (con impecable ortografía) un pequeño libro que aglomere y resuma todos esos años de estudio (caramente pagados con tiempo, dinero y esfuerzos) que se han invertido en la vida del aspirante a certificación. Recordemos que las licenciaturas son consideradas dentro del género de estudios superiores. ¿Qué no alguien que puede nombrarse como un estudioso superior debiera ser persona digna de admiración y respeto? Y es que, sinceramente, ¿de qué sirve simplificar la obtención de un título si el titulado no es capaz de poseer las cualidades que debiese tener una persona que es avalada por dicho documento? ¿Por qué es que hemos de devaluar algo tan preciado (repito, que caramente hemos pagado con tiempo, dinero y esfuerzos) como lo es la credibilidad de la verdadera y eficaz educación de nuestro país? 




LA EDUCACIÓN TRIPARTITA
Francamente, creo que el renombre de un país ante el mundo (hablando de la emanación de elegancia, admiración, respeto, credibilidad y confianza internacional) estriba en la calidad de su educación (educandos, educadores y educados): 

1. En cuanto a educandos.- no se trata de CANTIDAD de estudiantes, sino de la CALIDAD de los mismos: por definición, el concepto de ‘educación’ trata sobre la acción de educar, y el arte de educar requiere conocimiento, experticia, creatividad, ingenio e iniciativa suficientes para mantener vivo y activo el interés del estudiante y, así, éste sea capaz de entender y retener lo que aprende. 

 2. En tanto a los educadores.- podemos resaltar que, aunque hagan falta quienes eduquen, no podemos producir un profesorado masivo y en serie sin el conocimiento ni la experiencia necesarias, todo con el simple propósito de atestar las aulas escolares para engañar a la sociedad mexicana diciendo que “la educación en México aumenta” (y sí aumenta, pero sólo en número de estudiantes y no en la precisión adecuada de la formación estudiantil): 

 • Primeramente, la educación (por lo menos la superior) es algo que debe conseguirse mediante el esfuerzo del alumno y no mediante la posibilidad (o la imposibilidad) económica que tenga el alumno (o sus padres/tutores); ya que, sinceramente, creo que se tiende a apreciar más aquello que se obtiene mediante esfuerzo y no aquello que se consigue sin dificultad alguna; y 
• segundamente, la proliferación no-supervisada de maestros sin vocación, sin pasión, conlleva a una educación ineficiente y nefasta, pues, al no poseer motivación alguna para enseñar, la calidad de las clases impartidas decrece, lo cual aburre y hastía al alumno, cosa que desemboca en una retención únicamente parcial y no total del conocimiento por parte del estudiante: es decir, una enseñanza mediocre (que no superior). Así, los educadores se vuelvan egoístas y desinteresados: poseen una prioridad en su solvencia (su salario) y no en que el alumno aprenda y, realmente, que aprehenda el saber: de ahí que devengan los profesores marchistas, los docentes insatisfechos e inconformes, y las huelgas sindicales, las cuales terminan perjudicando gravemente a la constancia del estudiante. 

3. Finalmente, hablando de los educados.- no podemos tolerar el hecho de confiar el futuro de nuestra patria a la ‘pluralidad’ de profesionistas que existen en nuestra nación, sino en la eficacia exitosa de la enseñanza que hayan adquirido: se deben formar verdaderos líderes emprendedores mexicanos que, apoyados y armados con la cultura, información y experiencia suficientes, den pie a la creación de PYMES que puedan crear empleos y oportunidades para otros mexicanos; pues solamente mediante esa relación de “patrón.mexicano-empleado.mexicano” podemos asegurar que el dinero que se produce en México se quedará, se invertirá, se ahorrará, se gastará y se movilizará en México y, así, se impulsará, correrá, se beneficiará y se retroalimentará la economía mexicana. Y es que la economía (en constante acenso) es lo que hace crecer a un país; de este modo, teniendo mayores posibilidades pecuniarias, el Estado puede invertir progresivamente en una mejor calidad de vida para el ciudadano mediante programas benéficos tales como subsidio, pensiones y becas que cíclicamente (conforme a lo ya explicado) produzcan mayores oportunidades de superación del sujeto (en tanto a persona individual como a ciudadano parte del Estado): a mayor la calidad del pueblo, mayor la calidad de la nación. 

RESUMEN GENERAL 
En primera, un país preocupado –y ocupado– por la educación de sus habitantes, es una nación que aumenta su credibilidad frente al mundo globalizado, lo cual inspira confianza: aquel que sabe, puede: quien conoce, compite y se supera; la educación es algo que se admira, que atrae y que seduce a la inversión extranjera, lo cual enriquece a las arcas nacionales. Como segundo punto, diremos que la educación es tripartita: educandos, educadores y educados; y las tres partes deben tener como objetivo principal la calidad y no la cantidad de los suyos. Finalmente, la educación debe ser generadora de emprendedores.

CONCLUSIÓN 
Un país que enfoca sus prioridades en la educación, es una nación con futuro.

