Mol Malamala

Queridos repasantes de disparatosas grafías, hoy requiero de su opinión reflexiva...

El fin de semana pasado, tratando de enemistar con el ocio, decidí llevarme a la exposición "Moana: Culturas de las Islas del Pacífico", llevada a cabo en el Museo Nacional de Antropología (sí, sí, ese que tiene una escultura extraña, frente al zoológico de Chapultepec).

Es una exposición básicamente centrada en artículos y cosas sobre las culturas de Oceanía. En realidad, a mi opinión, es una exposición donde, siendo tantas culturas, les faltó explicar muchas cosas. En otras palabras, sólo vas a ver las cosas que ahí se exponen y a aprender realmente nada.

Es impresionante ver, empero, todo el ocio que poseían estas culturas, pues dedicaban básicamente todo su tiempo en pesca, comercio y tejido de artículos; todo este ocio los condujo a ser perfeccionistas en todo lo que hacían, y es esto lo interesante de esta muestra.

Ahora bien (y este es el punto al que quería llegar), entre aquellas muestras, había una corta película que hablaba sobre una leyenda de alguna cultura polinesia (creo yo), y se trataba de lo siguiente:


Érase alguna vez, un comerciante muy respetado llamado Mol Malamala, quien era famoso por ser mercader de todo tipo de productos. Un día, Mol Malamala fue a una aldea vecina, donde compró a su mujer por cierto precio. Ellos se casaron y Mol Malamala se dedicó a planchar, barrer, cocinar, etc.; todo ello para que su mujer pudiese disfrutar de su Luna de Miel.
Terminada la Luna de Miel, nuestro protagonista le pidió a su mujer que le ayudara con el aseo de la casa mientras él se dedicaba al comercio, pero ella se negó rotundamente.
Mol Malamala se fue a llorar a la orilla del océano y, mientras hacía esto, se adentraba más y más en las aguas del Pacífico.
Cuando su mujer lo vió, corrió a él y le dijo que ella haría lo que él le pidiera, pero sólo si él regresaba a casa. Él, con lágrimas en los ojos, le dijo que desde donde él estaba parado podía ver que la casa se estaba quemando, a lo que su mujer respondió corriendo rápidamente al hogar para apagar el fuego.
Cuando ella volvió a donde estaba Mol Malamala, luego de ver que la casa estaba intacta, vió que su esposo yacía ahogado en las olas del mar.
FIN.

Podemos entender muchas cosas de esta historia, pero, la pregunta que les hago, querido lectores, es: ¿Cuál demonios es la moraleja de este cuento? Es, acaso, ¿que no debemos comprar a nuestras esposas; que ellas no nos deben creer cuando les decimos que algo se quema; o simplemente que no debemos ahogarnos por una mujer?

Con esto me despido, dejándoles con esta gran y profundísima reflexión... Que tengan un excelente fin de semana... (Sé que yo lo tendré, pues mañana voy al concierto de Paul "El Beatle" McCartney. ;)

Disparate: Angelus de Millet

Bueno, pues la primera propuesta para el poema fue hecha:

Angelus de Millet

¿El qué del qué? Bueno, pues lo mismo dije yo, así es que tuvimos que investigar un poco... Se trata de una pintura tipo impresionista (me parece a mí); desde luego el artista es Millet y el cuadro lleva por nombre "Angelus". La pintura muestra a una pareja en el campo rezando una oración; podemos suponer por el nombre, que se trata de la oración Angelus, la cual supuestamente se reza todos los días al mediodía. Podemos pensar que la pareja se encontraba arando la tierra cuando de pronto les cayó el mediodía y se pusieron a rezar en medio del arado...

En fin, suopngamos que no sabemos a qué o a quién le está rezando la dichosa pareja y comencemos nuestro poema.

Elegí para la ocasión un sonetillo, con acento en la tercera y séptima sílaba, y con rima ABAB-ABAB-CDC-CDC. Pero, para no hacerlo tedioso, versemos una especie de comedia...

Sin más, el poema...


-Sonetillo al Angelus de Millet-

¿Calabazas o sandías?
¿Qué sembraban, qué araban?
En sus mentes, ¿qué tenían
los esposos que rezaban?

¿Qué faltaba a su alegría
que tan serios se inspiraban?
Un fulgente mediodía
un paisaje que aclaraba...

...Y dejaron su faena,
se pararon frente a frente
e inclinaron su cabeza...

¿Será aquello alguna pena?
La verdad, su hijo Pepe,
se volvió una berenjena...



