De Hombre a Escritor


¡Ay!, lector, si alguna vez te decidieras a hacerles frente a esas astutas páginas… ¡qué gran escritor encontrarías en ti!
¡Ah!, pero las sagaces hojas bien saben ofender con esas ancestrales saetas de ignominia que, empapadas de experticia, se encajan sin fallo en el gaznate de los hombres, obligándoles a callar y a agachar el rostro y a hundir la mirada en el suelo… ¡Qué sabia –y cerca de ser una inquebrantable estrategia– la de aquellas arqueras de ‘vestidos’ blancos, pues, al motivarnos a doblar el cuello de ese modo, nos revelan ese gesto humano por el cual se muestra la humillación en nosotros y, así, nos convencen –con posibilidades cuasi-ineludibles– de emprender la retirada…

Bueno, querido lector, quiero contarte un poco sobre lo que yo llamo “Mi Gran Hazaña”, mediante la cual me he convertido yo mismo en mi propio héroe…

No me lo esperaba… pero sucedió que, en alguno de esos momentos donde crees que no puede existir persona alguna en el mundo capaz de sufrir un mayor aburrimiento al tuyo; en uno de esos días donde sientes que nada te puede dejar satisfecho… ¡uno de esos instantes donde nada te apetece, todo te molesta, que requieres compañía de alguien pero que no hay persona alguna disponible para ti…! ¡Y ni siquiera te nace la motivación de eludir ese hastío con alguna actividad…! Casi puedes afirmar que el Universo ha conspirado maquiavélicamente para hacerte sentir solo, innecesario, incapaz… Estás en soledad y ello no te gusta… Mas… ¿por qué nos esforzamos tanto por evitar la soledad…?

Jeje… Pero, no nos salgamos del tema por el momento: ya hablaremos de ello (la soledad) en su momento, en otro día…; mas, creo que puedo –y debo– obsequiarte –tal vez con una sencillez demasiado osada– que aquello estriba en el hecho de no saberte –o de no conocerte– lo suficiente para soportarte a ti mismo: temes a tus ideas, a tus perversiones humanas... ¡Le tienes terror a aquella voz que contradice a tu honestidad, a tu rectitud, a tu moral… y por ello odias la soledad…!

En fin, te comentaba que, por alguna necesidad de librarme de mi hastío, me vi sentado, con un bolígrafo en la mano izquierda (pues soy zurdo) frente a una mesa y, sobre ésta, unas hojas… unas hojas… “esas” hojas… unos pedazos blancos a los cuales jamás había tenido la necesidad de obsequiarles cualquier importancia… Y ahí estaban ellas –las hojas–, varias de ellas… escuetas, enigmáticas, atractivas… tan blancas como el alabastro… elegantemente ataviadas, finamente rasuradas y cortadas y dispuestas una sobre otra de un modo preciso, exacto… Se me antojaban éstas como musas rebosantes de inspiración, doncellas esperando a su reina, sutiles damas de honor en una boda olímpica, seres deiformes que esperan pacientemente para iniciar la alegre danza que anuncia a la próxima alborada, reflejando en sí mismas los primeros haces solares como manantial de curiosidades humanas, fuente confiable de deseos o, sencillamente, como un nuevo amigo que planea mostrarte mundos nuevos… Eran divinas… destellantes bajo la tenue luz de la estancia…
En un principio de jactaban ellas, a modo burlón, nombrándose a sí mismas como ‘Las Imposibles e Inconquistables’…
Luego, tras la dulce y gozosa querella que libramos mi conformismo y yo sobre el imperio de las presuntuosas hojas albas, entre las ideas desaparecidas y aquellas que honorables jamás ceden a la sugestión de mi razón, sobre la pelea de las anotaciones suprimidas y aquellas retomadas que sirven para ganar terrenos nuevos, en aquel cruel y sabio campo donde algunas oraciones caen y otras tantas palabras se desintegran, luego de retiradas y retrocesos obligatorios que me devuelven al mundo real y que, por lo tanto, me alejan de las pericias de mi escritura guerrera y que, dándome de baja voluntaria por cansarme de la lid literata, al notar que no sólo logré entintarles a ellas, sino también a muchas más, me doy cuenta del poder que puede uno ejercer sobre cualquier materia si existe la disponibilidad en el alma humana…

Vencí… Dominó mi creatividad humana a la burla de aquellos cuadrados de angelical color…

La última oración… la última letra… el punto final… y una sonrisa que desata el orgullo humano, la utilidad plena, la razón de la importancia personal en este mundo, el triunfo sobre lo común y mundano para convertirse en extra-ordinario…

¡Gané, hojas ilusas… gané! ¡Me convertí en campeador a pesar de su porte imponente…!
De ahora en adelante, queridas páginas mías, han de arrodillarse ante el título que me otorga la lid de las letras: el título de escritor…



“Either write something worth reading or do something worth writing.”

Benjamin Franklin



Te Bautizo Perfecta...


TE BAUTIZO PERFECTA...

Te bautizo perfecta,
mas no por tus labios,
ligeramente asimétricos,
que me atraen como un par
de tabúes magnéticos…

Te admiro como bella,
pero no por tu figura
ni por la délfica silueta
de tu parabólica cintura…

Te antojas tanto sin defectos
a los ojos de este asombrado
que aún en mil intentos vagos
no te separa la mirada.

¡Ay!, te instauro en el Olimpo
y te descuello entre sus pueblos;
luego al mundo te devuelvo
y entre pecados te ventilo;
mas ni así un cabello se te encrespa
pues perfecto era tu pelo…
¡ay, ello y todo tu recuerdo!

Te me figuras elegante,
segura de tu esencia,
caminante,
ausente de las dudas,
confiada en tu futura
conjetura de otro mundo
(paralelo y existente),
y marchando dejas rastro
de laureles y de olivos;
y sabiéndolo no gritas
pues callada dices más…
y así,
así y sólo así,
la sabiduría te persigue
sin tocar conocimientos…

Te me adueñas de mis ojos,
me desmayo,
vuelvo en mí,
me asesinas,
me revives,
me sonríes,
te me alejas…
y tu mirada no regresa…
o de reojo me señala,
indiferente pero humana…
o, tal vez,
me besa inentendible
y me muestra un interés
que no descifro ni con sueños…

¡Te apoderas de mi mente
logrando persuadirme
que yo soy el que conquista
cuando tu fugaz estratagema
seduce al iluso invencible!

¿Quién más que tú, mujer,
prefiere sutileza
ante el asombro encarecido
de aquel que,
sin saberlo ni en sospecha,
inventa y edifica
ese planeta fantasioso
que se origina en el núcleo
de tu plugo silencioso?

Inigualable y justa caprichosa,
tú, largui-observadora del augurio,
domadora de ese animal que te persigue,
de ese pragmático cuasi-ingeniero de todo,
tú que te atreves a tragar la amarga sábila
del saber una verdad para callarla,
pues convienes que ello es requerido
para alcanzar… algo…
algo alto y alejado…
algo escondido e inconcebible
al varón que te persigue…

Tú…
tú que a diferencia de este imberbe,
distinta a este ensayo de hombre maduro,
te conoces la fórmula intachable
para el éxito de la concordia de esta raza;

A ti…
A ti que tanto y tanto y tanto
te esperabas estas letras,
ocultas tras los dientes
del orgullo masculino,
debo confesarte cosa cierta…

Eres, a estos ojos infantiles,
admirable y envidiable,
adorable y fascinante,
interesante, fastuosa,
vastamente convergente y,
por ello mismo,
inentendible,
ininteligible,
pero a un mismo tiempo
accesible, comprensiva,
paciente y sabedora…

Eres extraña,
extraordinaria,
extrahumana,
extraterrestre,
alienígena de un mundo extraño,
rareza en un planeta orgulloso,
salvadora heroica de la raza débil,
profeta al pueblo destinado a la nada…

A ti,
mujer, mujer, mujer…
a ti que silencias bocas,
sumisa entre sonrisas,
siempre elegante
y sin duda glamorosa
(a pesar de todos y de todo,
pues aun la mínima sugestión
se retuerce, se disipa,
se transforma y se florece
en la obra de tu excelsa desnudez),
¡ay!, a ti, suspiro de mi vida,
te debo algo impagable…

Tú,
hermosura inhallable…
¡Te tengo enfrente,
mas aún te busco!
Y aquí te existes:
te veo,
te sueño,
te figuro mía
y me armo de lanzas y de grebas
para querellarte ante cualquiera:
sean los hombres de intenciones,
sus afanes de trofeo,
toda regla o toda norma,
tus ancestros o mi alcurnia,
tu pasado contra mi futuro,
tu futuro contra mi destino,
mi destino contra el universo,
el universo contra mis deseos,
y mis deseos…
¡de ellos nada si es tu modo de quererlo!

Y te idealizo sin saberte,
y cavilando me doy valor,
pero al volverte me disipas;
entonces, me flagela mi consciencia,
me humillo,
me rebelo,
te recuerdo
y me vuelvo nuevamente caballero…

Mujer que a mis ojos envenenas
y a mi alma la incineras,
no es capricho ni poder,
ni haberme de tu amor,
ni quererme tu querer,
lo que anhelo en lo posible de un mañana
o la espera de un “tal vez”…
¡Ay, una mínima duda
que me calme y me encandile!