De La Vulnerabilidad Humana (o La Humillación: etimología de los celos y otras emociones) [SEXTA PARTE]

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EL PREJUICIO DEL HOMBRE 

La ignominia, la humillación, la ridiculización, la vulnerabilidad…
Es aquello que pretendemos condenar frente a los demás como algo inhumano y fatal para, así, querer decir cobardemente entre líneas: “Yo jamás humillaría a alguien”…
Esto, desde luego, con la única intención de verse incluido, de sentir (y he aquí otro concepto importante) la “aceptación” de los presentes dentro de ese círculo falso de humanos que pretenden y fingen ser verdaderamente humanos cuando, en realidad, su felicidad libertina estriba en deshumanizar la personalidad de sus semejantes… Es decir, en el hombre, la dicha propia no es otra cosa que la desdicha ajena… ¿o no…? Mientras más ‘jodidos’ estén los demás, o mientras ‘mejor’ esté yo, más se enaltece mi ego…
¿Es que acaso no primero intentamos hacernos ricos antes de reparar la pobreza de otros? ¿Es que miento cuando digo que sonreímos cuando alguien tropieza por la calle, a modo de burla…? ¡Ah!, y además le prejuzgamos –a tal desdichado– llamándole en nuestra mente silente: “pinche tonto”, “¡idiota!”, “meeenso” o “¡ay!, imbécil”, y ello sólo por el hecho de haber tropezado…
¡Uf, como si existiera alguien libre de infortunios! ¿Acaso somos merecedores suficientes para ‘arrojar la primera piedra’?

Y es que siempre vemos el “qué” de las cosas…:
–¿Qué hizo?
–Se cayó…

y nunca el “porqué”:

–¿Por qué se cayó…?
–Tal vez sufrió un espasmo muscular…

Si juzgar ya es cosa de estúpidos, ¡tamaña idiotez la nuestra al prejuzgar!

Sí, así es, querido Leedor, más imbéciles somos nosotros que nos reímos de aquel que, sin tener nosotros base alguna, le hemos denominado como “imbécil”; pues, finalmente, desconociendo absolutamente todo acerca de aquel al que le fallaron sus pasos, somos lo mismo que aquel que, sin entender la esencia de una broma narrada, se ríe disimuladamente a carcajadas para ocultar su ignorancia, ya que, (y en esto no somos tontos) sabemos bien que si nos mostramos como iletrados, seremos presa fácil de aquella humillación comunal (de la que tanto hemos hablado hasta ahora)…

De La Vulnerabilidad Humana (o La Humillación: etimología de los celos y otras emociones) [QUINTA PARTE]

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LA INTIMIDAD DEL HOMBRE

Nuestro espanto hacia la ignominia nace de ese “instinto” que protege a nuestra intimidad; nos atemorizamos porque ese “instinto” nos inyecta cierta moral (ya sea natural o inculcada) que conviene a la no-exteriorización de ciertos actos para, así, evitar a toda costa la ridiculización de nuestra persona.
La humillación no es otra cosa que la publicación de nuestros más íntimos secretos, de nuestra perfidia, nuestra oscuridad, incapacidades, ignorancias… nuestra locura, nuestro lado animal… nuestra intimidad…
Es decir, el arte de la ridiculización trata sobre el proceso mediante el cual se revelan nuestros defectos ante una sociedad que admite únicamente cualidades: nos avergonzamos de nuestra imperfección ante un orden colectivo que pretende ser perfecto; y no obstante, la sociedad no es sencillamente el producto de la adición de la genialidad y la utilidad de cada sujeto, sino realmente la suma de las imperfecciones de los imperfectos individuos: ¿o es que acaso las normas jurídicas que rigen a un Estado poseen la capacidad del “sentido común” que ciertamente posee cada persona como parte separada de aquel conjunto?; es decir, el mundo entero podría saber y afirmar la culpabilidad de un criminal, mas si no existe prueba alguna de ello, dicho delincuente saldrá libre a las calles…
Francamente, yo podría imaginar miles de casos en donde los criminales son liberados por algún “error” dentro del juicio, alguna laguna en el marco jurídico o simplemente por una falta de formalidad en el proceso penal protocolizado de una nación… Incluso bastaría con la ignorancia, omisión, desviación o alteración de algún detalle importante dentro o fuera del juicio para que resulte “imposible” juzgar al criminal… ¿No es esto, sinceramente, una falta de “sentido común” dentro de la normatividad legal?; ¿qué no los jueces lentamente se convierten en esclavos de la especificación de las leyes: el hombre juzgador se vuelve –a través del tiempo – un robot resolutorio?
Y es que tendemos al orden perfecto de las cosas sin comprender que el exceso de orden es precisamente un vicio, una imperfección… o, lo que es igual, ¡un desorden!
Es decir, mucho orden conlleva a un desorden: el camino a la perfección conduce a la imperfección, pues ello lleva, ineludiblemente de la mano, al vicio de la ambición humana… Bastará conocer la mítica historia de Ícaro: el que quiera ser sol, primero deberá deshacerse de su humanidad, lo cual sólo se adquiere a través de la muerte… Somos hombres, no dioses: somos humanos, somos imperfectos…
 
Así entonces, la humillación es el némesis principal e ineludible de la armonía social, pues supone la validación y confirmación de la existencia de aquello que derrumba los valores sobre los cuales se pretende construir el camino hacia una seductora y convincente ilusión de utopía: la presencia imborrable de la individualidad humana… Es decir, mientras el Estado se ocupa de criar a un gigantesco ente-colectivo llamado pueblo/sociedad, de desocupa, al mismo tiempo, de fomentar el desarrollo de la individualidad del hombre; o, lo que es lo mismo, la intimidad de las personas tiende a su nulificación en sacrificio al orden social: a mayor Estado, menor individuo.
Somos entes individualistas con necesidades sociales… somos contrariedad… somos condenados a la eterna imperfección… somos –repito– humanos…
 