Espero que hayan disfrutado de estos disparates y... ¡no olviden mandar sus propuestas!

Libro Nuevo...

Viernes, mediodía, soleado... Pinta un buen fin de semana... Fiestas, reuniones, trabajo, compromisos... o, ¿un rato en casa?

¿Alguna vez has estado aburrido, sin nada qué hacer? ¿Todos tus amigos están ocupados, cansados o indispuestos?

Pablo Letras tiene el remedio: Un libro virtual de cabecera.

Un minuto, un poema...
Un poema antes de ir a dormir...
Una poesía al despertar...
Una rima de vez en cuando...
Un verso en un rato de ocio...
Una distracción en el trabajo...
Un poema para desestresar el alma...

Setenta poemas gratis... ¿Por qué gratis? Por que el alimento del alma debe ser un manjar sin que duela a la cartera...

Un click en el índice y directo al poema deseado...

Me complazco en invitarlos a ser los lectores pioneros de mi primera publicación virtual; si bien no es el único poemario que he escrito, sí es el primero en ver la luz... la luz... dígamos, la luz de sus pantallas.

"Poesía de Un Hombre Perdido" es un poemario muy personal, abstracto, dolente, herido, nostálgico... Es una serie de poemas que narran el sentimiento que tuve justo en el momento de la muerte de mi padre, cuando tenía yo unos dieciocho años (sí, varios años atrás, ya lo sé, no me lo recuerden... ya sé que me vuelvo viejo...): Esa soledad enviciada, esa sed absurda de cultura, el amor a la noche silenciosa, la misantropía y la misoginia cerrada; es un libro que narra entre líneas la querella entre el vivir solo o morir olvidado. Pero, sobre todo, un libro que pide a gritos amar y ser amado; es un libro que busca la inocencia material en el mismo grado en el que puede existir en lo abstracto... una búsqueda perdida, una batalla sin trofeo, un camino bifurcado...

POESÍA DE UN HOMBRE PERDIDO, dividido en tres temas principales: Poesía Amorosa y Desamorosa, Poesía Reflexiva y Poesía Natrualista, nos revela la esencia del autor justo al salir de la adolescencia y comenzar a ver la reallidad de un mundo cruel y verdadero...

Descárgalo gratis aquí, en la pag. de "Pablo Letras y Sus Disparates (Todo el arte en un hombre...)" www.pabloletrasysusdisparates.blogspot.com

¡Gracias a todos por su apoyo! Que tengan un excelente fin de semana... y, ¿por qué no?, que tengan una excelente vida también...

Propuestas y... Soneto a Una Piedra

La primavera parece haber muerto, cambiada, roída, combatida, arrancada de su estación por la tormentosa lluvia que ha asediado a la ciudad... Las aguas llenan los innumerables baches, logrando ruedas destrozadas en los vehículos, amortiguadores heridos y accidentes masivos... Siempre habrá un detalle que arreglar en el automóvil... o en la casa... o en la salud misma...

En fin, todo se llena de agua y charcos, mas las ideas se secan, los pensamientos se curten y las propuestas se apagan como el pabilo inundado de cera, mecha ahogada entre su propia sangre de parafina... Me nace la idea de escribir algo; me detiene la falta del recurso momentáneo: El talento.

¿Hizo Darío un poema que tuviese que borrar; o una melodía Beethoven que descomponer?

Todos tenemos ciertos días donde nuestro talento, nuestro "modjo", nos supiera a nada. Sí, sabemos que podemos hacerlo, pero nos falta una herramienta, un impulso, un... una idea...

Talvez el cuadro que Botticelli lanzó a la Hoguera de las Vanidades fuese un cuadro sin sentido, un hijo no querido por su padre artista; talvez los escritos perdidos de Rulfo fueron destruídos con el propósito de no ser leídos por nadie y, así, impedir una mala reputación...

Todo grande ha tenido malas obras; todo héroe tiene un secreto oscuro...

Mas, ¿a qué he venido con todo esto?

Ah, sí, una idea... Quiero, siento la necesidad de escribir, de crear... pero... no tengo la voz del inicio, no tengo el tema a desarrollar, no concibo la imagen de un "pronto estará en letras..."

¿Qué escribir? En alguna ocasión, cuando tenía el mismo sentimiento, me obligué a mi mismo a poetizar sobre lo que fuése... Sí, lo primero que cayera en las manos de mi mente: Una piedra, una roca...