Tú, exquisita, divina y necesaria,
sé que bien lo sabes,
mas sin deber te lo recuerdo:
los perversos somos hombres:
la imperfección no es ajena
mas ronda a nuestra especie…

¡Ay, impecable encantadora,
una memoria he de grabarte:
la nube que desciende
para quedarse
entre aromas disolutos
se convierte en simple viento!
No nos vengas, pues,
como profecía que fracasa
por venir sin un engaño,
mas como fiera
que a su presa la atesora,
conque el hombre sólo quiere
y en su esencia no comprende
que los males le denigran…

¡Ay!, tú, tú ilusión inquebrantable,
sábete que no soy el hombre que tú esperas,
no soy el príncipe que sueñas
ni el que devora tus anhelos,
sino esa cosa que te mide
con la métrica que vales.

¡Ay!, si solamente se pudiera
que en un relámpago entendieras
que mis ojos son inmunes
a la costumbre hacia tu esencia,
y que si un día se apagaran
las palabras de mi boca,
como cirios consumidos,
por probarte enteramente,
aún así, insatisfecho me volviese
en un esfuerzo
querellante ante mi plugo
y lograría sin recatos
que aquella
(tu beata sonrisa),
fuera la oriflama en mi castillo:
nuevamente
y cuantas veces necesario…

Aquí,
si bien sincero te las verso,
mi futuro no es honesto;
mas ello no lo entiendo,
pues intenciones siempre tengo,
que cual íncubo impiadoso
me seducen y me tientan,
y me convencen sin esfuerzo
de la pureza de mis actos…
mas…
¡ay, el oprobio, mujer, el oprobio…!
¡El oprobio reina en mis acciones!

¡Ay!, de nos los hombres,
víctimas y predadores,
humanos y polutos,
corruptos y mundanos,
pensantes convenientes
y convincentes destructivos…
reprochable mezcolanza,
mas necesaria para que cuaje
el yeso celestial
que nos brilla y nos permite,
nos guía y nos integra,
nos mantiene como somos
y con paciencia nos espera,
nos aguarda,
y sin dudas se lo piensa,
que llegará un día el instante,
en la oscura eternidad,
en que sabremos llegar a aquella altura
donde viven y revuelan sus mentes:
ellas que miran y deducen
la única e inamovible
certeza verdadera…

Mas, ¡oh!, perfecta,
no serías ello si una falla te faltase,
y aquella no es otra
que la misma espera
de esta bestia
que en un abismo te asemeja…

Quiero decirte
(rasgando sigiloso
la seda persuasiva),
que… ¡soy ese único “yo”
que retaría a lo imposible,
seduciría a lo prohibido,
tentaría al mismo intento
y entre tabúes se revolcaría
para adecuar los hechos
a tus dulces fantasías!

Yo…
yo, mujer, te bautizo perfecta,
mas no porque a las fallas te resistas;
tampoco porque el Sol te bese el paso…

Te declaro como máxima cualidad del hombre,
pues aún sabiendo que te miras sin defectos
te pronuncias imperfecta para volverte sólo,
sencillamente y admirablemente… humana…

A ti, envidiable ser, te llamo por tu nombre: “Mujer”,
pues no existe (ni existirá jamás)
sinónimo que te describa a más,
para entenderte como ininteligiblemente se logra:
una sencilla y perfecta imperfección: Mujer…


Filosofía de un Caviloso (entrega 4 de 4)


EN PRO DEL “BASTA DE SEXISMOS”


¡Los hombres seguimos buscando una mujer que nos convierta en seres satisfechos y las mujeres continúan en la persecución de un hombre que les dé más importancia a ellas que a él mismo…!

¡Ay, necedad humana…!

¡Damas y caballeros, recordando a Nietzsche en voz de Octavio Paz: “Los hombres son idealistas y las mujeres ilusorias”! ¡Dejemos de imponer nuestra esencia sobre el sexo opuesto! ¿Cuál es exactamente el objeto de buscar adaptar a nuestra contraparte sexual…? Es decir, lo que es igual, no busquemos hacer un hombre de la mujer, ni una mujer del hombre…
En el momento en que entendamos esto, dejaremos las peleas sexistas, pues la mujer entenderá que debe otorgar cierta libertad al hombre para sus vicios (sin querer bañar esta llamada “libertad” con la bien polémica y eterna cuestión de la infidelidad) y, a su vez, es menester que el hombre comprenda que las mujeres son fieles cuando se les ofrece lo que, a mi parecer, creen más preciado: atención y prioridad: sobre todos y sobre todo…

La mujer no es menos que la misma salvación de la especie: es quien guía y controla a la bestia humana (es decir, al hombre) con el objetivo de librarle de sus vicios y tentaciones para que éste se estabilice, encuentre su lado emocional y altruista (mas sin dejar atrás su ambición) para que éste supere a la raza… Es decir, el motivo de existencia del hombre es la evolución de la estirpe humana, mientras que el papel de la mujer se entiende como la encargada de perpetuar la especie…
Así es, la mujer es la administradora por excelencia de la existencia humana… Y, si bien –en base a nuestros razonamientos y a la experiencia propia– la mujer es una inigualable organizadora y ordenadora de la humanidad, ¿no deberíamos (a modo de comentario reflexivo) nombrar a las mujeres como dirigentes de las naciones? ¿Qué no nos conviene ello…?

¡Ah!, pero perderíamos el orgullo viril, ¿cierto…?

Y es que al hombre no le interesa perpetuar la especie, si no llegar, él mismo, más lejos que sus semejantes… ¡Nosotros los machos buscamos no más que ser los mejores a cualquier costo!

Desde luego, el hombre tiende a ser ‘la mejor opción’ entre sus similares para poder, entonces, escoger a la ‘mejor’ hembra… Mas el hombre indómito, aquel que decide vagar como bestia callejera sin una mujer guía en su vida, si bien es cierto que será capaz de adquirir el mayor poder entre los demás hombres, también es cierto que nunca se entenderá a sí mismo, pues cierra su mente a su propio pensamiento, a su propio mundo, y no recibe consejos, lo que le evita mirar todo desde otro ángulo…

En pocas palabras, un hombre sin mujer es un hombre ignorante… Sí, tal vez se logre a sí mismo como una persona con mucha cultura, dinero y capital político y, consecuentemente, con mucha ‘posibilidad’; mas, no obstante, sin experiencia de vida… Es decir, puede ‘saber’, pero no ‘conocer’ la vida…

Sin más, ‘empático’ cohabitante, queridísimo y razonable hombre, quiero decirte que el sabio, el verdadero sabio, aquel que muere y deja esta vida con una sonrisa en el rostro, es aquel valiente que se atrevió a enfrentarse a sí mismo y que, conociéndose como lo que ‘es’ y aceptando que ‘está’ aquí (por alguna razón favorablemente inexplicable), hizo todas o, simplemente, alguna de tres cosas: persiguió sin dudas sus sueños, logró lo que creía imposible, o encontró a una pareja que lo aceptara y lo entendiera puramente como ‘es’ y como ‘está’…


Aaaaaah… En fin…


Sin más, querido y loco amigo, después de mucha cavilación que oscila entre lo interesante y lo fútil, te deseo una vida ‘aceptada’ y ‘conocedora’…


Título: El Soñador 
Serie: Ediciones 
Año: 2011 
Autor: Pablo Letras (Pablo Navarro)

Filosofía de un Caviloso (entrega 3 de 4)


LA BURLA DE LA NATURALEZA

“Ja, ja, ja –ha de burlarse la conocedora, eterna y bien temible Naturaleza–… Tú, pequeño y diminuto hombre, sigues pensando que el Universo tiene que tener una forma, una geometría y unas leyes perfectamente simétricas, lógicas y ordenadas… ¿Qué no podría ser el Universo desigual, sin proporción, asimétrico, deforme, desordenado, indiferente, injusto, antiético, vacía su moral y carentes sus virtudes…? ¿No te alcanza la razón para imaginar que donde habitas es una parte infinitamente pequeña y sin importancia del Todo, donde, tal como los adultos a los bebés, nos regalaron ciertas leyes a modo de ‘juguetes’ para que nos entretuviéramos? Hombre, ¿no crees, sinceramente, que creyéndote adulto, sabio y pudiente, eres realmente un simple niño? Eres tan ingenuamente infantil que crees que las guerras y la individualidad del hombre son la solución a tus preocupaciones, a tus deseos y a tus necesidades…

¡Tú, ser humano, eres tan insignificante que tus más altos objetivos, en este tiempo infinito y en este espacio eterno (llamado Universo) se reducen, primeramente, a lo que tú creaste y llamaste “dinero” y, seguidamente, a lo que tú apodaste como “deseo”, el cual no es más que tu necesidad de poder sobre los tuyos! ¡Tus metas, tus máximas fronteras, tu mayor esfuerzo como ser inteligente, durante tus cortos años de existencia, se limitan a ser alguien importante dentro de un mundo insignificante! ¡Te acomodas bajo el pensamiento fútil que escoge solamente ‘ser’ y ‘estar’ en… algo... una pequeña cosa… un insignificante lugar al cual llamaste “Tierra”… Y a veces (de hecho, en la mayoría de las ocasiones), ni siquiera intentas conquistar tu diminuto mundo, sino simplemente buscas ser una huella en un pequeñísimo lugar: un continente, un país, un estado, una región, una localidad, una familia… ¡y, los que se creen más sabios, creen que la importancia está solamente en sí mismos; es decir, los que creen poseer un vasto conocimiento de las cosas creen que la solución es volverse huraño y misántropo…!