Entonces, si somos imperfectos, ¿qué es lo que intentamos construir al asociarnos unos a otros?; ¿acaso una masa compacta donde se sumen nuestras imperfecciones?; ¿miento cuando afirmo que las perversiones comunales son duplicadamente peores que las individuales?; ¿qué no impacta más un genocidio que un asesinato?; ¿qué no nuestras ciudades pretenden destruir al humano-individual?; ¿acaso la razón por la cual no alcanzamos nuestras utopías es porque se trata de una razón cultivada entre perversiones, egoísmos e individualismos?; ¿qué no, realmente, entonces, somos una bola de estúpidos pretendiendo inteligencia que no unos inteligentes que cometen estupideces?; ¿no somos infinitamente imbéciles al querer creer que tres estúpidos son mejor que ninguno cuando bien sabemos que la suma de estupidez es siempre peor que ninguno…?: en matemáticas, como en cualquier ciencia, han de haberse de sumar tanto las partes positivas como también las negativas: dejemos de sumar nuestras cualidades como hombres en conjunto y empecemos a detenernos sobre el conjunto de nuestros defectos individuales (pues, como decíamos, todos somos imperfectos, ¿o no…?).
 
¡Ea, Lector!, toma nota de ésta…
El camino para perfeccionarse se conoce a través del camino a la imperfección del ser… Es decir, de un modo paradójico, la senda de la imperfección conduce realmente a la perfección, mientras que los pasos hacia la perfección nos guían hacia la imperfección; es decir, en una manera corta y lógica: ¿qué no nos hacemos mejores cuando miramos nuestros errores y no cuando los ocultamos para pretender cualidades y bondades?
Y no obstante, para mirar los errores propios han de construirse aguzados ojos, y éstos se construyen lentamente a través de la experiencia de vida, o bien, rápidamente si es que aprendemos a aceptar la imperfección de nuestro ego…
En otras palabras, la sabiduría no es lo mismo que el conocimiento: la primera no se encuentra en las páginas de un libro: es cosa de los humildes de corazón, mientras la segunda es asunto de los ambiciosos de cultura que tienen como propósito alcanzar un “poder” de perfección.
 
En resumen, no podemos alcanzar la perfecta sociedad mientras las partes que la componen sean de esencia imperfecta.

(de derecha a izquierda: Pablo Letras, su padre, su hermano)

De La Vulnerabilidad Humana (o La Humillación: etimología de los celos y otras emociones) [CUARTA PARTE]

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HUMILLACIÓN: DESHUMANIZACIÓN

La humillación se me antoja como el arma más deplorable que posee el hombre para destruir la humanidad de otro semejante; todo ello con el mero propósito de elevar el propio ego…
La idea de ridiculización de un ser ‘parecido’ a nos, tiene como objeto romper con el supuesto de ‘igualdad’ que merecemos los hombres como entes semejantes para, así, superponerse entre éstos y ganar el dulce y seductor placer de la admiración ajena…
La ignominia es el producto de la intención humana de saberse como algo “mejor” entre los de su especie…
La meta de la tendencia hacia la humillación estriba en el deseo del hombre hacia la deshumanización, de convertirse en asesino de esencias, filosofías y estilos de vida, de escapar de sus capacidades raciales limitantes como una prueba viva –y supuestamente fehaciente– de que el hombre, como individuo, puede ser más capaz y original en un modo personal que el conglomerado de los demás de su especie… Es decir, entonces, que si bien la necesidad natural del hombre (como sujeto único, original e irrepetible) le dicta a éste intentar lograr cierta singularidad-particular o cierto liderazgo entre la colectividad de los de su estirpe para que, así pues,  descollando por encima del sistema social (es decir: viéndose admirado y reconociblemente aceptado dentro de su comunidad), su conciencia alcance cierto descanso ante aquella exhaustiva batalla moral interna que siempre le ha acongojado, le ha atormentado y aterrorizado (por aparentar una ininteligibilidad –o contrariedad– a su lógica) ante la duda que le extravía como persona bienintencionada de acuerdo a sus acciones (pues, finalmente, el fin de nuestros actos se nubla: nos perdemos en el laberinto del querer, el deber, el necesitar y el poder)…

Si bien (repitiendo y en resumen) nos es inherente a los de nuestra especie aquel deseo necesario de superarnos como individuos-solitarios dentro del orden unificado de la sociedad-ajena, no es válido, por otro lado, el hecho de lograr aquello por medio del artificio de la humillación; pues, francamente, ¿cómo podríamos superarnos como humanos al deshumanizar la humanidad de otro hombre…?

(de derecha a izquierda: Pablo Letras, su padre, su hermano)

De La Vulnerabilidad Humana (o La Humillación: etimología de los celos y otras emociones) [TERCERA PARTE]

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LA EVOLUCIÓN DEL HOMBRE (Poder, dinero y fama)

La evolución no es otra cosa que la combinación suficiente y atinada entre la posibilidad física de una especie y el entendimiento intelectual del funcionamiento de las presentes circunstancias. 
En palabras más dramáticas, el hombre actual persigue el poder, el dinero y la fama porque sus circunstancias vigentes así se lo dictan: quien no persiga alguna de estas tres cosas, está condenado al exilio del mundo civilizado. 
Y es que realmente la obtención de poder, dinero y fama, no tiene un objetivo específico de superación: su fin estriba en la realización de los deseos personales mediante la idea de “poderlo todo” que surge por la idea falsa –mas persuasiva– de verse y saberse a sí mismo masivamente aceptado por sus semejantes; en otros conceptos, el dinero, el poder y la fama son aquellos males que deterioran y distorsionan los valores, la conciencia y la moral del hombre, pues con éstos, el individuo quiere creerse dios: falsamente, en la mente de aquel que posee éstos males, el sentimiento de aceptación de los demás crea un crecimiento de la autoestima individual, lo cual resulta en la ilusión de una posible perfección; se crea, entonces, la necesidad de ser todo-aceptado y eternamente admirado; de esta manera, su teoría pasa a la práctica: la elevación de su ego le permite a todas sus creencias, pensamientos, razones e ideas, ganar validez y certeza en su conciencia, además que se construye una rectitud inapelable y conveniente a su persona, pues aparentemente su pensamiento se eleva a un grado inentendible e inalcanzable por otros hombres “menos aceptados”–: se convierte este hombre poderoso y pudiente en un ser supremo al cual debe obedecerse, adorarse y reconocerse como máxima de la raza humana: es decir, un dios…