Bien, me dispuse a hacerlo; mas, tendría que ser un reto; no podía ser un verso prosaico cualquiera. No. Seriá un soneto (dos cuartetos y dos tercetos), de once sílabas métricas, acentuado en la cuarta y octava sílaba, con estructura de rima clásica "ABBA-ABBA-CDC-CDC".

Mmm... ¿Por qué no? ¡Hagamos lo mismo! Venga, gente, hagamos lo siguiente: Las primeras tres propuestas (o ideas, como quieran llamarle), se convertirán en poesía pura. Sólo manden el nombre de esa imagen o esa cosa que tengan en la cabeza y... ¡puff!, se harán unos versos con ello. ¿Cómo? Sólo publíquenlo en el muro del grupo, mándenlo como mensaje personal a mí o mándenlo por mail al correo de Pablo Letras: pnavarroberea@gmail.com


Ahora, sin más, les dejo el poema... a la piedra...


"Soneto a una Piedra"

¿Qué yo diría sobre alguna piedra?
Sobre una piedra… ¡ah! de alguna roca…
decir que son fuertes, que son no pocas…
Mas, ¡qué decir de aquella…! ¡ay! la piedra.

¿Qué cambiaría lo que yo dijera,
sobre un pedrusco… sobre tal rocosa?
¿Podría cambiar yo, pues, alguna cosa
que ya se sepa sobre toda peña?

Sobre una piedra…¡ay qué digo yo!
¡qué poetizar! ¡qué debo yo decir!
¿Que han sido puestas al azar por Dios?;

¿que algunas viven siempre bajo el sol?;
¿que no podemos calcular su fin?
¡Ay! una piedra…vive más que yo...



P.D. Dénse una vuelta por la pág. de Pablo Letras ( www.pabloletrasysusdisparates.blogspot.com ): descargas gratis, música, vídeos, fotos y lo mejor de Pablo Letras.
P.D.1. Recuerden que Pablo Letras ya está en Twitter: @pabloletras .

Sudoku, matemáticas y... ¡música! (Segunda parte)

Cafeinando en la oficina, u oficineando dentro del perfume que despide un aromático café; o, lo que es lo mismo, sentado con la mente en blanco, viendo el ir-y-venir de los autos (o, como diría Lora, "...viendo el rodar de miles de láminas..."), en un momento de ocio, me decido a continuar con nuestra composición matemáticamente musical para matar el tiempo... .

Mmm... matando el tiempo... ¿qué no es el tiempo quien nos mata a nosotros a fin de cuentas?


En fin, dejando atrás maquinaciones absurdas, hagamos justicia y matemos de vuelta al tiempo asesino...


Al terminar con todos estos disparates me encaminaré a la faena de tomar todos estos números abstractos para convertirlos en música pura, donde sus oídos serán los jueces de si un simple sudoku puede (o no) transformarse en armonía, ritmo y melodía...

Sin más, las reglas...







REGLAS (cont.)

5.- Ahora vayamos con el ritmo. Si la suma de los sig. 3 dígitos es par, lo haremos en 3/4; si es non, lo haremos en 4/4 :


(7+1+3)=11

Por lo tanto, nuestro ritmo será de 4/4.


6.- Si tomamos los 4 tiempos de cada compás y los dividimos en 2, tendremos 8 notas de octavo. Ese será nuestro ritmo base; ahora, de ese ritmo haremos silencio las notas que correspondan a los próximos 3 números. Es decir:


Sin silencios...

1-O
2-O
3-O
4-O
5-O
6-O
7-O
8-O

Con silencios… (Este será nuestro ritmo)

1-O
2-X
3-O
4-O
5-X
6-O
7-O
8-X

7.- Podemos dejar ese ritmo para el Verso y hacer lo mismo para el ritmo del Puente y el Coro, respectivamente:

PUENTE (se omitió el 9, pues sólo hay 8 notas):

1-O
2-O
3-O
4-X
5-O
6-X
7-O
8-O

CORO:

1-O
2-X
3-O
4-X
5-O
6-O
7-X
8-O

8.- Para que no suene tan monótona nuestra canción, podemos hacer un tipo INTERLUDIO, cambiando el tono de la canción, así como el ritmo. Podríamos también cambiar el Tempo, pero dejémoslo igual. Esto lo podemos lograr repitiendo las reglas 3 (tonalidad), 4 (acordes) y 6 (ritmo); lo que nos daría lo siguiente:

TONALIDAD:

(1+9+8)=18
(18/2)=9
9=Ab (accidentes para esta tonalidad: Bb, Eb, Ab, Db)

Ab, Bbm, Cm, Db, Eb, Fm, Gdim

ACORDES:

1=Ab, /9=ignorado), (8=ignorado), 5=Eb, 3=Cm, 6=Fm, 3=Cm, (8=ignorado), 5=Eb,.