Bueno, pues, querido sabio, te tengo noticias: ¡La verdad no está en los libros, ni en los viajes, ni en la gente, ni en el mundo, sino en el pensamiento mismo; es decir, en aquello que rechazas tanto por creerlo inútil y poco práctico y que llamas “imaginación”! Y es por eso que la filosofía (no como materia de historia del pensamiento humano, sino en el mismo “saber filosofar”), aquel pensamiento realmente puro, no busca la partícula mínima última de la materia, ni la galaxia más lejana a nosotros, ni la verdad absoluta de las cosas, sino la pura libertad: el verdadero pensamiento humano no debe encaminarse al saber, sino al conocer, pues sólo conociendo hallamos una esperanza que nos liberta de este mundo, de los demás hombres, del Universo mismo y de todo… Si bien la cultura nos revela el saber humano, la experiencia nos dota del conocer universal… Tratar de aprenderlo todo en páginas sólo te vuelve esclavo de la sabiduría humana, mientras que experimentando sobre todo lo que te rodea te convierte en amo y señor de tu propio universo…

¿Te lo repito…? Ahí te va: Es bueno, real y correcto saber, pero conocer es sencillamente verdadero.
¿Un poco más específico…? Vale, va de nuevo: El saber está en los libros, el conocer está allá afuera en el mundo y adentro en ti mismo…

Estás tan ocupado renovando leyes, reglas y normas de toda índole, hombre, que no alcanzas a razonar que el Universo no es algo que deba entenderse, sino algo que tiene que aceptarse…

¡Querido Ser Humano, ¿cuál es esa razón tuya que muestras en el más alto pedestal y que no puede ser ni debatida ni cuestionada y que te obliga a empeñarte a buscar un Universo ordenado y perfecto?! ¡¿Quién te dijo que el Todo debe ser a tu modo?!

¿Hasta cuándo, estimado humano, vas a continuar inventándote seres utópicos, délficos y perfectos para resanar las lagunas de tus pensamientos?

No, no, no y no, hombre; por más que así lo quieras creer, ¡no te conoces a ti mismo! Y sí, tal vez ya lo sabías, pero si lo sabes, entonces, ¿por qué no lo aceptas? ¿Por qué continúas expandiendo tus límites sabiendo que, por más que lo hagas, siempre estarás cirun-limitado?

Deja de justificar tus errores, pues esas imperfecciones que intentas perfeccionar no son fallas tuyas, sino desperfectos del Universo mismo… ¡Te repito, estimadísimo humano, que la imperfección es la perfección misma!

Créeme, si todo fuera perfecto, ya lo hubieras comprendido todo… Es más, si la perfección existiera, tú no existirías… En otras palabras, el Universo es perfecto por la única razón de que es imperfecto, y tú eres parte de Él, ¿o no?…

Querida especie humanoide, deja de pretender que eres un ente enteramente y ávidamente sociable… ¡Acepta que eres un individualista con necesidades sociales! ¡Estás eternamente condenado a buscar mejores formas y maneras de comunicación! ¡Sábete a ti como una inteligencia que encarna en el cuerpo de una bestia! ¡Sí, eres un dios, pero una deidad atrapada en un mundo material, entre millones de otros mundos (mentes) similares (aunque bien diferentes) y que, entonces, evidentemente, eres un ser délfico que se pone como meta llegar a un cielo ya inalcanzable!

¡Eximio, fausto y perínclito hombre, aprende que fuiste desterrado del mundo de la perfección: eres hoy (y siempre) anómalo, erróneo… un ‘algo’ vivo e imperfecto digno de vicios y tentaciones para intentar acomodarse y ser aceptado por otros mundos igualmente desproporcionados y desequilibrados!
¿Puedes con todo esto…? ¿Puedes dejar de negarlo y, entonces, razonarlo, comprenderlo y, finalmente, aceptarlo con una sonrisa?

Conócete y acéptate a ti mismo como lo que eres: una especie vulnerable, mortal, temporal y, consecuentemente, finita…

Te vuelvo a preguntar: ¿Qué no es posible que la imperfección sea la perfección misma de las cosas…? Es decir, si el Universo fuera perfecto, ¿qué sentido tendría Éste mismo para existir? Si algo es perfecto, ¡no tiene necesidad alguna de siquiera ‘ser’ y ‘estar’, pues, libre de imperfectos, no debe probar nada a nadie! ¿Me sigues…?

Lo único perfecto y realmente existente es lo abstracto, lo relativo y lo subjetivo… Es decir, lo único que puede existir sin errores, es lo que no existe: en otras palabras, tus propios pensamientos, tu propia imaginación, tus mismos sentimientos y emociones, pues tú eres tu propio dios en tu mismo mundo…
Sí, así es… si es que existe el Universo, ¡es porque es divina y perfectamente imperfecto (sí, ‘leyente’, acepta que la redundancia en las palabras cobran gustosa obviedad bajo el mandato de unos buenos y apasionadas razonamientos lógicos… Digo, entonces, que “el Universo es ‘perfectamente’ imperfecto […]” porque un buen escritor {presumiéndome a mí mismo} sabe utilizar la redundancia y las muletillas {y todo lo que parezca malo ante cualquier editor de redacción} para dar énfasis o fuerza en el resultado; un gran escritor {opino} primero entiende, luego experimenta, y después escribe… luego divaga, modifica, crea, destruye y amplía lo escrito…; luego, vuelve a escribir, evoluciona y se perfecciona a sí mismo: un verdadero escritor jamás debe considerarse escritor, sino un aprendiz de sí mismo)!

Sí… estimado ingenuo, querido imberbe, amado pueril e indispensable e irremplazablemente bello y cómico y estúpido hombre (que en realidad eres nada si te comparamos con el tamaño del Universo y de todos los enigmas que no puedes siquiera imaginar {por ser ajenos a tu conocimiento, tanto ‘a priori’ como ‘a posteriori’ }; pues, somos tan irracionalmente racionales {sí, así como lo escribo: “irracionalmente racionales”}, que, como te decía anteriormente, siempre tendemos a imaginar la perfección y la simetría de las cosas…); sí, así eres tú…

Querido hombre, es hora de que comiences a realmente usar esa razón tuya…”

Mmm… O algo así pienso yo que diría la Naturaleza sobre nosotros como especie…

Título: El Soñador 
Serie: Ediciones 
Año: 2011 
Autor: Pablo Letras (Pablo Navarro)

Filosofía de un Caviloso (entrega 2 de 4)


LA IMPERFECCIÓN COMO PERFECCIÓN DEL HOMBRE

…Y, filosofando sobre sonrisas y porqués, de pronto, me vino a la mente alguien: Nietzsche, quien nos habla (en “Así hablaba Zaratustra”) que la gran solución del hombre como ser vivo y pensante (y tal vez con cierta alma), estriba en que el hombre debe (lo escribo literalmente y tal como copiosas veces lo repite dentro de su libro) “superarse a sí mismo” como hombre…
Mmm… superarse a sí mismo… ¿a qué se habrá referido exactamente aquel alemán…?

Yo, por mi parte, pienso que la solución del problema ontológico[1] no está en la superación propiamente, sino en la aceptación del hombre como hombre (tal vez sí exista esa superación hacia el superhombre nietzscheniano, pero indudablemente primero deberá haber una aceptación del humano como ser imperfecto) pues la imperfección misma de éste estriba en tender a la perfección, sabiendo que, por más normas que se imponga a sí mismo, el hombre seguirá siendo ni mucho, ni poco más, que una bestia…  Sí, por supuesto que es un ser inteligente pero, finalmente, bestia…

¿Qué no todos poseemos un lado oscuro, secreto y temible en nuestra mente…? ¿Existe realmente aquel que pueda ‘tirar la primera piedra’? ¿Es que somos tan ingenuos que creemos (o queremos pensar) que existe la bondad plena y pura en el humano…? ¿Qué no incluso, hasta los niños de tres años pueden llegar a pellizcar o jalarle el pelo a otro infante? ¿Qué no siente celos el más pequeño de cada familia (incluso los bebés –de hecho, especialmente los bebés–, y también los hombres ya maduros) cuando llega un nuevo miembro más pequeño en la familia? ¿Qué no nos nace un sentimiento de negación, de celos, de disgusto y de venganza (o justicia) cuando perdemos la atención [o la prioridad] que otra persona nos ofrecía? ¿Qué no nacemos con la necesidad de posesión de las cosas, así como con el deseo de ser prioridad entre los sentimientos y los razonamientos ajenos? ¿No es cierto que lo que más añoramos es ser deseados? ¿Es mentira que queremos ser dioses ante los demás de nuestra especie? ¿Qué no perseguimos tercamente el dinero y el poder para gobernar sobre nosotros mismos? ¿Me falta verdad al decir que nos matamos, nos deshacemos, nos mutilamos, nos esclavizamos, nos humillamos y nos tratamos de la peor manera [humanamente maquinada] para elevarnos al cielo con la explosión de aquella droga, tan personalísima del hombre, llamada: Ego?