El proceso por el cual el hombre se ilusiona ante la idea de transformarse en dios, resulta de la emancipación del individuo frente a una sociedad; en otra explicación, se trata de la transmutación de la prioridad del deber social (el cual cae en los escalones de la pirámide de valores del individuo) por los designios de una mente particular…

La tendencia del hombre para creerse dios, obliga a la afirmación de devaluar la humanidad de aquellos a quienes se desea gobernar, controlar o manejar… Es decir, si “yo” dios, entonces, “ustedes” menos… Y, ¿qué es esto sino la humana demostración de la humillación misma en la naturaleza del hombre…?

Hasta aquí, puedo concluir que, si bien la adaptación de la persona entre sus semejantes le convierte en parte de una evolución general, esto también, por otra parte, derrumba la evolución personal…
Entonces, ¿podemos afirmar, acaso, que el crecimiento de la armonía social es inversamente proporcional a la superación del individuo…?

Tal vez…

(de derecha a izquierda: Pablo Letras, su padre, su hermano)

De La Vulnerabilidad Humana (o La Humillación: etimología de los celos y otras emociones) [SEGUNDA PARTE]

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ENTRE LA SOCIEDAD Y LA INDIVIDUALIDAD

La humillación…

Un terrífico concepto… Una palabra que, de sólo ser mencionada, nos provoca temor, nos hiela la sangre por unos instantes y elimina cualquier expresión facial y corporal para convertirnos, por un breve momento, en estatuas inanimadas; pues ello representa el más grande peligro de nuestro carácter único: la revelación de nuestros más íntimos secretos, la publicación de nuestros enigmas perversos… La ignominia es justamente la encarnación de lo que ocultamos celosamente en el más escondido rincón de nuestra mente: nuestra bestia humana…
Para saber lo que realmente quiere sustantivar este término, no basta con su explicación teórica, sino que se debe experimentar su esencia. Y resultando esto en un sentir aplastante, incontrolable, invencible y, lo que es peor, instantáneamente notable (se nos suben los colores al rostro), es algo que, desde luego, evitamos a toda costa…

La humillación no es otra cosa que el sentimiento de vergüenza; es ello que nos exilia de la rectitud que debe constar siempre en nuestro comportamiento como parte de una sociedad. La ignominia es básicamente el desentendimiento de la masa humana, el hecho de alejarse de la zona confortable y aceptable que encierra el deber de las personas, salirse del molde de la aceptación individual dentro de una colectividad.
Es decir, hemos aprendido, entre teorías y prácticas, a través de todas nuestras vivencias dentro de un mundo que pretende un perfecto control de la comunidad del “homo”, hemos aprendido –repito– lo que es el prototipo –o modelo a seguir– de la persona que califica para obtener un lugar dentro de un territorio civilizado. El hombre, para soportar la aceptación de sus semejantes, debe tender siempre a la prudencia maquillada, a la utilidad de labor, a la afabilidad política; no obstante sabiendo que oculta una bestia en sí mismo, misma que vehementemente intenta ocultar, a tal grado de negarla tajantemente como parte de su naturaleza propia: pero la bestia humana, al igual que los vicios y al igual que las enfermedades incurables, no se mata, sino se controla, teniendo siempre un riesgo latente de ser –la bestia– liberada.
Sin tantas palabras,  nosotros como personas pagamos un precio por vivir dentro de un marco ideado (y constantemente reordenado) por el hombre para la prevención del hombre mismo; es decir, nos alejamos de nuestro “estado natural” individual para, así, defendernos de otro individuo semejante a nos: creamos reglas para acallar a la bestia dentro de nosotros.
El Estado es  aquello que como supuesto objeto tiene la intención ilusoria de lograr la eficacia plena  entre la libertad, la paz, la seguridad y la justicia en los individuos (nótese que, para lograr ello, es forzoso el desequilibrio natural del hombre, pues si bien aquello de “ojo por ojo” brinda cierta sensación de justicia, por otro lado no obedece a las reglas de la naturaleza: de otro modo, como diría Gandhi, todos quedaríamos ciegos).
El Estado tiene ciertas reglas, y vivir dentro de Él conlleva un precio: la adaptación del hombre a sus circunstancias, la represión de sus deseos y la conjunta producción innovadora de ideas para alcanzar, aparentemente mediante el poder y el dinero, una evolución de la raza humana…

Mas, sinceramente, ¿qué es la evolución y de qué nos sirve?

(de derecha a izquierda: Pablo Letras, su padre, su hermano)

De La Vulnerabilidad Humana (o La Humillación: etimología de los celos y otras emociones) [PRIMERA PARTE]

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INTRODUCCIÓN

¿Alguna vez, aguzado Lector, te has preguntado de dónde proviene ese sentimiento incómodo, odioso y reprochable que te llena de impotencia racional y que, si bien intentas inútilmente controlarle o, por lo menos, ocultarle ante los demás, no puedes, por otro lado, deshacerte de él…?
Me refiero a ese momento para el cual siempre crees estar preparado, ataviándote con armadura y grebas de fingida indiferencia y armándote con respuestas inteligentes que pudieran desarmar a aquel que pudiera producir ese sentimiento desagradable en ti…

¿No sabes de qué sentimiento estoy hablando…?