Entonces: Ab, Eb, Cm, Fm, Cm, Eb

RITMO:

Silencios en 2, 7, 9.

1-O
2-X
3-O
4-O
5-O
6-O
7-X
8-O

9.-Para saber si el INTERLUDIO lo pondremos después de un VERSO de un CORO o PUENTE, dejemos que de los sig. 3 números, decida el más alto. (6=Verso; 4=Coro; 1=Puente)

El INTERLUDIO irá después de un VERSO, ya que es el número más alto.



Después de todo este disparate, la preggunta que nos queda es: ¿debiéramos seguir haciendo tonterías con los números del sudoku, o ya hemos tenido suficiente para hacer nuestra canción? Dejemos que el tiempo lo decida...

Sudoku, matemáticas y... ¡música! (Primera parte)

Un viernes cualquiera, la ciudad se luce con los millones de rutilantes faros de los automóviles...

Yo, yo me siento entre el aroma de mi Ristreto a resolver mi sudoku del día de hoy, publicado en el Publimetro (sí, ese que regalan en la calle para gente pobre como un servidor).

Mientras voy llenando el dichoso cuadro con números, me vino a la mente lo que aprendí sobre las matemáticas de la música hace algún tiempo; y, me pregunté: ¿Qué pasaría si componemos una canción basada en los números del sudoku?

Aprovechemos la armonía numérica para transformarla en melodía auditiva.

Inventemos y sigamos nuestras propias reglas para ello:




REGLAS

1.- Si la suma de los tres primeros dígitos es non, iremos horizontalmente; si par, verticalmente.

(2+6+5)=13

Por lo tanto: Iremos horizontalmente.


2.- La multiplicación que resulte de la suma de los sig. 3 dígitos por la suma de los próximos 3 dígitos, será el Tempo:

([1+9+4]x[3+7+8])=(14x18)=252

NOTA: Si la suma sobrepasa los 250, para que no quede muy acelerada nuestra canción, lo dividiremos entre 2:

(152/2)=126

Tempo = 126


3.- Existen 12 semitonos en música, por lo que la suma de los siguientes 3 dígitos nos dará la tonalidad. Lo máximo que nos puede dar esta suma sería 24, por lo que si la suma sale arriba de 12, lo dividiremos entre 2:

(6+5+1)=12

Los 12 semitonos son: C, C#, D, D#, E, F, F#, G, G#, A, A#, B

Por lo tanto, nuestra tonalidad sería "B".


La tonalidad de "B" lleva los sig. accidentes: F#, C#, G#, D#, A#.

Por lo tanto, nuestra escala quedaría (siguiendo la regla para escalas mayores de tonos y semitonos: T, T, S,T, T, T, S):

B, C#, D#, E, F#, G#, A#

Y nuestra escala para acordes quedaría (siguiendo la fórmula para acordes diatónicos mayores y menores: M, m, m, M, M, m, Dim):

B, C#m, D#m, E, F#, G#m, A#°


4.- Una vez que ya tenemos nuestra escala, podemos escoger números al azar del 1 al 7 para designar la progresión de la canción.

NOTA: El A#° es un acorde muy inestable, por lo que no lo usaremos, al menos que resuelva a la tonalidad o raíz "B"; de otro modo, lo ignoraremos. Si el número escogido sobrepasa el número 7, entonces lo ignoraremos y continuaremos con el siguiente.

Por lo tanto, iremos escogiendo los dígitos según el orden vertical que llevamos; es decir, 4=E, (9=ignorado), (7=A#°, inestable; ignorado), (8=ignorado), 5=F#, [NOTA: Pasamos a la sig. columna] 3=D#m, (8=ignorado), 1=B, 4=E, 2=C#m, [Pasamos a la sig. columna] 1=B, 2=C#m, (7=A#° inestable, ignorado), (9=ignorado), 6=G#m, 3=D#m.

Entonces, tenemos: E, F#, D#m, B, E, C#m, B, C#m, G#m y D#m.

Tenemos, pues, 10 acordes, los cuales podemos dividirlos en:

VERSO: E, F#, D#m y B.
PUENTE: E, C#m.
CORO: B, C#m, G#m y D#m



CONTINUARÁ...