¡Todos estamos corrompidos y corruptos entre el campo de batalla donde querellan el mundo del hombre y el mundo de la Naturaleza y del Universo!

¿Qué no lo primero que hacemos al salir del vientre de nuestra madre es llorar? ¿Qué no es ello natural…?

La Naturaleza es sabia, pero también macabra, pues a Ésta poco le importa el hecho de que tendamos (los hombres) a la justicia, a la perfección, a los ideales de paz y bondad, a la falsedad de un líder-héroe-salvador-profeta (que sólo puede existir en libros) a modo de personaje de tragedia del griego “Sófocles” o un héroe versado por la boca de Homero o de Virgilio: un ser que roza la seda de la perfección humana, una persona sin vicios y atestado de todas las virtudes conocidas y por conocer…
En pocas palabras, el hombre tiende a ser el personaje utópicamente admirable…

Y sobre todo esto, ¿qué no tiene la Naturaleza una razón correcta y suficiente para burlarse de nosotros? ¡Los hombres somos ridículos…! Somos unos seres imperfectos que, como hemos logrado tanto y hemos rebasado y destruido millones de obstáculos para evolucionar a un modo que ni nosotros mismos podemos creer; y que, como hemos entendido, aprendido y comprendido tantas y tantas cosas –nosotros: estos seres imperfectos –, como hemos alcanzado todo esto, ¡pensamos que podemos ser dioses perfectos del Universo!

¿Qué no, finalmente, todos somos ‘políticos’ vitalicios…? ¿Qué no buscamos más y más y más y más…? ¿Qué no deseamos destronar al poderoso para hacernos más o mejores?

[continuará en la siguiente entrega...]
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[1] Como ciencia del ‘ser’ y el ‘estar’ del hombre


Título: El Soñador 
Serie: Ediciones 
Año: 2011 
Autor: Pablo Letras (Pablo Navarro)

Filosofía de un Caviloso (entrega 1 de 4)

INTRODUCCIÓN

En uno de esos momentos donde suele invadirnos una lucidez rara, paradójica y fantástica; a modo de epifanía personal donde queremos decirlo todo, cual si fuese ello la verdad final de todo y donde creemos que seremos escuchados, entendidos y, finalmente, colmados de loores y encomios por emanar las palabras más exquisitamente sabias (y sutilmente acomodadas en las mentes de los leyentes –o leedores o lectores o, lo que es lo mismo, de ti–), pues soñamos que logramos desentrañar los enigmas y misterios irresolutos que aguijonean el alma del hombre… Mmm… algo así como cuando nos sumergimos en uno de esos instantes en los que se nos antoja soñar despiertos sobre un futuro que creemos posible y que, por ello, lo construimos en nuestras mentes como algo divinamente exacto y perfectamente adecuado a nuestras necesidades más próximas (y también para cubrir hasta los más pequeños de nuestros deseos de adaptación, de utilidad y, finalmente, de sentirnos necesarios para el mundo)…; en pocas palabras (o en muchas tal vez), uno de esos periodos donde parece que el mundo se detiene para nosotros y, volviéndonos dioses de todas las consecuencias mundanas y humanas (e involuntarias), nos transformamos a nosotros mismos, en nuestra imaginación, pasando de simples mortales plebeyos que somos en el presente, en reyes del mundo y emperadores del Universo –¡Sí, querido lector, todos hemos conquistado el corazón de todos los hombres en algún momento de nuestras vidas… en nuestros más profundos deseos de ser adorados y conducidos a la realidad ficticia por las razones en nuestra imaginación…! Mmm… mas, ¿qué no la imaginación es lo que antecede a los sucesos reales actuales?; ¿qué no primero imaginamos para poder crear en lo real?... Para 'real-izar' algo, primero debemos entenderlo, ¿cierto? Entonces, todo primero en la mente y luego lanzado hacia el mundo exterior… ¡Lo abstracto es madre y padre de todo lo humanamente concretado…! ¡Ah!, por lo tanto, por todo esto, todos somos candidatos a ganarnos al mundo, y no a través del miedo (contradiciendo al eximio florentino, quien besaba los talones ‘Medici’ –Sí, me refiero a Maquiavelo–…), sino a través del razonamiento lógico y las acciones que son dignas de ejemplo de estilo de vida; es decir, a través del amor, y no del miedo, es que podemos precisamente ganarnos al mundo… Pues, si bien es inherente a nosotros los humanos la búsqueda del poder, también somos capaces de ganar ello por medio del amor; pues, ¿qué no el amor es nuestro ideal como humanos?; ¿es mentira que veneramos esas historias de amor novelescas?; ¿no pedimos a gritos finales felices en las historias cinematográficas?; ¿no honoramos la perfección humana en valores, en consciencia ética y moral, de un personaje ideal (llámese “príncipe azul”) que no tiene enemigos y que, los únicos personajes que están en su contra terminan por convertirse al camino del bien o, en última instancia, muertos o alejados de toda sociedad?; ¿qué no todos los mensajes mercadotécnicos y publicitarios nos enfocan hacia la meta de darlo todo (como robots) recibiendo a cambio poco más que la satisfacción de ser útiles a la comunidad?; ¿qué no nos gusta pensar que, a pesar de que todos somos imperfectos, existe la posibilidad de perfección?; ¿es falsa mi idea de que en todos los filmes existe un solo gran problema que termina por resolverse (muy alejado todo ello de la realidad, en donde nos atacan infinitos problemas, tanto internos como externos, a diario)?; ¿realmente somos tan idiotas los hombres como para saber que somos imperfectos y, no obstante, como imperfectos obstinados que somos, reclamar que merecemos la perfección por el simple hecho de ser inteligentes?... ¡¿Es que realmente pensamos que podemos llegar a ser perfectos, en un trabajo envidiable, con una familia galante y una serie de posesiones materiales dignas de admiración?! ¡¿Es que somos sólo un pedazo más de cosa viviente en el Univeso?! ¡¿Es que realmente podemos alcanzar un mundo sin hambre ni pobreza, donde todo el mundo porte una sonrisa como uniforme y se comporte impecablemente como miembro domado por una sociedad dominante…? ¡La felicidad propia no es más que la desdicha ajena...!

Sí, hombre, eres único, pero no perfecto… ¡Ay, cómo desconfío de todo aquel que niega sus vicios y sus perversiones, pues aquel que se muestra como una superficie de seda, termina siendo un nido de insectos por dentro!

Sí, definitivamente el amor es algo indubitablemente humano que nos hace aceptar nuestro lado oscuro, nuestras imperfecciones, nuestro “niño” interno, nuestro “yo” verdadero, nuestro mismo lado humano… Si el efecto de las cosas es el competitivo sentimiento de sonreírle a nuestra propia imperfección, entonces, la causa es el amor… El amor es como una vacuna, una medicina… Algo así como: “Úsese en contra de los síntomas de soledad y de locura genial en el hombre. Efectos secundarios: estabilidad monótona del alma, arrepentimiento punzante, ansias esporádicas de una vida “libre” y delirio de utilidad y de grandeza social”.

En fin… A todo esto, ¿acaso no el enamoramiento es tan poderoso que puede controlar nuestras razones lógicas…?

Bueno... Querido lector, continuando con la explicación de mi “momento de lucidez”, te decía que en esos momentos donde podemos saborear la victoria personal e ilusoria en nuestras cabezas; esos minutos que terminamos con una sincera sonrisa y que, posteriormente al recordar la realidad de la situación en donde vivimos, acabamos con una resignación hacia todo… mas siempre, extrañamente, llenos de una energía potente, mas efímera, para enfrentar al mundo… en uno de esos instantes de "pseudo" soñar con los ojos abiertos (y perdón, lector, por describir tanto este momento que en tantas letras te he comentado, pero quiero que quede perfectamente entendido mi sentimiento; el cual, me atrevo a afirmar, todos en algún momento lo hemos experimentado), en uno de estos cortos (y muy escasamente contados en nuestras vidas) periodos de tiempo donde somos realmente humanos, pues nos transformamos (en nuestros sueños lúcidos) en seres conscientes, prudentes, amantes de una realidad perfecta y admirables… Repito (por último), en uno de estos momentos que tanto te he descrito aquí, estimado repasador de estas letras, me atreví a envolverme entre las auroras filosóficas y cuasi-poéticas, en donde me dispuse a escribir…

Y así, entonces, ávido lector, como suelo hacer de vez en vez, comencé a divagar y a navegar sobre las arenas metafísicas de mi mente, tratando de entender un poco más del hombre… Y en este estado soporífero pero consciente, me atrevo a escribir a modo de prosa poética (no de poesía prosaica), lo que me pasea por la mente ahora…

[continuará en la siguiente entrega...]