Discúlpame, ‘Leyente’ estimado, pero, si es que no has atinado el concepto al cual pretendo referirme (realmente esta es mi intención), no deseo obsequiarte aún la respuesta a la pregunta… Y, sí, discúlpame (repito) por ello, mas, así como en el arte teatral la escena final de la obra espera pacientemente para, así, lograr que al llegar al fin las palmas de los presentes aplaudan efusivamente –como reflejo del máximo deleite del público–; así mismo, pues, lo que llega sin esfuerzo a nuestras manos pierde su cualidad de intriga e interés, pues se derrumba en el plugo del espectador la posibilidad de idealización y la admiración potencial de aquello que (repito: sin esfuerzo) se obtiene…
Por lo tanto, antes de perder tu interés, prefiero caer en tautologías, pleonasmos, redundancias, muletillas y perogrulladas al ‘darle-más-vuelta-al-asunto’…

Me refiero –continuando con el tema que nos ocupa– al resquebrajamiento de esa personalidad oculta en todos nosotros que nos revela quiénes somos realmente y, por ello, le tememos y rechazamos sin siquiera obsequiarle a ésta un beneficio de duda…
Se trata de esa revelación fortuita, espontánea, inesperada, involuntaria y agresiva de nuestros más personales secretos… Esto, desde luego, sin nuestro permiso…
¡Aun cuando supuestamente poseemos plena autoridad sobre nuestros personalísimos secretos, éstos pueden ser descubiertos por algún ocioso ‘paparazzo’…! ¡Ay!, en esta vida, en este mundo, en este tiempo, nadie puede proclamarse como cosa inalcanzable de la casualidad…
Basta la circunstancia adecuada en un tiempo ‘ad hoc’ para que se descubran esas verdades que tienen el poder de arruinarnos…

¿Ya adivinas de qué hablamos…?

Bueno… Me refiero, sin más suspenso, a la asaz y bien temida palabra que intenta describir un sentir: La humillación…
Sí, eso de lo cual huimos todos los hombres… De hecho, tanto nos obligamos a escondernos de esa vergüenza, que hay, entre nosotros todos, muchos quienes primero se pudrirían en una celda en prisión… ¡e incluso (como nos cuenta Schopenhauer al hablar del ’honor’)existen quienes prefieren terminar con su vida volándose la tapa de los sesos antes que sufrir de ignominia!

¡Ay!, la humillación...

(de derecha a izquierda: Pablo Letras, su padre, su hermano)

El Arte de La Poesía (monólogo para teatro)


En esta ocasión, ya que nunca les había presentado 'algo' para los amantes del teatro, quiero presentarles un extracto de mi libro: "Los Monólogos Más Realistas… y Sinceristas… y Humanos del Mundo (o Monólogos Ontológicos del ‘Ser’ y el ‘Estar’)".

Sin más...



El Arte de La Poesía

Personajes:
Anónimo

ACTO PRIMERO Y ÚNICO

La escena comienza totalmente obscura… silenciosa…
Una tenue luz comienza a aparecer sobre la cabeza del personaje, quien se encuentra ubicado del lado derecho del escenario y con la vista hacia el lado izquierdo y ligeramente hacia el frente, de modo que todo el auditorio pueda ver su rostro.
La luz poco a poco va creciendo…
Se empieza a escuchar el sonido de una pluma escribiendo sobre una página (utilería: pluma blanca con tintero, no un bolígrafo)…
La luz ilumina únicamente el lado diestro de la escena, donde se encuentra el personaje, quien se encuentra sentado sobre una silla frente a un escritorio (preferentemente tipo restirador), donde él se encuentra escribiendo “algo” con la mano diestra (pues es la mano opuesta al público: la otra mano taparía al personaje ante el espectador) sobre un montón de hojas blancas…
El personaje se detiene… queda pensativo por unos instantes… Luego, molesto, arruga la hoja y la avienta ligeramente hacia el lado izquierdo del escenario… Al caer la hoja, una pequeña luz ilumina, a unos dos metros hacia la izquierda del actor, para descubrir al público un montón de hojas arrugadas sobre el piso… Instantes después, aquella luz se apaga en 'fade out'...
El personaje bota la pluma dentro del tintero y permanece unos segundos absorto, viendo arriba, hacia la nada…
Baja la mirada y agacha la cabeza y mira las páginas frente a él…
Se rasca la cabeza con la mano derecha…
Toma su cabeza entre sus manos, hundiendo el rostro hacia los codos y, de pronto, exclama: “¡Aaaaah!”, a modo de desilusión o molestia…
Se queja ligeramente, chasca los labios, suspira y… se detiene…


Luego, permanece en su posición (la cabeza entre los codos) por unos segundos…
Finalmente, súbitamente levanta la cabeza, toma la pluma con su mano derecha (no la zurda que le taparía del público) y escribe algo rápidamente sobre la parte superior de la página; terminando, sonríe ligeramente y dice el título del poema con voz victoriosa:
“El Arte de La Poesía”
Y comienza[1]


La poesía…
El elegante conjunto de palabras…
Una ordenanza de signos,
de significados,
significaciones,
respuestas que,
sin serlo realmente,
se revuelven,
entre pliegos de papel,
sin una jerarquía,
sin importancia,
sin trono,
sin ‘vox populi’,
amorales y antiéticas,
letras antiestéticas
exigentes de belleza
que, como meta,
prometen enredar,
sugestionar y amagar
las mentes de algunos:
aquellos que se nombran,
con su misma espada ‘justa’,
dignos de comprensión
sobre esotros que,
por no tener conocimiento,
se denigran, se empequeñecen,
y se convencen inmerecidos…