Bécker y Garcilaso

Quería convidarles un ensayo ligero que he estado escribiendo sobre La Libertad; pero, en vez de ello, me permito regalarles un par de poemas que, si bien no fueron escritos por un servidor, sí han sido unos versos que, de algún modo, me han marcado el alma: ora por su sentido, ora por su elegancia.

El primero es uno de Gustavo A. Bécker, capaz de derretir a cualquiera que lo escucha (sobre todo por el primer verso); el segundo es el décimo soneto de Garcilaso de la Vega, con una elegancia tan perfecta, que no teme modificar y contraer palabras con el fin de obtener la rima perfectamente consonante (es por ello que al final los verbos terminan en “s” y no por ser, como diríamos en México, “naco”).

Así, sin más, les entrego estas rimas…

“Es Un Sueño La Vida”

Es un sueño la vida,
pero un sueño febril que dura un punto;
cuando de él se despierta,
se ve que todo es vanidad y humo…

¡Ojalá fuera un sueño
muy largo y muy profundo;
un sueño que durara hasta la muerte!
Yo soñaría con mi amor y el tuyo.

G. A. Becker


“Soneto X”

¡Oh dulces prendas, por mi mal halladas,
dulces y alegres cuando Dios quería!
Juntas estáis en la memoria mía,
y con ellas en mi muerte conjuradas.

¿Quién me dijera, cuando en las pasadas
horas qu'en tanto bien por vos me vía,
que me habíades de ser en algún día
con tan grave dolor representadas?

Pues en una hora junto me llevastes
todo el bien que por términos me distes,
llevadme junto al mal que me dejastes.

Si no, sospecharé que me pusistes
en tantos bienes, porque deseastes
verme morir entre memorias tristes.

Garcilaso de la Vega


Buenas noches, queridos lectores de disparates. Nos veremos en la próxima entrega de Pablo Letras y Sus Disparates.

P.D. Me da gusto ver que cada vez somos más las personas que nos tomamos un minuto para salir de lo cotidiano para darle un manjar al alma (sí, sí, se escucha cursi pero “coquetón”). ¡Gracias por unirse al grupo y… recuerden invitar a más gente!

P.D.2. Pronto estará listo el “Diario de La Habana” en formato “.pdf”, así como “El Chícharo Medieval” y otros cuentos, poemas, etc. Y, como diría el excelso Chabelo, todavía hay muchas sorpresas mis cuates...

Un Ligero Cuento

Después de tanta Habana, regresemos a nuestra patria: México; descansemos unos momentos de nuestros disparates hedonísticos y relajémonos con este cuento, sacado de mi libro "Cuentos Amexicanados", disparate lleno de comedia e ironía blanca.

Sin más...

"Es Que Aquí…"

Sentado estaba Don Cipriano, en una silla mecedora, más vieja ésta que la vieja más vieja del pueblo; en su pórtico, con su pipa de madera, mal hecha; el humo del tabaco se entremezclaba con el del comal vespertino que anunciaba la comida-cena (pues así comían allí, para ahorrar el alimento; mas no por ello no consumían nutritivamente: frijol, arroz poblano, tortilla y chile morita). Inmóvil se encontraba aquel de la pipa, que poco menos viejo era que la silla mecedora donde reposaba. Tenía la mirada como perdida entre los cerros de la lejanía; esos terrones de tierra (sí, redunando) y arena que rodeaban casi toda el área… y en el centro, nuestro pueblo.

Don Cipriano no se movía más que maquinalmente para dar grandes bocanadas de humo a su querida y mal colorida pipa, y se mecía como con metrónomo, cubierto todo por un zarape mal tejido, viejo también, repleto de agujeros marcados por el tiempo. Y no es que hiciera frío como para que anduviera todo encobijado, pero es que aquella prenda le traía recuerdos de toda su vida, y el olor que emanaban los hilos entretejidos era de reminiscencia pura; el afecto que el viejo le tenía al casi tapete aquél era más que el que le hubiera tenido a sus hijos, si es que hubiese tenido alguno que otro.
En fin, Don Cipriano parecía como tamal de hoja de maíz, sacando humo por el recalentado al comal y como tostado por afuera. Tenía la mirada sabia para la vida, aunque ignorante para la cultura; atisbo indescifrable, lleno de experiencia y que dice conocer todos los secretos del universo, pero que a la vez los ojos no expresan nada, llenos de nostalgia y de indiferencia hacia la vida.

