Querido Mundo,
Estoy enojado… No, no estoy molesto; estoy desilusionado, decepcionado de ti… Y no, no lo digo porque me sienta rebelde o sedicioso; no lo comento como una forma de tratar de verme distinto a los demás, porque no lo soy… Soy sólo un hombre más y, como todo humano, tengo una cualidad que me vuelve único. En mi caso, dicho don es la virtud de la reflexión, y gracias a este regalo que me concedió la vida puedo analizar y decir que ya no me gustan tus caminos… Es decir, sí, me gusta la vida, me encanta conocer a la humanidad y abrazar la idea de que, talvez, muy en el fondo, todos tendemos a cierta hermandad que nos vuelve buenos como especie… Pero, simplemente, me parece que te has vuelto excesivamente cruel…
Cuando era niño lo amaba todo; conforme crecí empecé a detestar esto y a odiar lo otro. Cuando pequeño, adoraba la idea de vivir en una dimensión de fantasía donde todo era posible y donde la magia reinaba sobre todo. Crecí con la idea de cambiar al planeta para transformarlo en un lugar bondadoso, lleno de felicidad caritativa; es decir, soñé con un lugar donde el dar venía en dos partes: La primera en la cosa dada; la segunda en obsequiar una sonrisa al mismo tiempo en que se entregaba dicha cosa.
Creía en un extraño ser que vagaba por el mundo obsequiando regalos a todos los niños en épocas decembrinas y el cual volaba silente por los cielos nocturnos en un trineo arrastrado por renos. Realmente era mágico despertar de un salto y correr a la sala para descubrir todo un tesoro de regalos; y poco importaba si fuera mucho o poco, sino el hecho de sentirse vivo, recordado por alguien, sentirse amado y útil… ¡Un perfecto desconocido me obsequiaba un montón de juguetes! Y yo juraba que mi conducta del año corriente no había sido buena y, aún así, amanecía con los presentes en mi sala… ¡Alguien allá arriba se acordaba de mí y me lo hacía saber! ¡Existía un ser mágico que cuidaba de mi alegría!
Cuando era niño, creía en un ser todopoderoso y omnipresente que hacía justicia sobre la humanidad; era un ser que era todo amor y todo caridad; era bondadoso, excelso y cuidaba del hombre…
Cuando era niño, podía estar horas jugando con el pasto, con una caja de cartón o con lo que fuera… Mi mente se iba a otros mundos fantásticos y, lo mejor de todo, es que ante los demás estaba bien… Nadie podía decirme: “¡Ea, qué haces jugando! Ven a trabajar, sé útil a la sociedad.”
Cuando era niño, creía en la paz, en la justicia, en el honor, en el heroísmo…
Cuando era niño mi vida tenía sentido…
Cuando era niño, tú me tomaste entre tus brazos, me cuidaste, me hiciste reír, me hiciste feliz y, lo más importante, me hiciste sentir libre… Cuando era chico, me amabas y yo te amaba de vuelta…

Cuando era niño, repudiaba la idea de que existieran hombres malos…
Pero tú nunca me dijiste que un día te encargarías de destrozar mi inocencia… Jamás me explicó alguien que una mañana sentiría rencor por haberme despojado de esa inocencia y, consecuentemente, por venganza, destruiría las inocencias que viera a mi paso… No fui advertido de que un día sería aventado a un mundo real y me convertiría en lo que de niño repudiaba: Un hombre malo.
Se me hizo entender un día que aquel ser mágico que viajaba por las noches navideñas, no existía; se me obligó a pensar que la gente cercana a uno muere porque así lo quiere ese ser que todo lo podía; se me explicó que debía trabajar para mantenerme y debía dejar de soñar con mis dimensiones fantásticas; entendí que los conceptos de paz, justicia, honor y heroísmo eran inventados por el hombre para un control social; estudié que las leyes se pueden romper, pero sus consecuencias son enormes y nunca gratas; se me hizo ver que tú, ese mundo que me había acogido al nacer, era, en realidad, un lugar cruel, avaricioso, lujurioso, corrupto, individualista, sin metas en común y lleno de un orgullo inquebrantable.
Si volviera a ser niño con todo esto que hoy sé, tendría una infancia infeliz: Viviría con miedo, amaría con la razón en vez de amar con el corazón, buscaría los placeres más recónditos y autodestructivos y dejaría de asombrarme por cosas tan sencillas como el simple caer de una hoja del árbol o el brillo anaranjado de la Luna sobre el atardecer de una noche de Octubre…
Y ahora que soy mayor, mi vida ya no tiene un sentido; no le veo la lógica en luchar por sobrevivir y gastarse la salud haciendo dinero para después gastar ese dinero tratando de recuperar mi salud (como bien decía Buda). Y volteo, y el de abajo me quiere pisotear, y el de a lado me quiere chantajear, y el de arriba me quiere manipular, y el pudiente deshace descaradamente a su antojo… Sí, estoy muy decepcionado de ti, Mundo… ¡Tú me robaste mi inocencia…! ¡Carajo, sí, estoy muy encabronado contigo!
Y lo que más me duele, es que constantemente quieras aplastar mis sueños… Y te haces de súbditos para ello… Envenenas a la gente, pues, una vez asesinadas sus ilusiones, sus sueños, esos humanos, dejan de serlo para convertirse en meras personas… Se vuelven unos más en tu vientre: “Ya madura… Crece… Resígnate a la sociedad, a la vida, al mundo…” Resignarse a una vida rutinaria; resignarme a ti, Mundo… ¡No! ¡Jamás!
Mundo, tú me diste la vida, tu me protegiste cuando pequeño, pero no eres el dueño de mi alma… Esa es mía y sólo mía… Todavía guardo un poco de ese niño que quiere cambiarte; y mátame en el intento, pero no me resignaré a ti… ¡Nunca!
¿Por qué? Porque, aún habiéndome corrompido, aún habiéndome en tu seno para después abandonarme a la realidad y haberme destruido la inocencia, te quiero, y no deseo verte en ruinas… Tú me acogiste de niño, ahora me toca a mí salvarte de ti mismo… Tal como la mujer ve en un hombre al príncipe de sus sueños, su amor, su todo y, después de empezar a conocerle, comienza a descubrir la malicia y las perversiones en la mente masculina, tal como comienza a decepcionarse la mujer de su amado, todavía guarda esa esperanza de recuperar a ese ser lindo, protector, cariñoso; tal así, yo te guardo esa esperanza…
Mundo mío, estoy encarecidamente enojado y plenamente decepcionado de ti, pero te amo… Te amo tanto que nunca dejaré de intentar que vuelvas a ser mi todo… mi Mundo.
Te extraña,
Pablo Letras