La Picadura



Y después de tantas reflexiones, decidí cortar un poco con eso el día de hoy... Opté por obsequiarles un cuento de mi libro "Cuentos Amexicanados".
Sin más, y esperando que estas letras logren su objetivo: Sacarlos unos momentos de una vida rutinaria, les presento...

La Picadura

(Foto obtenida de http://but-we-got-the-music.blogspot.com/2009/12/el-grillo-cantornot.html )

Yo no la maté. Le digo que yo no fui. Ya estaba bien muertita cuando llegué yo. Algún desgraciado le ha de haber metido el cuchillo cuando ésta estaba en el petate. Habrá sido el padre que vio la panzota de la Lupe y se espantó. A la mejor y pensó que iba a estallar su panzota, pues la tenía bien grandota y redonda. A la mejor y así le pasó. Pero yo no fui. Yo no la mate. Se lo juro por mi Cholita.


*

–¡Que te digo que no, mi Lupe! –decía Rigardo, el más destacado de La Grulla, el pueblo que estaba entre Villacanto y Nalpala, pues tenía aquél veinte reses, cinco puercos, abundantes gallinas y un extenso rebaño de lanudas. Le había bautizado así su padre, no porque así lo hubiera querido, sino porque no podía aquél pronunciar “Ricardo”; y el encargado de escribir las actas así le escuchó y así lo escribió; pues no sabía el padre de Rigardo leer o escribir –¡Te digo que no puedo! ¿Qué no ves que yo ya tengo a Cholita y a dos escuincles? No, no puedo, mi Lupe. Yo ya estoy tomado por Cholita. Y, ¡ay! cuidado y le dices tus sandeces, que yo te mato, mi Lupe. Te digo que te mato. Búscate otro que sepa darle duro a la tierra. Dile que lo quieres, nomás pa´ que caiga el condenado. Dile que los chiles ahogados y los hongos dorados te quedan re-sabrosos. Verás que cae redondito el desgraciado. Pero ya no llore, mi Lupe, verá que todo sale re-bonito si se le encomienda uno a la Virgencita. Yo la acompañaría al campanario, pero le digo que no puedo. Si me ve Cholita me mata a mí, pero en antes la mato yo a usté. Váyase ya a rezarle a la Virgen y consígase a otro. Y ya no llore, mi Lupe, no vaya a ser que me ponga colorado y le pegue, nomás pa´ que se calle.

Así le hablaba Rigardo, cuyo rebaño de lanudas era extenso, a Lupe, con quien había dormido ya hace tiempo y varias veces, que no tanto dormir hacían, sino bien activos pasaban la noche y, algunas veces, el día también, cuando se escapaba de su esposa para hacer el adulterio. Pero apenas se embarazó Lupe y aquél dejó de hablarle, ni siquiera le soltaba una mirada ya, pues pena le daba que Cholita se enterara de aquello. Pero más miedo que pena sentía su alma, pues si el padre de Lupe se enteraba, tremendo linchamiento que llevarían a cabo los de La Grulla contra Rigardo. Por eso no le veía ni le hablaba, sólo pasaba.

–Pero es que usté me puso sus manotas entre las piernas. Yo ni le dije que sí ni que no. Sólo las puso. Y yo no le querría pedir nada a usté por aquello. Pues también yo no dije que no a sus manotas. Y no fue una, fueron varias, y ni le dije que sí ni que no. Pero le digo que me picó ese bicho feo y me hizo engordar. Siempre me cuidé de esos, pero éste me picó cuando estaba bien dormida en el petate. Y me engordó. Y así le pasó a mi amá, y por eso le nací yo. Ella me lo dijo. Ella me dijo que esas cosas abultaban el vientre y le daban hijos a uno: Esas cosas con muchas patas que dicen que tienen la cara de un niño, aunque yo no se las veo. Eso me picó. Y yo me lo sé porqué un día amanecí con la panza hinchada. Y me persigné cuando vi la panzota y le fui a ver a la Virgen y me encomendé a ella. Pero no pareció hacerme caso, porque seguí engordando. Y ahora estoy bien redondota. Le juro a usté que yo siempre me cuidé de esas patudas. Le digo que ya no voy con la Virgen porque nomás me hace gorda; a la mejor y ni me escucha por estar atendiendo a otra. Pero yo no le dije que sí ni que no. Y usté puso sus manotas en mis piernas. Y ahora le toca llevarme con el padrecito al altar. Porque yo no le dije que sí y tampoco lo otro. Y un escuincle no puede venir a La Grulla sin un padre que le dé la comida. Por eso le digo que me lleve con el padre. Yo no querría pedirle nada a usté, pero ya me picó esa cosa.

Así le dijo Lupe a Rigardo, quien tenía muchas gallinas; Y ella seguía llorando; Y aquél le pegó y de un puñetazo le tiró al petate. Y luego la mató. Tres veces le encajó el cuchillo en el vientre, donde estaba más ensanchada la panza. Y el suelo se llenó de sangre, de ese rojo bermejo, como el color del guajilllo molido, al igual que sus manos y sus ropas.

Y llegó el padre de Lupe, Pedro, y lo encontró así; y éste casi lo mata de golpes si no hubiera llegado la mamá de Lupe, Cristina, que empezó a llorar como el burro cuando le castran. Y aquél se detuvo y también lloró. Y luego llegaron los demás del pueblo y lo entregaron; aunque primero lo dejaron bien amoratado de la cara y el cuerpo por tantos golpes que la habían dado.


*

–Pero le digo que yo no fui, señor juez. Yo no la conocía. Nomás entré porque me llegó el olor de la sangre. Uno sabe cuando el aire de los muertos está cerca. Nomás por eso entré. Pero ya estaba bien muertita cuando llegué. Yo no fui, señor juez. Se lo juro por la Virgencita que yo no fui.


***

Querido lector, si crees que hay alguna moraleja en este cuento, por favor compártela conmigo...

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