Me vi envuelto
en una situación altamente vergonzosa –dentro del poco pudor que me quedaba
ante mi embriaguez– al momento en que me trajeron el “libro rojo” –como es
costumbre entregar la cuenta en aquel lugar–; pues al abrir dicho libro y
atacar con las pupilas hacia la leyenda en el ticket que indicaba el “total a
pagar”, me percaté que el orden de aquellos números superaban el monto de los
billetes que guardaba dentro del pequeño sobre amarillo que me había entregado
mi editor…
–¡Carajo! –pensé de inmediato –.
Me intenté
tranquilizar a mí mismo pensando en que, tal vez, había un error en la suma de
mi consumo… Revisé lentamente todos y cada uno de ellos: Mezcal Unión, mezcal
Enmascarado, cerveza León, cerveza Victoria, bourbon Jim Beam (et. negra),
bourbon Jim Beam (et. Negra), ginebra Beefeater, ginebra Beefeater, tequila
José Cuervo Reserva, tequila José Cuervo Reserva, tequila José Cuervo Reserva,
cuba Havana 7, cuba Havana 7… Total a
pagar: $1,100.00 m.n.
–¡¿Tequila?! –grité de pronto al
encontrar el error en mis números –.
Estoy tomado, Alex, pero no lo suficiente para olvidarme de no haber pedido
tequila…
–Pero tú chica sí… Ella se tomó tres…
–¡Que no es mi chica…! ¡Demonios! ¡Yo no tenía
intención de pagarle nada…! ¿Por qué no le cobraste a ella lo suyo…?
–Pues es yo asumí que era tu chica… Se estaban
besando, ¿o no…?
–Pues… sí… –el maldito bar-tender me tenía atrapado con
evidencia –.
–Además –interrumpió aquél –, ella me dijo que tú ibas a pagar la
cuenta…
–¡Ay, maldita! –yo estaba ya muy molesto…
y muy tomado – ¡Me volvió a dejar
humillado, la muy astuta…!
El bar-tender se
alejó y continuó trabajando en las comandas que le llegaban. Yo me quedé sin
saber qué hacer… Pensé en correr, huir del bar, pero estaba demasiado
alcoholizado para intentarlo: el mesero y el guardia que me habían buscado
hacía unos minutos seguramente estarían muy pendientes de que no me “volviera a
escapar” sin pagar la cuenta…
Tomé el sobre
del interior de mi chaqueta y saqué los billetes…
–Cien… doscientos… –comencé a contarlos,
como esperando que, por mero milagro, hubiera un poco más de dinero entre mis
manos –, trescientos… quinientos… mil…
Debí contar aquellos
billetes unas cuatro o cinco veces más, como tratando de ganarme tiempo….
Finalmente, al
ver que nada me auxiliaría y que nadie vendría en mi ayuda, resolví hablar con
la persona a la que más confianza le tenía: Alex, el bar-tender…
Le llamé con un
ademán e inmediatamente se acercó aquél…
–Alex –dije suavemente, quedito para que
nadie más escuchara –, la verdad es que
no esperaba que fuera una cuenta tan alta… Además, mi intención no era
invitarle ninguna copa a la mujer que estaba aquí hace unos momentos… –el
bar-tender me miraba inexpresivo, como esperando alguna estupidez de mi parte –. En fin… Solamente tengo mil pesos…
Alex permaneció
callado, viéndome con incertidumbre, torturándome con su silencio. Finalmente,
y sin decir aún palabra alguna, me arrebató la cuenta de las manos y se la
llevó por unos momentos; luego me la entregó nuevamente… Como por arte de
magia, el total a pagar ahora era de mil pesos, cerrado…
–¡Muchísimas gracias, Alex! –le dije con
cara de angustia aliviada –. Te prometo
que te pago la próxima vez que venga… ¡Mañana mismo te pago! –en realidad
no tenía pensado volver al día siguiente, pero de alguna forma sentí la
necesidad de arreglar la situación presente –.
–No te preocupes… Aunque… –el bar-tender
hizo una ligera pausa y atacó su mirada hacia mi libro –, tal vez podríamos llegar a un arreglo…
–¡¿Mi libro?! –exclamé, adivinando las
intenciones de aquél –. ¿Te gusta leer…?
¿Lees mucho…? –comencé a preguntar demasiado y raudamente, como tratando de
ganarme tiempo, pues no sabía cómo debía yo reaccionar: se trataba de la última
copia de mi libro –.
–No, la verdad es que no leo mucho…
Me quedé callado
por unos segundos…
–¡Ah, qué más da! ¡Toma, aquí tienes…!
Le entregué el
libro. Luego miré aquel texto de reojo, como para despedirme de él…
–Estamos a mano, ¿cierto, Alex…?
–Estamos a mano…
Sonreí, pues fue
así que vendí mi primera novela…
Me levanté de mi
asiento, tambaleándome: ya estaba borracho. Miré al suelo y
vi, de repente, la copia extraviada de mi libro… ¡Estaba tirada en el piso!
La recogí, la
sacudí y me encaminé a la salida, pero justo antes de salir del lugar, tropecé
con el pie de alguien más… Caí y me llevé conmigo una de las mesas que estaban
colocadas afuera del lugar: terminé empapado en cerveza y todos los comensales
comenzaron a reír a carcajadas… Y entonces recordé las palabras de “El Gran
Huracán de Saturno”: “Humillar o ser
humillado….”
–¡Váyanse todos
a la chingada! –grité y abandoné el lugar –.
En el fondo se escuchaba la voz de B.B. King cantando a dueto con Eric Clapton, “Three O’clock Blues”… “Goodbye everybody, I believe this is
the end…”
(continuará...)
(continuará...)
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