A lo lejos, podía distinguirse un foráneo que se aproximaba al pueblo. Éste vestía traje a rayas, camisa blanca almidonada, con los extremos arremangados y el saco colgado de su brazo izquierdo. Venía sudando la gota gorda, como suele decirse, por aquel sol hiriente que estaba sentado en el cielo, que bien parecía estar este último como Cipriano: viejo, inmovible e indiferente. Los zapatos del hombre extraño estaban como empanizados por la tierra, que hacía de las suyas cuando el viento se lo comandaba: ora para allá, ora para acá. Pero nuestro sabio Cipriano ni cuenta daba de ello; era solo él contra el mundo, contra la humanidad y toda su tecnología y filosofía, cosas estas últimas que jamás habría de conocer.

–Buenas tardes –dijo amablemente el hombre joven, quien finalmente había llegado hasta donde Don Cipriano –. ¿Sabrá usted dónde habrá una vulcanizadora por aquí cerca? –hubo una pausa; el viejo permanecía absorto, como fuera de este mundo, con la mirada extraviada, mientras el joven entrecerraba los ojos para no deslumbrarse por los haces solares –. Es que fíjese que venía yo manejando, aquí en la carretera, pero venía pensando en otras cosas; ya sabe, que los gastos de la casa: la luz, el agua, el gas, el predial, el teléfono, la televisión por cable, que esto, que el otro, que 'aquesto', que 'esotro'… ¡Ah, pero qué digo! Benditos ustedes que no tienen esos gastos… ¿sabe usted qué es el cable; la televisión? ¿No? Pero el teléfono sí, ¿no es cierto? –Don Cipriano permanecía inmutado, dando bocanadas a su majestuosa pipa – No crea que digo esto por molestar… Yo sé bien que ustedes no conocen todo eso porque no lo necesitan… Es que aquí es muy diferente que en la ciudad… en la capital, ¿sabe? –bocanadas de humo –. Allá todo es muy ruidoso: que los automóviles, el bullicio de la gente, las construcciones… y ni se imagina todo el ruido que puede usted escuchar en un sólo día! ¿Ha ido usted a la capital? ¿No? Pues, como buen chilango, debería animarlo a que visite la capital, que está llena de oportunidades, y "bla, bla, bla"; pero la realidad es que debe sentirse satisfecho con lo que tiene aquí, porque la verdad es que allá cada vez hay menos oportunidades, menos empleo… ya sabe… Unos dicen que la solución está en descentralizar el poder y las empresas y de todo en general… ¿sabe usted lo que quiere decir “descentralizar”? Pues que bueno que no lo sepa… es mejor no conocer de política y de economía, pues uno acaba por hacerse bolas. Pero es lo que está de moda, eso del capitalismo y el neoliberalismo… ¿sabe usted de eso? –más bocanadas de humo, y la mirada fría, insensible, indiferente… perdida – Sí, así es el “sistema”, como le llaman; y uno no puede ir en contra de eso, porque si no lo tachan de anarquista y comunista, como si uno fuera a delinquir por serlo –breve pausa –. En fin, tiene usted mucha suerte de vivir aquí… parece todo tan pacífico. Dicen que nosotros los chilangos somos muy groseros, pelados; que siempre tenemos prisa para todo, hablamos mucho y que somos tantos que no podemos ir más que a paso de gallo-gallina. Que el estrés nos come y que por eso nos la vivimos enfermos… qué contaminación ni qué nada, ¡es el estrés! Allá la vida es una rutina incesante, dicen, y que no te das cuenta cuando te vas haciendo viejo… sin ofender, claro –Don Cipriano permanecía 'entamalado', quieto –. Pues sí, dicen que somos como hormigas: siempre apuradas… y aquí… aquí todo se ve tan tranquilo… El único ruido es el del viento… suave… Usted tiene cara de sabio, ¿lo sabía? Tiene un cierto, "yo-no-sé-qué"… pero, ¿qué es lo que ve allá? –ni una palabra acompañaba al humo que emanaba de la boca del viejo –. Pues, muy bien… en fin…. Oiga, ¿sabrá dónde me pueden arreglar la llanta? Me gustaría sentarme con usted y platicar acerca de lo que ve en los cerros esos, pero la verdad es que llevo prisa porque tengo una junta mañana temprano en la oficina…

FIN

DIARIO DE LA HABANA (Quinto día)

Quinto Día

Suena la alarma de mi teléfono móvil: No puedo dejar La Habana sin volver a probar los exquisitos “hot-cakes” que ofrecía el desayuno del hotel. Me levanto trabajosamente; mi compañero no logra hacer lo mismo, por lo que me dirijo solo hacia el comedor del Saint John’s, donde disfruto ranquilamente de cada platillo que ofrece el bufete, terminando con una exquisita taza de café y pensando: “Este es mi último desayuno aquí…”