Título: El Soñador
Serie: Ediciones
Año: 2011
Autor: Pablo Letras (Pablo Navarro)

A Gentle Blues


El otro día me percaté de que hace "mucho" tiempo que no les obsequiaba un vídeo con alguna canción mía...

Así es que, sin más... "A Gentle Blues"...

Camaleón


Sólo un pequeño poema para ustedes...


"Camaleón"

¿Qué sentido tiene buscar una vida
si la vida es un camaleón
que se adapta a las circunstancias?

Sea un apio o un melón,
se deshace de nuestras bridas
para trocarse dulce o amarga…

¡Qué sentido el de mi vida!
¿Qué importancia buscar un contento
si el ocaso no conoce sonrisas?

El futuro no es algo cierto;
mis planes dependen del mundo,
y al mundo le importa un carajo…

¡¿Cuál es de mi vida su rumbo?!
Nada… si mis sueños se adaptan
a todo ello que me circunda,

seré otro fruto de mata,
seré persona viva y digna,
seré un sueño cumplido;

mas si mi meta es maligna
para el resto del frutal,
seré soledad y destierro;

seré marchito y fatal,
pues mi más sincero deseo
se escapó de la mano de mi deber…

¿Qué sentido tiene buscar una vida
si la vida es un camaleón
que se adapta a las circunstancias?


La Parábola del Árbol de Tres Mil Hojas (o de la historia de la humanidad)


–Vine buscando un árbol, un árbol de tres mil hojas…

Así dijo el muchacho, quien había venido caminando desde hace mucho tiempo y desde ha mucha distancia…

–Venía con la ilusión de encontrar ese follaje del que tanto me habló mi padre cuando era yo pequeño… Sí, me hablaba de un cuento, un cuento fantástico, maravilloso, ¡perfecto…!
Y, entonces, tanto se me quedó grabada esa anécdota que versaba sobre un lugar lleno de paz y felicidad, tanto se quedó aquello en mi mente, que en ese preciso momento me hice una promesa: mi misión en esta vida sería ser el primero en buscar y en encontrar ese lugar de éxtasis permanente que contenía un árbol de tres mil hojas… hojas que nunca caían de dicho árbol, pues era un lugar donde el clima siempre era tan exactamente templado, que no había viento, ni frío que le curtieran… ¡En ese lugar ni siquiera existía un tiempo ni un espacio: todo era eterno, sempiterno, vasto suficiente y sin una sola preocupación que agraviara la salud…! Era… era… ¡era un mundo realmente perfecto donde nadie podía borrar la sonrisa del rostro! ¡Era tan bello convivir con esas personas en ese lugar donde el cuerpo no sufría ni de hambre ni de sed…! ¡No existía el sueño ni los sueños, pues estos, finalmente, se habían vuelto realidad!
¿Puedes imaginar cómo, a esa temprana edad, iba a poder quitarme de mi mente ese lugar divinal…? ¡Imposible…!
Y entonces me ocupé de encontrar, por todo el Universo, ese árbol que tuviera exactamente tres mil hojas y ¡que éstas nunca se cayeran de sus ramas!
Y empecé a caminar, empecé a evolucionar, comencé a inventarme aparatos que me pudieran llevar más lejos y más rápido en busca de esa planta perfecta… Pero, por más que yo quería luchar contra el tiempo, contra el espacio y en contra de la Naturaleza misma, siempre había algo que me detenía y me forzaba a reflexionar: había aprendido qué especies de árboles pudieran tener tres mil hojas y las grabé en mi mente; y con la experiencia de mi faena me convertí experto en botánica…. todo esto y muchísimas cosas más aprendí durante mi viaje… , pero siempre tenía que esperar al tiempo de la Naturaleza: debía esperarme muchas estaciones del año ahí, tratando de evitar el sueño, para no perder de vista si se caía una sola hoja del árbol: si ésta caía, no era mi árbol perfecto… Y sí, he vivido muchos años… demasiados, tal vez, pero si he vivido tanto es porque tengo una meta, y eso me impide abandonar este mundo… Por otro lado, hay veces en que me invade la desesperación y comienzo a hundirme en vicios, a autodestruirme; pero eso también me ha servido para no volverme loco buscando incesantemente ese lugar excelso con el que siempre he soñado…
Pero un día, sin poder imaginármelo por la mañana, por la tarde, mi vida cambió… Me desperté como cualquier otro día, luchando por ese sueño… Pero, por el ocaso, algo en mí me detuvo: era una conciencia mía que ni yo sabía que existía en mí: esa conciencia me dijo: “¿Por qué te engañas a ti mismo?; ¿por qué buscas algo que sabes que no existe?; ¿por qué tienes en la cabeza una meta que te mantiene vivo, pero que te hace vivir como una máquina que busca un objeto utópico por los siglos de milenios?; ¿eres acaso un robot?; ¿por qué tienes en la mente una imagen perfectamente simétrica de las cosas?; ¡por qué buscas la perfección si sabes que la imperfección misma es la perfección!; ¿qué no existe la felicidad porque también existe la tristeza?; ¿cómo podrías saber que el negro es negro si no conoces el blanco? Viajante, detén tus pasos, no quieras creer que lo conoces todo cuando ni siquiera sabes que hay algo más allá de lo que tú ves… ¡Hombre, te tengo noticias: no eres dios! ¡Hombre, no eres un hombre: eres apenas un niño que se cree hombre! ¡Detente! ¡Estás volviéndote experto en materias absurdas! Más te vale sentarte en una roca para conocerte a ti mismo, que huir de prisa de algo que no puedes controlar…”

Y así, como te decía en un principio, vine buscando un árbol, un árbol de tres mil hojas… Hoy ya no busco ese estúpido árbol de tres mil hojas, porque hoy soy más sabio, sentado en esta roca, que todos aquellos que siguen persiguiendo velozmente sus sueños perfectos… Yo, hoy ya sé que sigo vivo, y por ello, soy perfecto…

( Imagen tomada de http://erenovable.com )

Querido macho…


Hombre, tú que siempre has buscado la aceptación de tus círculos sociales; tú que intentas ser el ‘macho alfa’ entre tus amigos; tú, que tanto crees y sueñas con el éxito; tú que tiendes a ser admirado por todos y, a la vez, sentirte libre; tú que sin una mente femenina peligras de hundirte en vicios, encaminándote hacia la autodestrucción; tú que eres egoísta por naturaleza; tú que tanto ves y analizas; hombre que tanto piensas y reflexionas y te hundes en tu propia imaginación; tú, que aceptas únicamente para ti mismo que eres cuasi-délfico, un ‘homo divinus’ con su ‘divinus nature’; hombre que tan ridículamente desafías la naturaleza del Universo; que tanto tomas a la mujer como un objeto digno de admiración pero, no obstante, como un objeto finalmente; a ti, tengo algo que decirte: no eres más que un macho…

Sí, hombre, te tengo noticias… ¡eres un simple macho buscando ser el líder de la manada!

¿Qué acaso no buscas ser aquél que tenga más derecho sobre los demás? ¿No buscas obligar al débil? ¿Qué no es cierto que quieres ser el primero en hundir tus dientes en la carne de la presa? ¿Es mentira, acaso, que buscas el poder sobre cualquier otra cosa? ¿Será que me equivoco al afirmar que para ti el físico de una mujer pesa muchas veces más que su intelecto, que sus costumbres, que su estatus socio-económico y que su personalidad? ¿Realmente soy un charlatán al decirte que estás condenado a ser perseguido por las fauces del deseo durante toda tu vida?

¡Ah!, pero claro: según tú, tu inteligencia te posiciona sobre todas las bestias de este planeta y, entonces, no te llamas a ti mismo macho, sino hombre… ¡Claro, eres un hombre inteligente! Tan listo eres que ves la muerte como algo trágico y, no obstante, te dedicas a matar y a maltratar a los animales y… ¡al hombre mismo!

Querido ser inteligente, eres más bestia que cualquier otra especie, pues por lo menos los animales y las plantas se cuidan entre sí.
Hombre de lógica irrefutable, eres el único espécimen que tiende a su autodestrucción, ¿o no…?
Hombre que te llamas humano, ¿qué no tiendes a ser menos humano cada día…? ¿Qué no cuando niño creías en un mundo perfecto lleno de imaginación y fantasía…? ¿Qué no hoy ni siquiera confías en la persona que camina a tu lado…? ¿Qué no eres ya corrupto y estás corrompido…?

Querido hombre, perdón, pero debo decirte que eres más macho que cualquier otro ser vivo… ¡Felicidades, machista, ganaste el primer lugar en el mundo… de estupidez!

Querido macho, el día en que aprendas que la especie humana debe tender a la superación y a la evolución de la humanidad en general, y no solamente a la superación y a la evolución hacia ti mismo, entonces, y sólo entonces, podré llamarte hombre… un hombre humano digno de su inteligencia…


Platicando con Huberto Batis


Hoy me topé con un perínclito catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México y uno de los grandes escritores que ha parido el México actual, obsequiado con la Medalla de Oro de Bellas Artes: Huberto Batis.

