Las Angustias de Dios: Volumen 2 (DECIMOTERCERA PARTE)


Me vi envuelto en una situación altamente vergonzosa –dentro del poco pudor que me quedaba ante mi embriaguez– al momento en que me trajeron el “libro rojo” –como es costumbre entregar la cuenta en aquel lugar–; pues al abrir dicho libro y atacar con las pupilas hacia la leyenda en el ticket que indicaba el “total a pagar”, me percaté que el orden de aquellos números superaban el monto de los billetes que guardaba dentro del pequeño sobre amarillo que me había entregado mi editor…
 
¡Carajo! –pensé de inmediato –.
 
Me intenté tranquilizar a mí mismo pensando en que, tal vez, había un error en la suma de mi consumo… Revisé lentamente todos y cada uno de ellos: Mezcal Unión, mezcal Enmascarado, cerveza León, cerveza Victoria, bourbon Jim Beam (et. negra), bourbon Jim Beam (et. Negra), ginebra Beefeater, ginebra Beefeater, tequila José Cuervo Reserva, tequila José Cuervo Reserva, tequila José Cuervo Reserva, cuba Havana 7, cuba Havana 7… Total a pagar: $1,100.00 m.n.
 
¡¿Tequila?! –grité de pronto al encontrar el error en mis números –. Estoy tomado, Alex, pero no lo suficiente para olvidarme de no haber pedido tequila…
Pero tú chica sí… Ella se tomó tres…
–¡Que no es mi chica…! ¡Demonios! ¡Yo no tenía intención de pagarle nada…! ¿Por qué no le cobraste a ella lo suyo…?
–Pues es yo asumí que era tu chica… Se estaban besando, ¿o no…?
–Pues… sí… –el maldito bar-tender me tenía atrapado con evidencia –.
Además –interrumpió aquél –, ella me dijo que tú ibas a pagar la cuenta…
¡Ay, maldita! –yo estaba ya muy molesto… y muy tomado – ¡Me volvió a dejar humillado, la muy astuta…!
 
El bar-tender se alejó y continuó trabajando en las comandas que le llegaban. Yo me quedé sin saber qué hacer… Pensé en correr, huir del bar, pero estaba demasiado alcoholizado para intentarlo: el mesero y el guardia que me habían buscado hacía unos minutos seguramente estarían muy pendientes de que no me “volviera a escapar” sin pagar la cuenta…
 
Tomé el sobre del interior de mi chaqueta y saqué los billetes…
 
Cien… doscientos… –comencé a contarlos, como esperando que, por mero milagro, hubiera un poco más de dinero entre mis manos –, trescientos… quinientos… mil…
 
Debí contar aquellos billetes unas cuatro o cinco veces más, como tratando de ganarme tiempo….
 
Finalmente, al ver que nada me auxiliaría y que nadie vendría en mi ayuda, resolví hablar con la persona a la que más confianza le tenía: Alex, el bar-tender…
 
Le llamé con un ademán e inmediatamente se acercó aquél…
 
Alex –dije suavemente, quedito para que nadie más escuchara –, la verdad es que no esperaba que fuera una cuenta tan alta… Además, mi intención no era invitarle ninguna copa a la mujer que estaba aquí hace unos momentos… –el bar-tender me miraba inexpresivo, como esperando alguna estupidez de mi parte –. En fin… Solamente tengo mil pesos…
 
Alex permaneció callado, viéndome con incertidumbre, torturándome con su silencio. Finalmente, y sin decir aún palabra alguna, me arrebató la cuenta de las manos y se la llevó por unos momentos; luego me la entregó nuevamente… Como por arte de magia, el total a pagar ahora era de mil pesos, cerrado…
 
¡Muchísimas gracias, Alex! –le dije con cara de angustia aliviada –. Te prometo que te pago la próxima vez que venga… ¡Mañana mismo te pago! –en realidad no tenía pensado volver al día siguiente, pero de alguna forma sentí la necesidad de arreglar la situación presente –.
No te preocupes… Aunque… –el bar-tender hizo una ligera pausa y atacó su mirada hacia mi libro –, tal vez podríamos llegar a un arreglo…
¡¿Mi libro?! –exclamé, adivinando las intenciones de aquél –. ¿Te gusta leer…? ¿Lees mucho…? –comencé a preguntar demasiado y raudamente, como tratando de ganarme tiempo, pues no sabía cómo debía yo reaccionar: se trataba de la última copia de mi libro –.
No, la verdad es que no leo mucho…
 
Me quedé callado por unos segundos…
 
¡Ah, qué más da! ¡Toma, aquí tienes…!
 
Le entregué el libro. Luego miré aquel texto de reojo, como para despedirme de él…
 
–Estamos a mano, ¿cierto, Alex…?
–Estamos a mano…
 
Sonreí, pues fue así que vendí mi primera novela…
 
Me levanté de mi asiento, tambaleándome: ya estaba borracho. Miré al suelo y vi, de repente, la copia extraviada de mi libro… ¡Estaba tirada en el piso!
 
La recogí, la sacudí y me encaminé a la salida, pero justo antes de salir del lugar, tropecé con el pie de alguien más… Caí y me llevé conmigo una de las mesas que estaban colocadas afuera del lugar: terminé empapado en cerveza y todos los comensales comenzaron a reír a carcajadas… Y entonces recordé las palabras de “El Gran Huracán de Saturno”: “Humillar o ser humillado….”
 
¡Váyanse todos a la chingada! –grité y abandoné el lugar –.
 
En el fondo se escuchaba la voz de B.B. King cantando a dueto con Eric Clapton, “Three O’clock Blues”… “Goodbye everybody, I believe this is the end…”

(continuará...)

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