Regreso al cuarto del hotel: Una ducha caliente; mi compañero continúa dormido: Es tiempo de traerlo de vuelta a la realidad y encaminarnos a donde he dejado mi corazón: Entre los campanarios del Hotel Nacional y el infinito mar Caribe…

No tardamos en hacerlo, con la mente puesta en disfrutar cada segundo que nos queda en la bellísima isla. El sol nos saluda con un fulgor cómodo y cálido, mientras el viento nos atrae hacia la bardilla del Malecón, no sin antes pasar de nuevo a La Casa del Habano para comprar un exquisito Marqués para la ocasión.

¡Oh! del momento perfecto en que no existe nada más que el placer material y la paz mental; el sol, la brisa, el viento, el paisaje, mi “Bucanero” y mi “Hollywood”, todo se conjuga en mí, como si el universo entero conspirase para hacerme sentir liviano, feliz, eterno, libre…

A la lejanía pueden verse un par de parvadas revolando aquí y allá, ora sobre el castillo, ora sobre el capitolio, apareciendo y desapareciendo en una danza que lleva por ritmo el viento mismo; es un desfile que entretiene al que lo ve, mas no lo hacen precisamente para ello, tal como lo hacen los peces ocultos en el ponto, como si el cielo fuera mar y los pájaros cardúmenes.

Un ave, tal vez una gaviota, se pasea justo por encima de nuestras cabezas, mientras unos jóvenes cubanos a nuestra diestra dan chapuzones en las tranquilas aguas del trópico.

A mi izquierda, tres niñas cubanas se hacen notar con aires de rebeldía, criticando en voz alta y aventando frases altaneras a los paseantes: Son unas niñas de unos quince o dieciséis años de edad, pero con cuerpos esculturales y miradas de coquetería pura.
La más hermosa de ellas, quien parece ser líder del pequeño grupo, desafía los deseos de los hombres y la envidia de las mujeres acostándose sobre la barda del Malecón y subiéndose la blusa por encima del abdomen, como queriendo asolearse. Y, mientras me quedo perplejo ante ello, veo mi reflejo en un par de cubanos quienes, boquiabiertos, sonríen ilusos ante los movimientos y actitudes atractivas de aquellas muchachas.

“Están distrayendo mi placer”, pienso, y decido ver hacia otro lado y acostarme sobre la muralla de la ciudad para disfrutar el sol que se encuentra sobre mí, como si el astro fuera planeado o creado por alguna fuerza sobrenatural para aquel instante divino mío.

Entre el disco dorado confortándome y el sopor del alcohol fluyendo en mis venas, me quedo dormido, como crío después de su alimento, y el mundo muere unos minutos para mí.

Al volver en mí, un tercio de chiquillas ha tomado el lugar de las otras tres rebeldes. Nos envían sonrisas inocentes y secretéanse entre ellas. Me incorporo, prendo un cigarrillo y… algo me falta…

Vuelvo al cuarto del hotel unos minutos y, al regresar a la costa, puedo ver la sonrisa marcada en la cara de mi amigo: No es por que yo haya regresado, es por que viene alguien más conmigo… Jack Daniel’s.

No hay nada más fino que mezclar lo mejor de dos mundos, beberse el capitalismo y fumarse el comunismo; todo en un ambiente donde no existen soluciones, pues nunca nacen los problemas. “Libre… libre… libre…”, me repito a mí mismo mientras paseo el whiskey por el paladar y suelto el humo del tabaco cubano por la nariz.

Minutos después, se acerca a nosotros una de las chiquillas cubanas: “¿Nos tomamos una foto?”

Entre pláticas y risas se va la tarde; ora tomando fotos, ora bebiéndonos el whiskey americano. Las tres cubanas intentan coquetear su camino fuera de Cuba, mas nosotros sólo dejamos que la ocasión lleve las riendas, sabiendo que es nuestro último día en Cuba. Ellas nos dan sus números de teléfono para que les llamemos desde México, esperando que algún día regresemos por ellas, como si fuésemos caballeros de armadura dorada, mas a nosotros nos importa poco… casi nada.