Venía yo de salida de casa de mi novia y él venía llegando a su casa (desde luego, son vecinos [no cuenten con que les dé la dirección del domicilio]). Nos pusimos a platicar, pues mi novia le sugirió que me emitiera una carta de recomendación para buscar laborar en algún periódico, revista, editorial o algo ‘ad hoc’.

Él contestó, en pocas palabras, que no podía hacer eso (rechazando la petición de manera muy política, amable y afable).

Y… desde luego, lo entendí perfectamente… ¿Por qué habría de hacerlo? Al igual que la moneda debe ser una representación de las reservas económicas de un país, también lo debe ser la reputación de una persona… ¿Cuánto valdría un autógrafo de John Lennon si todos tuviésemos uno? ¿Cuál sería el valor del oro, o del diamante, si los encontráramos en cada esquina?

No, una carta de recomendación es algo que se gana: no se le da a cualquier desconocido (o, lo que es lo mismo: si tú fueras un personaje público, no recomendarías al novio de tu vecina por el simple hecho de serlo, ¿o sí? [sí, aunque vivamos en el bello país del nepotismo]). ¿Por qué habría de recomendarme alguien si no me conoce…? “Caras vemos, corazones no sabemos”, reza el dicho…

En fin… el maestro comenzó a contarme algunas anécdotas de García Márquez, Carlos Fuentes y John F. Kennedy y de algunos otros… Con lo cual me quiso dar a entender que, en el mundo actual en el que vivimos, no basta con ser un buen escritor: hay que buscar la oportunidad y explotarla.

Verbigracia, en uno de sus ejemplos me contaba que Carlos Fuentes fue invitado por el presidente Kennedy a la “Casa Blanca” en Washington, D.C. Al llegar el Sr. Fuentes a los E.U.A., como él estaba en la lista negra de dicho país por su inclinación hacia la contraria de dicho gobierno, le impidieron el paso. El escritor, en vez de mostrar su carta de invitación del presidente, decidió volver. Al llegar, la embajada tuvo que pedirle perdón y el presidente una disculpa; él, en vez de volver a los E.U. A., decidió criticar al gobierno, afirmando que el presidente Kennedy no gobernaba su propia nación, sino que la C.I.A. lo hacía por él… El caso le dio tremenda fama internacional: después de un tiempo, se reunió con el Sr. Kennedy (o así lo entendí yo de las palabras de Huberto).



Gran anécdota… Pero, querido lector, el problema conmigo es que yo soy apolítico: no me interesa opinar en contra de la situación del mundo; después de todo, ¿quién soy yo para juzgarle…?

No, a mí no me interesa cambiar al mundo; a mí me ocupa entender al hombre (entiéndase por hombre, desde luego, también a la mujer); pues, al final, el hombre es quien cambiará al mundo, no yo… Lo que a mí me importa es sembrar la semilla humana en el hombre: tal vez ésta crezca en él y, entonces, él siembre otra semilla… (Sí, yo sé que sueno a un niño soñador al estilo Lennon... pero, ¿es tan malo soñar? No dijo ¿Einstein que la imaginación prácticamente lo es todo...? En fin...)



No por nada Erasmo se convirtió en un clásico literario afirmando que la locura es inherente al hombre y que, por ello, debemos entenderla… Sartre se atrevió a decir que el existencialismo es un humanismo. Y claro, ¿por qué, no? Si el existencialismo, en brevísimas palabras, se trata de dudar de todo al punto de conocerte a ti mismo y saber que existes (“Je pense donc je suis”, decía Descartes), entonces, desde luego que el existencialismo es un cierta clase de humanismo también (dejando atrás los absurdos conceptos estrictos que componen una corriente literaria/filosófica)…

¡Hasta Nietzsche, aquél discípulo del ave negra de la filosofía, menciona que el amor es una locura, pero que la locura conlleva cierta razón! Por lo tanto, ¡hay humanismo en el hombre y… no se ha explotado! Eso, querido gustoso de mis grafías, es lo que a mí me preocupa: superar al hombre para volverlo humano… Sí, tal vez una especie del superhombre del mismo Nietzsche…



No, estimado leyente (o leedor), para mí la política es el arte de destruir al más fuerte con una puñalada en la espalda; se trata de buscar el poder mediante la destrucción de poderes: y esto va en contra de mi propia política…



Entonces, si no puedo criticar ni opinar sobre política, ¿mi vida como escritor está terminada?; ¿todo lo que escribo es vano…?

Yo, no lo creo… Si fuera así, no habría cada vez más gente leyendo mis disparates, ¿cierto…?



No obstante, aún sabiendo que esto es de esta manera, aún queriendo creer que soy un escritor con algo qué aportarte, necesito que a veces me lo recuerdes, ya sea que estés en acuerdo o en desacuerdo: un escritor sin crítica es un escritor fracasado…

Aclaro: no busco halagos, busco crítica constructiva.

En fin… Por otro lado, Huberto me comentaba sobre el blog de un amigo suyo en Colombia: Marco Tulio Aguilera: él escribe sobre sus vivencias diarias, a modo de “diario”... Con ello me recordó que yo me encontraba actualmente escribiendo sobre mis reflexiones, pero no sobre mis vivencias… ¡Se me olvidó mostrarme como un hombre común ante ti, lector! Bueno, pues no se diga más: aquí me tienes: Pablo Navarro, un hombre común como tú: mortal, alegre, penitente, risueño, que duerme y come y que ¡hasta canta en la regadera!... Al igual que tú, soy sólo un loco más en este mundo... pero un demente que se atreve a hablar para ser escuchado...

Por ello, hoy te escribo sobre esta vivencia que hoy tuve con una gran persona: hoy, soy un poco más sabio que ayer…

Querido lector, acércate y platica conmigo, opina: ¡déjame conocerte…!



P.D. Gracias, Huberto Batis…

Huberto Batis recibiendo la Medalla de Oro de Bellas Artes.

Los Medici (otro capítulo de mis "Cavilaciones Sinceras de Una Mente Madura")


–Pablo, tu casa es como un museo… y me encanta… Todavía tienes de esas computadoras hechas de plástico, y reproductores de “mp3”; todavía tienes una regadera para ducharte…
–Bueno, Mica, es que tú creciste en una sociedad donde te enseñaron que se gasta mucha agua en una ducha como la mía, y por eso usan ahora ese tipo de toallas orgánicas desechables, que tienen ciertos químicos que te dejan aún más limpio de lo que yo quedaría después de salir mojado del baño… Pero yo crecí en un ambiente donde tomar una ducha era algo magnífico, personalísimo, donde podías cantar y bailar bajo la tibia lluvia que caía sobre ti… Para mí tomar un baño es algo sagrado, y es por eso que jamás me deshice de ella…
Ustedes los jóvenes ya crecieron en un mundo más ecologista, ya han visto cómo nosotros los viejos estábamos acabando con el mundo y con nosotros mismos; mi época fue una época de pecados, vicios, corrupción, nepotismo… fue como la Edad Media tecnológica, como el oscurantismo de la era moderna… ¡Imagínate lo difícil que es que tú, joven, y yo, viejo, podamos entendernos! Tú eres una renacentista contemporánea, ¡eres El David de Miguel Ángel, la Venus de Botticelli…! Yo… yo soy como la Durandarte de Roldán: una leyenda mítica de una época ya muerta…
Mmm… y hablando de Botticelli, ¿qué pintura o pinturas crees que haya echado a la Hoguera de las Vanidades…?
Jaja, no sabes ni de lo que te estoy hablando, ¿verdad?
¡Estoy hablando del Falò delle vanità!
Verás, en la época del Renacimiento, en el siglo décimo quinto, existía en Florencia una familia muy poderosa; era la familia de los Medici. Era un linaje con un poder impresionante: tenían el capital político más importante: eran una raza llena de nepotismo y mafia, donde llegaron incluso al más alto poder: el papado; y no una, sino tres veces (recuerda que estamos hablando de una era donde empezaba a terminar la Edad Media y, por lo tanto, la Iglesia aún tenía un poder vasto e inapelable)… ¡Llegaron a ser la familia más rica de toda Europa! ¡Llegaron a haber reinas en Francia con el apellido Medici!
No obstante, probablemente si no hubiera sido por esta familia, el Renacimiento nunca hubiera tenido lugar… y la humanidad hubiera tomado un camino bastante diferente: sin el Renacimiento, Galileo nunca hubiera iniciado la Revolución Científica, no hubiera existido la Revolución Industrial y hoy no tendríamos esta evolución tan impresionante en la tecnología actual… Si no hubiera sido por los Medici, probablemente te hubiera conocido de esta manera: yo con una espada en la mano; tú serías la hija de un campesino feudal…
¿Por qué? Porque fueron ellos quienes iniciaron lo que se conoce como mecenazgo: ellos adoptaban artistas, a los más grandes, y les daban techo y comida, mientras ellos podían dedicarse exclusivamente a lo suyo: a crear arte.
¡Qué divino! ¡Es el sueño de todo artista: que le den lo necesario sin tener que preocuparse por sobrevivir y, de esa forma, dedicar todo su tiempo y su pasión a lo suyo! Y hoy en día los artistas tienen que tomar trabajos de oficina que les ocupan todo su tiempo y que, poco a poco, les animan a abandonar sus sueños artísticos…
En fin… de la casa de los Medici salieron personajes como Leonardo, Miguel Ángel… Pero no sólo en pintura y escultura, sino en arquitectura y todas las demás artes… ¡Imagínate a un genio de la construcción, sin ningún conocimiento de arquitectura, contratado, por sus bellas locuras, para diseñar la gran cúpula de la Iglesia de San Lorenzo! Donde varios arquitectos habían fracasado en construir dicha cúpula, Brunelleschi, el ignorante artista constructor, tuvo éxito…
Y así, los Medici fueron ganándose al pueblo: embelleciendo la ciudad…
Pero hubo un sacerdote dominico, Girolamo Savonarola, quien se opuso a la tiranía creciente de los Medici, predicando por Florencia, y mandó a encender la conocida Hoguera de las Vanidades, donde los florentinos debían quemar todos esos objetos que representaran a la época del gobierno Medici… Se quemaron joyas, ropas y cualquier otra cosa, incluyendo pinturas de Sandro Botticelli… él mismo fue quien puso sus pinturas en la hoguera…
Y ahí es donde me pregunto… ¿Por qué quemó esas pinturas? ¿Qué no son para el artista sus creaciones como hijos propios? ¿Habrá sido el miedo de un cambio en el poder de Florencia? O, simplemente, ¿será que eran cuadros que había pintado durante su niñez y que no le agradaban? ¿Quería, acaso, como todo artista lo hace, deshacerse de esa evidencia de sus primeros trazos? O, ¿será, tal vez, que sufrió una depresión al vaticinar que la época de oro del mecenazgo en la historia de la humanidad estaba por terminar…? ¿Se habrá imaginado aquel diestro pintor que algún día los artistas tenderíamos al fracaso en una economía capitalista…? ¡Qué envidia para mí si llegase otra época donde la humanidad re-entendiera la importancia del mecenazgo…! ¿Qué no fue, precisamente, en aquella época donde se apoyaba al arte, donde más brilló la humanidad…? ¿Qué no fue, entonces, donde aprendimos a renacer? ¿Por qué, pues, hoy el hombre subestima el poder del arte…?