La poesía se lee para el alma,
es muda a los oídos…

Al poeta se le entrega,
nunca se le entiende…

Entre los versos y la prosa,
entre rimas y desorden,
se intenta concebir una idea…
un pensamiento que,
aunque ataviado de togas surrealistas,
busca esconder un “algo”…
algo que araña un secreto,
algo que busca un origen,
algo único y sincero,
algo que se rompe
y se desarma
y luego…
¡Ja!…
Luego, se reconstruye,
se adhiere y se conjuga
inquiriendo originalidad,
gritando querer “ser”,
rogando algún “estar”…

Sencillamente y francamente,
un poema no se rasca entre la tierra,
no se hace entre palabras
que se bañan en extravagancia
para obtener un vago título
de sabedor de grafías aristocráticas…

Un poema…
unos largui-locuentes textos
acomodados a modo de…
a modo de…
mmm…
¡a modo de grabar en hojas
admirables exactitudes de letras
adiestradas para robar…!
¡Y sí, para robar,
hurtar suspiros del leyente
para que, así éste,
sin entender la esencia,
se vitoreé al decir:
“Yo le leí… yo le entendí…”!

¡Ea!, quítate esa falacia,
desvístete de esa creencia,
deshazte de la idea tonta
de afirmar que la poesía es,
por hecho inapelable,
unas letras en almíbar…

Un poema bonito es,
nada menos, lector,
que el dulce caramelo
que nos nutre de caries
ese concepto que,
amorosamente,
llamamos: Arte.

La poesía son letras…
y a las letras lo sincero…

A las letras el alma,
la esencia, lo franco…
¡A las letras se les debe…
y se les debe grande…!
¡Debémosles respeto…!
¡Ellas llevan consigo
la mera quintaesencia
que nos libera
entre todas las especies
como hombres…
como humanos…!

La danza de mis grafías
no es el baile
inocente y eufórico
de una niña adolescente,
quien danza
simplemente
por explotar
esa perfecta conjunción
de emociones sinceras,
libres y felices
que se aplastan en un punto…
un punto irresponsable,
un punto libre,
un punto que,
conjugado,
es llamado:
“Amor a La Vida…”


Mis letras,
tampoco,
son el gruñir de un vejete,
quien osa creer que,
a pesar de una experiencia
que pudiera nutrirle
de una sabiduría
simple, feliz y sencilla,
se mira en el espejo y,
admirando sus arrugas
como si cada una
por sí sola
representase
cierta norma legal
que le ‘merece’
sobre los demás,
se atreve
a insultar,
ilusoriamente,
al Tiempo….

No…
Estas palabras
que miras con ojos lascivos
por creerles interesantes,
no son nada…
nada…
nada para ti y,
no obstante,
lo son todo para mí…

Noticia: La mera edad
representa nada…

Estas letras
que lees
(y de las cuales
ya sospechas…
algo…) son, querido lector,
la evolución
a través de miles,
millones de años,
de ese deseo básico
del hombre
para mezclarse
entre aquellos
de su misma especie…

Esto que repasan tus ojos,
son el resultado
de la experiencia de…
¡de la experiencia de
NO un solo hombre
(el cual sería yo),
sino de la sabiduría, eterna y sincera,
de aquella cosa,
instinto angular
de la humanidad,
a la cual bautizamos
como la divina ciencia
(altamente filosofal)
de…
de…
de…
La Comunicación…


En otros ‘decires’,
esta serie de
s-i-g-n-o-s
con los que tú
ahora miras en mi alma, son el producto
de la madurez
de aquello que,
sin más ‘peros’,
le debemos un título:
“La Condesa de la Inteligencia…”
Mas tú y yo,
estimado lector,
le conocemos
(a aquella noble)
como aquello que,
comúnmente,
se le conoce
entre todos nos
(¡y de un modo
estúpidamente
sub-valuado!)
como: “La Duda”…
La duda…

Si supieras…

Para mí,
lector,
La Duda,
y sólo La Duda,
eres tú…
es el hombre…

¡Ay, qué seríamos si nunca hubiésemos conocido a La Duda…!
¡Jamás hubiésemos evolucionado a las civilizaciones actuales!

Otra noticia: La inteligencia
no es otra cosa
que la misma duda…



¡Poetas…!
¡Todos esos
que por bien
saberse las letras
desconocen
las letras del saber…!
¡Libérense…!
¡Regocíjense
pues son escritores,
personas que
venciendo a un miedo
se atrevieron “a…”!


¡Sean…! ¡Sean ustedes…!
¡Sean…! ¡Sean sinceros…!

Por favor,
sean honrados,
sean verídicos
con sus leyentes!

En cada página,
en cada hoja,
en cada poema,
en cada libro,
deja algo tuyo…
Deja algo…
¡verdaderamente tuyo…!

¡Imprime tu corazón!
¡Imprime tu alma…!
Imprime…
Imprímete a ti…
Imprenta tu esencia…
da tu conciencia,
acepta tu inocencia…

Danos, autor…
Obséquianos…
Muéstranos…
¡Dime algo que valga el tiempo digno de quien,
creyendo presuntamente en ti y en tus ‘dicencias’,
te obtiene,
te sonríe…
te desea…!

Poeta, poeta, poeta, poeta,
entiéndelo, por amor a las musas,
no eres ni valdrás jamás
el dinero que valen tus hojas…

Yo quiero,
yo admiro,
yo aplaudo,
yo amo,
sigo y persigo,
al hombre que,
raramente…
finalmente…
conociéndose a sí,
libera sus miedos:
sus temores sociales….