Mientras nos bebemos el momento, besando despacio y con un aprecio inalterable el cuello del trigueño Jack Daniel’s, paseando por el paladar las últimas gotas del néctar, aparecen dos isleñas frente a nosotros: Es nuestra cita doble que habíamos olvidado. Por un momento hay silencio; todo se transforma en un breve instante incómodo entre los dos turistas mexicanos y las cinco locatarias. Debemos irnos con aquellas dos, lo sé, pero no quiero irme de ahí; quiero exprimir cada segundo en el Malecón.

Finalmente, nos despedimos de las tres primeras para irnos con el nuevo par, con quienes resolvemos ir a la heladería/cafetería cercana. Yo ordeno una rebanada de pastel de chocolate con una bola de helado de vainilla encima. Los demás piden lo suyo, mientras mi cita me platica y me cuestiona, mas yo ando como en otra dimensión, viendo el Malecón desde el vitral.

Después de una taza de café, ellas ya deben irse, por lo que las acompañamos hasta donde tomarían su transporte. Mi cita me coquetea y yo me dejo: Sería mi último beso bajo el sol de La Habana. “Llámame…”, me dice mientras sus labios sueltan los míos, “…talvez al rato pueda regresar al hotel contigo.”; “No…”, pienso, al mismo tiempo en que asiento con la cabeza y la dejo ir.

De ahí nos moveríamos al mercado de artesanías para comprar pequeños “souvenirs” para amigos y familiares en México.

Luego, un gran grupo de turistas europeos se deleitan tomándose fotos bajo el letrero de “Pabellón Cuba”, justo frente al mercado, por lo que decidimos aprovechar para hacer lo mismo, mostrando una gran sonrisa que bien pudiera decir: “Gracias, Cuba…”

Terminamos nuestras compras, ya es tarde, el sol se ha ocultado para ceder el trono de su reino caribeño a su hermana la de cara plateada; mas nunca es tarde para decir adiós al rincón del mundo donde dejé mi alma…

El paisaje es celestial: Un negro ponto que muestra la silueta de sus oleadas bajo el destello de una rutilante luna llena; el castillo y el Capitolio a lo lejos mostrando su figura en un perímetro casi imperceptible; el sonido del ir y venir de las aguas caribeñas, seguida por las risas y alegría de los presentes; a lo lejos, un grupo de cubanos cantan al son de una guitarra acústica, mientras las nubes ciñen de vez en cuando la luz del dicotómico astro nocturno, al mismo tiempo que el viento muestra su presencia por momentos, como si todo se conjugara en un “adiós” y un “vuelvan-pronto”.

Cruzamos la acera para reunirnos con los locatarios que se mueven al son del instrumento, donde conoceríamos a un par de habaneras y las llevaríamos a tomar lo que sería nuestro último par de “Bucanero”, justo en la misma cafetería donde días atrás tanto disfruté mi “espresso” con mi tabaco rubio.
Y mientras ellas disfrutaban de una cena ligera a cuenta de nuestras carteras, nosotros tomábamos las gotas finales de una fría cebada fermentada; cerveza que sabía ya a reminiscencia pura…

Después de un tiempo, es hora de volver al hotel y hacer nuestra maleta, por lo que, sin más, nos despedimos de aquellas y bajamos por la “23” hacia el hotel Saint John’s. Mi amigo propone subir a la fiesta que ofrece el hotel cada noche, mas, al hacerlo, encontramos el ambiente demasiado sobrio, por lo que decidimos regresar al cuarto.

Mi compañero cae rendido en su cama; yo no puedo dejar en el soplo de Morfeo mis últimas horas en la isla…

Querido lector, si alguna vez has deseado tanto algo, tratando de detener el tiempo para siempre, sabrás lo que sentí yo mientras escribía mis últimas palabras de mi Diario de La Habana en el lobby del hotel, junto al bar “Me faltabas tú…”, saboreando mi última taza de café de grano, acompañado de las bocanadas finales de un fino tabaco: Un habano que había dejado reposar desde el primer día dentro de un vaso, servido con un poco de licor destilado en carbón de maple: mi adorado Jack capitalista, neoliberal, combinado entre las hojas del tabaco comunista, marxista…
Es increíble como un instante puede valer el tiempo de toda una vida. Si algo me enseñó Cuba fue a buscar, no la felicidad, sino la libertad; pues el sentimiento de libertad trae implícito consigo el ser feliz. La vida debiera ser como el oleaje del mar: Libre, va y viene a placer, apacible, mientras disfruta de los mejores paisajes del mundo y se vuelve sabio en su propio pensamiento.

Y en el mismo humo que desprendía mi boca, en ese último momento en La Habana, sentía que salía para siempre de mí el placer, la alegría, la paz … la libertad…