(Imagen tomada de Wikipedia)
Miembros de la familia Medici en un fresco pintado por Benozzo Gozzoli en 1461

La Libertad de Escribir


¿Por qué escribo…?

Es decir, ¿qué, exactamente, es lo que me anima a escribir y por qué escribo las cosas que escribo? ¿Será que es algo con lo cual nací? ¿Será que mis genes, desde el momento en que fui concebido, vaticinaban que yo sería una persona cuyos dedos tendrían el exquisito placer de escribir letras y letras y letras y… letras? O, ¿será, tal vez, que fueron mis circunstancias lo que me llevaron a ello…?

Podría ser que sean ambas cosas…

Sí, yo nací para redactar páginas, pero eso jamás se hubiera despertado en mí sin una serie de circunstancias que me impulsaran a hacerlo, pues, si no fueran por los sucesos de mi vida, entonces, ¿sobre qué escribiría yo…?

Yo sólo puedo apuntar sobre lo que conozco…

Será que, ¿entre más sabe uno, más capacidad para crear literatura tiene…?

No precisamente… Leer libros me da el saber, pero las experiencias me dan el conocer…

¿Cómo es esto? Bueno, pues yo puedo leer sobre lo que es saltar de un paracaídas, puedo saber lo que ello significa; pero sólo puedo conocer algo al sentirlo: puedo saber, pero sólo experimentando el sentimiento que provoca ello es lo que me hace conocer: saber no te hace conocer; y la verdadera sabiduría proviene de la segunda, pues en el saber aprendemos lo exterior a nosotros, pero en el conocer aprendemos hacia adentro de nuestra psique, de nuestra alma, nuestra esencia, nuestro núcleo, o como quieras llamarle…

Por ello, yo descubrí que la mejor manera de escribir es por medio de lo que yo conozco y no de lo que yo sé: ¿qué sentido tiene llenar un libro con frases o ideas de otros escritores…?

Definitivamente, mi estilo se basa en el conocer, cosa que no es muy fácil, pues si bien el conocimiento viene desde nuestro interior, resulta, entonces, que es algo personalísimo, íntimo… y nadie quiere sacar sus secretos a la luz, ¿o sí?

¿Quién se atreve a romper con ese miedo social? ¿Quién tiene el plugo de mostrar desnudo su propio mundo mental?

Lo que la sociedad no dice, el individuo teme decirlo, pues, si la gente no habla, entonces es tabú para la persona hablar.

¿Cómo saber si realmente estamos bien o mal en lo que pensamos si no nos damos la oportunidad de parecernos a alguien más en sus pensamientos, sentimientos y emociones?

Si en el aula de clases no entiendo algo, pues pregunto, ¿o no…? ¡Ah!, pero es que entonces, como bien decía, es el miedo el que nos reprime, pues, ¿cuántas veces nos abstenemos de preguntar sobre algo que no entendimos por temor a la burla o el desprecio de los demás?

Pero, por otro lado, ¿qué no es más temeroso reprimir un sentimiento que puede derivar en neurosis y fobias y síndromes…? ¿No es más peligroso ello…?

Entonces, ¿por qué callamos lo que nuestra alma quiere gritar? ¡¿Por qué tanto temor a la sociedad?!

Hay quienes prefieren sufrir frío a verse mal estéticamente, hay quienes no comen en casa ajena por pena y hay incluso quienes callan enfrente de los desconocidos por temor a decir algo que devuelva una mirada de desprecio en ellos…

¡Ah!, pero es que tampoco somos solitarios… También está en la naturaleza del hombre el juntarse con los de su especie… No somos plenamente el ‘lobo estepario’ de Herman Hesse… Y, ¡mira qué ironía inyecta la Naturaleza en el hombre: el humano es un ser individualista con necesidades sociales!

Entonces, ¿qué se supone que debemos hacer…? Pareciera que cualquier cosa que hagamos puede repercutir seriamente en nosotros…

Querido Shakespeare, la cuestión no es ser o no ser, sino hablar o callar…

Bueno, pues he aquí un consejo: a la sociedad se le debe respetar, pero jamás temerle… Es decir, si yo tengo que acudir a una fiesta formal, me visto de gala como todos los demás, pero ello no quiere decir que debo ser ni pensar igual a los demás; esto no quiere decir que cambiaré mi forma de vestir…

Y por ello escribo, y por ello me atrevo a lanzarle al mundo lo que escribo…

Cuando mis dedos se posan sobre el tablero, mis ojos se vuelven al interior de mí, me olvido que hay un mundo allá afuera: sólo yo y esa página alba que espera a ser entintada por mis pensamientos… Ese dulce sentimiento de adrenalina al ver que una hoja se impone y te reta para que la ahogues con palabras… ¡Cuando escribo no tengo la necesidad de ver a nadie a los ojos! Cuando escribo, me conozco más a mí, soy… soy… ¡soy yo!

¿Será que, si bien todos poseemos la capacidad oculta de conocernos a nosotros mismos, entonces, todos podemos llegar a ser magníficos escritores…?
Yo pienso que sí…

Querido lector, ¿será que mañana te pueda decir: “Querido escritor…”? ¿Será que en tus genes tienes la capacidad de hacer grandes obras y aún no lo sabes? ¿Será que tal vez esperas a que se sucedan las circunstancias perfectas que te insten a redactar algo?

Estimado leyente, no esperes más, esa circunstancia que estabas esperando es, precisamente, estas letras que estás leyendo…

Apreciado leedor, ¿será que el mundo que rodea a tu cuerpo es más grande que el mundo que tienes en tu mente…?


Pisando a un Caracol


¿Alguna vez has pisado a un caracol…? Estoy seguro de que todos lo hemos hecho, y no por gusto, sino por accidente… ¿Por qué puede ser tan disgustoso pisar a estas larvas asquerosas? ¿Será por el crujir que emiten nuestros zapatos al pisar a aquella… cosa? O, ¿será que es porque sabemos que estamos matando algo? O, simplemente, tal vez sea porque son unas larvas babosas francamente grotescas…
Yo, en lo personal, no creo que sea por el crujir de la concha de aquel animal (o cosa)… ¿Cuántas veces no nos ha encantado pasar por encima de las hojas secas caídas de los árboles en otoño…?
Sinceramente, yo creo que la razón principal por la cual la mayoría odiamos pisar a un caracol es porque sabemos, en ese preciso instante, que hemos matado algo por accidente… Y no es lo mismo matar por accidente que por saña… En el accidente existe un arrepentimiento mayor del acto, pues, aunque haya sido por situaciones ajenas a nuestra intención, sabemos que fue, finalmente, nuestro acto el que aniquiló a ese ser vivo… Cuando es por saña, el acto está justificado por nuestro deseo y nuestra necesidad de colmar ese deseo… En otras palabras, existe menos arrepentimiento cuando matamos a un mosco que no nos deja dormir, que cuando pisamos a un caracol por accidente, ¿o no?
Y aunque nos disguste que los pedazos residuales de esa larva se atasquen en la suela de nuestros zapatos, y aunque dejen todas las paredes llenas de una saliva extraña que sólo se ve a contraluz, no podemos negar que se trata de una máquina increíblemente compleja y orgánica, capaz de tomar decisiones y de sentir por sí misma; es decir, ¡tiene vida! Y, cuando la pisamos, ¡puff!, hemos destruido un mundo complejo de experiencias y de cierta sabiduría única adentro de esa larva espantosa…

Mmm… tal vez estoy equivocado: tal vez no todos hemos pisado caracoles, pero… y, ¿si sí, cuáles serían las probabilidades de esto? ¿Esto quiere decir que existen muchos más caracoles en el mundo que humanos? Mmm… tal vez me estoy yendo demasiado lejos: estoy seguro de que los caracoles no existen en todas las regiones del mundo… ¿o sí?