No sólo escribo,
sábete pues…
También leo…
también admiro…
también soy…
yo…
yo antes que poeta,
soy sólo un hombre…

A mí…
¡a mí denme un Gothe,
un Balzac, un Moliere!
A mí denme,
ciertamente,
¡la humanidad del autor,
por ruego mío…!
Denme la esencia de quien yo leo,
pues eso es,
precisamente,
el divino arte de leer…

Sólo leyendo
podemos visitar
ciertas regiones
de esos millones,
y millones
y millones
de grandes y raros mundos
llamados: “Mentes”…

Ah…

La poesía…

Ah…

Un conjunto de palabras que,
empeñándose en adecuar
–casi ridículamente–
perfectos versos,
exactas métricas
y ‘consonantísimas’ rimas,
se desvía de la idea nuclear
por no arriesgar esa vistosa
–y oportunamente atractiva –
cadena de diamantina
la cual sólo busca
hurtar suspiros,
suspiros graves del espectador…

No, no, no, no…
Eso no puede ser la poesía…

¡Maestro Goethe,
hasta tú,
poeta excelso,
aceptaste sin recatos
la libre prosa
como máxima
de expresiones
humanamente francas!

Un poeta que se inclina,
obsesionado por la fama,
en la elegancia letrada,
sólo concibe producir,
sin saberlo ni sentirlo,
alguna mezcolanza ilógica
–y cobarde–
que esconde verdades,
tanto de razones
como de emociones
y, por supuesto
–y no menos importante–
de vastos sentimientos…

Y, ¿ello es arte…?

¡Bah…!

¡Ay!, si vieran que
mi amiga Poesía
desprecia tanto
–y tanto y tanto–
que traten de vestirle
con sedas pasteles…
ridículas…
burlonas…
humillantes…

Noticia:
La Poesía, amigo mío,
¡no es una quinceañera!

No…
Tajantemente:
¡No…!

El arte no es belleza…
–repito –
El arte no es belleza:
pues el arte,
para ser arte,
requiere un lado
no bello,
sino obscuro…
algo imperfecto…
algo humano…

Noticia otra:
El arte es perfecto,
mas sólo es ello cierto
porque la misma imperfección
es la misma perfección…

El arte, compañero,
es expresión humana,
un grito del alma,
un parto de ideas racionales…

¿Acaso la mujer más bella es,
sólo por su estética natural,
una obra de arte…?

Mas, la esencia de tal dama,
arrancada por un pintor
para grabarle en un lienzo,
se transforma, sin duda,
en una maestría pintoresca…

El arte es,
por sí mismo,
arte:
arte, sólo arte y…
y…
puro arte…


Mas, ¡¿quién carajos se atreve…?!
¿Quién es digno asaz
de comprender lo que,
sin duda alguna,
se crea para no concebir?

¿Que tú entiendes un poema…?

¡Bah!, el poema es del poeta…

y, para ti…
lo tuyo…

Lo tuyo…

Lo tuyo nada más un eclipse…

No, querido leyente,
tú que, sin ego alejado,
te nombras perito,
excelso y fastuoso,
de unas letras subjetivas
que jamás fueron por nadie
dedicadas a tu mente,
debo decirte en un poema
que, ni intérprete,
ni cosa de poeta
eres,
ni seas…
ni serás…
jamás, jamás, jamás,
de mis cavilosos signos…

Mi poema es mío:
entiéndelo cual quieras…


Y es que…
un poeta…
un poeta es…
¡es sólo un hombre que busca salidas…!
Expresando ‘algo’
el poeta se libera…
saca sus angustias…
calma su alma…
calla al instinto…
doma a su bestia…

se vuelve humano…

Para mí,
el escritor,
el trovador,
el bohemio,
el poeta,
sabe que,
al sentarse
dedica a sus letras
una parte grande
de su preciada vida…

Un poema
es un obsequio
de la vida de su autor…

En cada verso
se puede leer entrelíneas
aquella cierta,
bella y verdadera,
dedicación,
el esfuerzo,
el miedo,
el sufrimiento,
el pensamiento
y el ser en sí
que deja el poeta,
a modo de estela,
a manera de rastro,
en sus obras…

En el paquete
de palabras
que te cargas
y que llamas: libro,
se incluye cada segundo,
cada fumarola,
cada razonamiento,
cada emoción,
cada expresión,
cada trago…
cada reflexión…
cada suspiro…
cada idea…
cada aprecio…
cada satisfacción del que escribe…

Un libro
es el esfuerzo heroico de algún hombre
para expresar su “ser”,
para gritar su “estar”…


Mas…
volviendo a los poetas,
¿quién so yo,
irónicamente,
para juzgar
a la Poesía…?

Jajaja…
he caído en mi propia trampa…

El arte de la poesía…

El arte está en el poeta…
y el poeta…
el poeta es poesía…

Sí…

El poeta es poesía,
la poesía es el poeta,
el poeta es hombre,
el hombre humano,
y el humano…
el humano imperfecto…

La poesía es,
sin más,
imperfectamente
belleza perfecta…

Punto final…



[1] NOTA: Mientras se declama, las próximas acciones, los ademanes y la tonalidad de voz ya dependerán libremente del actor, pues, finalmente, el actor también es artista y, por lo tanto, también debe crear, componer, parir ideas propias, dar a conocer su ‘trait’, su toque de originalidad… Igualmente, las pausas entre ideas quedarán al gusto del acuerdo entre el actor y el director, aunque se exhorta vehementemente que se respeten los puntos suspensivos (a los cuales –quisiera aclarar–, de hecho, me gusta nombrar como “puntos reflexivos”)… Por otro lado, si el poema es demasiado largo para la capacidad de memoria del actor, se recomienda lo siguiente: Un actor similar al protagonista (mas ataviado igualmente que éste), podría aparecer del lado contrario del escenario que, cuando uno dice algo, el otro contesta, a modo de que se tratase el segundo de una especie del reflejo en el espejo del primero (cabe mencionar que, si se trata de un reflejo en el espejo, entonces la mano del segundo actor seguiría siendo la mano opuesta al público)(también se debe indicar que jamás deben estar prendidas las luces sobre la cabeza de ambos: sólo uno, a la vez que el iluminado declama). El orden entre las ‘dicencias’ repartidas entre ambos personajes, queda totalmente a decisión del director de escena.

