Querido hombre,
Te envío esta misiva porque… simplemente no te entiendo… Sé que no tengo esa capacidad de raciocinio como tú la tienes, mas, aún así, se me hace inexplicable tu comportamiento… Todo el día me la paso tirado, sin nada que hacer, hastiado de una rutina inalterable… En ocasiones, el aburrimiento es tal, que siento que no tengo una razón para vivir… Sí, hay momentos en que realmente preferiría estar muerto… Así, sin más… Pero yo no tengo esa capacidad, no tengo ese poder, como tú lo tienes, de acabar con mi vida si yo lo quisiera…
No sé cómo hacerlo ni sé manipular herramientas que pudieran ayudarme con ello… Y ni siquiera tengo ese don que tú tienes para envolverme en vicios que puedan ayudarme a matar el tiempo…
La parte más feliz de mi día, es cuando hay algo que me destierra por unos segundos de mi cotidianeidad: Ora cuando me sirven mi plato lleno de comida, ora cuando busco, olfateando cada mañana en cada rincón del piso del comedor, algunas migajas de tu cena del día anterior… Pero, lo que realmente me hace feliz, es cuando te veo… Ya cuando sales de tu cuarto al despertar y me miras, ya cuando regresas cansado del trabajo o de la escuela… Tu voz dirigida hacia mí me vuelve loco, me encanta, me brillan los ojos y corro de un lado a otro porque no puedo contener ese contento que me haces sentir…
Pero tú no sientes lo mismo… Llegas cansado y ni me diriges la mirada; voy a tu encuentro y con tu mano me despides en un segundo; y yo me quedo ahí, con ganas de que me platiques tu día, aún cuando no pueda entender lo que me dices, porque requiero de atención… No eres el único que tiene esa necesidad de sentirse querido… Todos los seres vivos tenemos esa necesidad natural de buscar a seres amados… Pero pienso que tú no me quieres a mí… o por lo menos no tanto como yo te amo a ti…
Hombre, tienes que entender que tú eres mi mundo, eres todo lo que conozco, vivo para ti y vivo de acuerdo a tus caprichos…
La peor parte de mi día es cuando tú te vas, porque no sé cuándo volverás… Hay ocasiones en que te vas de viaje, y me quedo solo días enteros sin saber una noticia de ti, y entonces me carcome el miedo de pensar que tal vez un día no vuelvas… Yo no soy tan fuerte como tú; yo no puedo prender la estufa de la cocina para hacerme el desayuno o abrir un simple paquete de galletas para degustarlas con un café… ¡Carajo, yo no sé ni preparar un café´; no sé ni lo que es tomar eso! No, yo siempre, todos los días, como lo mismo, porque es lo que a ti se te antoja darme… Y muchas veces me compras la comida más barata que encuentras porque, de algún modo, crees que no merezco degustar lo que se pasea entre mis dientes… Y luego, si no como eso porque no me gusta su sabor, te enojas…
Y sí, cuando te enfadas me da pavor, porque no sé si hoy tendrás esa necesidad de desquitar tu rabia del día con el poder de tu mano sobre mí… Esa mano que tan bien me acaricia cuando me acuesto a tu lado… hasta que te hartas de mí y me bajas del sillón o de la cama… Y me regañas, cuando la mayoría de las veces no sé ni qué es lo que hice mal… Créeme, lo último que quiero en esta vida es hacerte daño… Te repito, lo eres todo para mí…
Me encantaría que te tomaras unos minutos para sacarme a pasear o para jugar conmigo… ¿Cómo es posible que no te emociones cuando me ves, cuando yo todo el tiempo estoy esperando a verte? Para ti los minutos son nada, pues estás constantemente ocupado en algo; para mí, los segundos son eternos… Y ni siquiera tengo un reloj que pudiera leer para saber cuánto falta para que regreses…
Hombre, humano, no te entiendo… ¿Por qué me castigas si yo te amo? ¿Qué se necesita para que tú puedas respetar a mi especie? ¿Por qué crees que tu capacidad de razón te hace mejor que yo? Yo no pedí venir a este mundo; yo no pedí estar encerrado en cuatro paredes toda mi vida; yo no quise conocerte y, no obstante, pienso que fue lo mejor que me pudo haber sucedido… Una sonrisa, eso es todo lo que te pido; una dulce voz al verme, no más… Para mí no existe mejor cosa en este mundo que estar entre tus brazos…
Es casi imposible que yo me enoje contigo y, aún así, cuando me molesto, basta que aplaudas tus manos hacia mí y me tienes de vuelta en tus brazos… así, sin más… ¡Dime, ¿quién de tu especie podría perdonarte así de fácil?!
Hay veces en que me amarras con la correa y no te importa si debo defecar… Y si lo hago dentro de tu hogar, por el simple hecho de que ya no puedo contenerme más, me gano la furia de tus golpes…
Yo… yo sólo pido amor… tu amor…
Hombre, amo, humano… por favor, te lo ruego, respétame…
Para terminar, sólo quiero hacerte una pregunta reflexiva, sin que me respondas a mí, sino a ti… ¿Realmente me quieres a tu lado?
Te ama,
Tu mascota.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Comentarios? Por favor...