Bueno, el chiste es que hace unos momentos salí a fumarme un cigarro al jardín: en la oscuridad no vi a un caracol… y… ¡zaz!, lo pisé… Y entonces, con todas estas ideas y dudas que hemos planteado aquí, me metí a leer en “Wikipedia” sobre los caracoles… Y he aquí algunos datos curiosos que encontré:

Resulta que el caracol es un molusco gasterópodo (supongo que esto quiere decir que tienen concha y se arrastran) y los hay marinos, dulceacuícolas y terrestres, y que los principales usos que les damos los humanos son para la gastronomía y para colección… ¡Para colección! ¡Estamos coleccionando esas cosas!

Bien, ahora les voy a decir por qué son tan babosos (o tan mocosos) estos pequeños animales:
1.- Esa especie de saliva se llama “mucus”, y les ayuda a desplazarse para reducir la fricción de su cuerpo contra las superficies (recordemos que no tienen pies) y, así, evitar heridas…
2.- Les permite caminar por techos y pendientes, ya que esta sustancia los adhiere a esa superficie.
3.- Les ayuda a mantener su nivel térmico corporal…
4.- Reduce el riesgo de heridas y agresiones (principalmente de bacterias y hongos… y supongo que les ayuda a resbalarse del ‘pisotón’ humano también…).
5.- Es un mecanismo de defensa contra otros insectos como las hormigas (¡claro, imagínate que, con su lentitud para avanzar, no tuvieran una defensa en contra de sus enemigos…!).
6.- Le ayuda también a deshacerse de algunos pequeños sólidos que se le adhieren con su desplazamiento (yo digo, ¿qué no precisamente se adhieren esas partículas por la misma baba del caracol?)… En fin…
Cuando nuestros amigos gasterópodos se resguardan dentro de su concha, producen otro tipo de saliva (opérculo) que cubre la entrada del caparazón y les ayuda a hibernar en invierno (en primavera, o en clima húmedo, el opérculo se destruye y les permite salir nuevamente a la luz… ¡es como volver a nacer!)…
Y luego, ¡hazme el favor lo que dice ‘Wikipedia’ (textual)!: “El opérculo de algunos caracoles tiene un olor agradable cuando se quema, por eso a veces se usa como un constituyente del incienso.”
¡Carajo, ahora resulta que hasta nos fumamos al caracol! En fin…

El caracol terrestre más grande es uno africano (claro, por alguna razón desconocida las especies más extrañas de la Tierra en flora y fauna, siempre están en África, ¿o no?), que puede medir hasta 30 cm. de largo… ¡Ah!, pero el más grande de todos es uno marino de Australia (‘Wikipedia’ no da ningún dato del tamaño de éste)…

Y ya para terminar, les dejo una parte textual de ‘Wikipedia’ que me pareció muy interesante:

“La concha del caracol es un ejemplo de la representación de ‘Phi’ en la naturaleza (buscando también en ‘Wikipedia’, tenemos que Phi es: ‘el número áureo o proporción dorada, que posee muchas propiedades matemáticas interesantes y que se encuentra detrás de muchas de las proporciones geométricas presentes en la naturaleza y el arte’)[…].Cuando el caracol crece, también lo hace su concha. Un caracol cerrará una sección de su concha y añadirá una nueva cámara al crecer, cada cámara será más grande que la anterior por un factor constante. Como resultado, la concha formará una espiral logarítmica. En algún momento, el caracol construye un reborde alrededor de la abertura de la concha, deja de crecer, y comienza a reproducirse.
La concha del caracol y las cubiertas de los huevos están formadas principalmente por carbonato de calcio como las conchas de otros moluscos. A causa de esto, requieren una buena cantidad de calcio en su dieta y ambiente acuoso para producir una concha fuerte [¡Ah, entonces no están en todo el mundo como yo pensaba!]. Una carencia de calcio, o una fluctuación en el nivel de pH en su entorno, probablemente hará que su concha sea fina, se raje, o tenga agujeros. Por lo general, un caracol puede reparar su daño en la concha con el tiempo, si sus condiciones de vida mejoran, pero algún deterioro lo bastante grave podría ser fatal para el caracol. Por eso los caracoles se desarrollan mejor en las zonas calizas. Donde el carbonato cálcico escasea, algunas especies faltan y otras, las más adaptables, tragan piedrecitas que contienen calcio, roen huesos, pintura caliza o plantas ricas en calcio.”

Los caracoles, entonces, por falta de calcio, comen huesos… Los caracoles, entonces, (de cierto modo irónico y casi imposible) también nos pueden comer a nosotros, tal como nosotros lo hacemos con ellos…

¡Ah, qué bonito es aprender lo que a nadie más le interesa…! ¡Qué divino es el interés por lo absurdo…! Como bien dice mi novia, estoy lleno de sabiduría “miscelánea”…

Querido lector, que tengas buena noche y una vida llena de deseos de conocimiento por lo absurdo…


Anatomía de un caracol de jardín. 1: concha 2: hígado 3: pulmón 4: ano 5: poro respiratorio 6: ojo 7: tentáculo 8: ganglios cerebrales 9: conducto salival 10: boca 11: buche 12: glándula salival 13: poro genital 14: pene 15: vagina 16: glándula mucosa 17: oviducto 18: saco de dardos 19: pie 20: estómago 21: riñón 22: manto 23: corazón 24: vasos deferentes

El (casi) Don Pableone


Justamente hace un año, en el día de mi cumpleaños número veintiocho, escribí algo para ustedes llamado: “Pasando el Club de los 27”…
Para los que no pudieron leerlo el año pasado, aquí les dejo el ‘link’ para que puedan hacerlo…


¿Ya lo leíste..?
¿Seguro…?
Te va a gustar... Que no te gane la pereza: no es mucho lo que hay que leer...

¿Ya lo leíste...?


Muy bien, ahora, este año les presento:

“El (casi) Don Pableone”

Un niño, entre los once y los doce años de edad, un día se detiene en medio del patio del colegio, reflexionando sobre su futuro…
“En diez años, finalmente, habré terminado mi carrera estudiantil y seré un exitoso trabajador o un gran empresario…”

Ese niño, querido lector, estaba muy equivocado… Ese niño no contaba con que, cuando cumpliera dieciocho años, su padre moriría de cáncer y su mundo cambiaría de un modo en el que él jamás hubiera podido imaginar…
Ese niño, destinado a estudiar una buena licenciatura en un buen colegio, con grandes oportunidades de trabajo, se desintegró cuando perdió esa inocencia de creer que todo iba a estar bien…

Ese niño empezó a faltar a clases; ese niño se volvió rebelde contra el mundo; ese niño devoró libros que no debía leer a esa edad; ese niño estudió música dos años y le encantó la música, pero desentendió a la universidad de música; ese niño se volvió empleado del mundo capitalista; ese niño se volvió un escritor desconocido; ese niño comenzó a estudiar Derecho y jamás terminó la carrera…

Ese niño… ese niño soy yo…

Hoy, justo antes de cumplir los veintinueve años de edad, vuelvo al colegio para terminar esa carrera de Derecho que dejé pendiente…
En un año, Pablo Letras, además de músico, escritor, filósofo y amigo, será también un abogado… En un año, probablemente ya entienda un poco más a la sociedad…

Hace un año mi mentalidad era distinta… hoy, mi pensamiento ha evolucionado y mi sabiduría ha crecido… Sólo puedo esperar a que pase otra añada más para llenarme un tanto más de sabiduría hacia la vida y entenderme un poco más a mí mismo…

Hoy, mis letras llegan a muchas más personas que hace un año… Hoy, muchos de ustedes se han convertido en personas importantes para mí…
Querido lector, gracias por acercarte. Gracias a ti por tratar de entenderme y gracias, también, por dejarme intentar entenderte a ti…

Un año más… En un año… en un año seré “Don Pableone”…  ;)


Feliz cumpleaños, Pablo Letras; sonríe, alza las comisuras de los labios a la altura de los ojos, pues vivir para poder escribir esto ya es cuestión suficiente para hacerlo. Vive, sonríe, y la vida te sonreirá de vuelta…” (Párrafo tomado del final del blog escrito hace un año: ‘Pasando el Club de los 27’”)