(Imagen tomada de http://7apoli.blogspot.com)

La Humanidad vs La Individualidad


La humanidad...nombre que orgullosamente damos a la semejanza de otros entre nosotros; entendemos esto como el presunto alcance de comprensión recíproco de los unos a los otros… Queremos creer que la humanidad es el logro colectivo de formar una armonía social, la cual se fundamenta en la mentira ilusoria de suponer que todos somos iguales: nacemos con las “mismas” oportunidades, con los mismos derechos de “libertad” suficiente para superarnos y, así, lograr el “éxito” mediante heroicos esfuerzos…

Mas, ¿es esto cierto…?

¿Es ese “éxito” realmente nuestro debido objetivo en la vida…?

¿Qué es exactamente, entre el ‘stricto sensu’ y el ‘lato sensu’, la significación de la palabra “éxito”?

¿Qué tanto somos y nos hacemos por lo que debemos ser ante los demás, lo que queremos ser ante nosotros y lo que necesitamos ser ante nuestra ineludible imperfección…?

¿Cuánto decidimos en base a lo que se espera de nosotros en cuanto a entes-sociales y no por aquello en que esperamos convertirnos como entes-individuales soñadores?

¿Qué tanto nos alejamos de nuestra pureza humana, de nuestra moral natural, de la ética innata y de nuestra voluntad real al fijarnos unas metas producto de la educación, idiosincrasia cultural y costumbres que nos han sido impuestas desde el momento en que nacemos?

Es decir, ¿creemos en un dios, en un gobierno imparcial e igualitario, en la existencia de los valores de justicia, honor, rectitud y heroísmo; todo ello por simple resignación de nuestra valiosa existencia para lograr la adecuación de nuestro comportamiento entre la moral social… o es que honestamente podemos decir que nos hemos detenido a reflexionar lo suficiente para atrevernos a dudar sobre todo lo establecido como “hecho” inapelable y, así, de este modo, con supuesta sabiduría y reconociéndonos a nosotros mismos como “cosas animadas” carentes de perfección; así (repito) es que finalmente puede descansar nuestra conciencia tras dudar, analizar, juzgar y, entonces, para satisfacer nuestro deseo de respuestas, dictamos sentencia final a favor del Mundo y en contra de nuestra capacidad de duda: todo lo que ya existía antes de que tú nacieras y que, consecuentemente, te inculcaron impositivamente aquellos adultos quienes, creyéndose sabios, inteligentes y expertos (de experiencia), te dieron una formación “perfecta”, pues, según tu juicio de conformidad e indiferencia ante las limitantes que se te exigen entre leyes, mandamientos, reglas, normas, comportamientos de etiqueta, conductas permisibles, acciones prudentes, alabanzas de altruismo heroico, tendencias a la estética de moda, apariencias deseosas, posesiones envidiables, amistades inciertas y confianzas sospechosas; según tus creencias, según tu afirmación de que tu “moral natural (y pura)”, supuestamente desvestida de toda experiencia mundano-social, según todo esto, aseguras que vivimos en una economía, una colectividad, un Estado y mundo perfectos: todo lo que “es” y todo cuanto “está”, según nuestro modo conformista de pensar “inteligentemente” con practicidad y ordenamiento, todo cuanto existe es bueno, correcto, verdadero e insuperable…?

En pocas palabras: preferimos pensar que todo lo ya establecido existe porque así es como debe ser, antes que atrevernos a dudar sobre el por qué existe ello de tal modo… Es decir, se nos antoja más conveniente adaptarnos a los hechos antes que reflexionar sobre la posible transformación de un mundo conocido…

La humanidad: sociedad inteligente… ¡Bah!

La inteligencia no es sino la estupidez misma… la cual tiende a ser mayor en cuanto a mayor colectividad de individuos...

Ese “intelecto” del que tanto presumimos, esa razón que busca obsesivamente el orden perfecto y la respuesta final a todo, no hace más que fracasar en el intento… Mientras más busca nuestra inteligencia colocarse en el trono de la perfección inapelable, más se hunde en las aguas de la imperfección y en las arenas finas de la estupidez…

La estupidez del hombre se comprueba con la misma presunción de inteligencia: La razón humana es ajena a la comprensión lógica de concebir, entender y aceptar que, siendo él mismo imperfecto, es, entonces, digno exclusivamente de decisiones, organización, sistematizaciones y orden, igualmente imperfectos…

Que nos quede bien claro, en conclusión, que el hombre no es una inteligencia que comete estupideces, sino un estúpido que pretende inteligencia…

Y, aclarando al lector, no estoy en contra del hombre, mas en contra de la negación del hombre como hombre…

Finalmente, ¿qué no es de sabios y qué no nos acerca más a aquella perfección que tanto buscamos el hecho de reconocer nuestra ineludible imperfección... nuestra estupidez...?


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