Ícaro: Buscando El Sentimiento de Libertad



Hay veces en que me siento volando demasiado alto… Como Ícaro tratando de volar hacia el sol…

(Imagen obtenida de http://www.elgalgolucas.com/icaro)


¿Qué fue aquello que le llevó a Ícaro a volar hacia el sol? ¿Qué estaba pensando o qué pasaba por su cabeza en ese momento? ¿Qué circunstancias le llevaron a desear tanto aquello que le llegó a importar nada el que sus alas fueran hechas de cera? ¿Por qué aún sabiendo que moriría si se acercaba al calor y se derretirían sus alas…?

Creo que la respuesta sería: El sentimiento de libertad… Esa situación en la que por unos momentos nos sentimos despojados de todo y podemos ver esa paz tan profunda en nuestra alma… Ese sentimiento tan grato, tan placentero, tan único y tan difícil de alcanzar que algunos lo perseguimos como meta de vida… La libertad… El desnudarnos de todas esas reglas sociales y de esa moral inculcada para convertirnos en nosotros mismos…

El sentimiento de libertad es cuando estamos enamorados de nosotros mismos… Orgullosos de nuestros actos, el saber que en nuestra conciencia somos verdaderos y correctos… Sentirnos naturalmente humanos, útiles y benignos… El sentir cómo nuestra más escondida esencia sale de nuestra alma para verse reflejada en una sonrisa… Una sonrisa sincera, atractiva, envidiable… Y con eso perdemos toda importancia, pues no hay nada superior a ese estado de paz y felicidad… Con la libertad nos volvemos indiferentes al mundo, a la gente, a las cosas, a la vida y a la muerte misma… La libertad es esa emoción que nos lleva a conquistar la muerte… Cuando somos libres, somos dioses de nuestros propios mundos… La libertad es volverse sabio…

Y entre más buscamos esa emoción des-esclavizadora, más nos despojamos de todo lo que hemos aprendido, todo lo que hemos sido, todo lo que seremos; nos desentendemos de las reglas sociales y de las leyes absurdas… Y entre más nos desbaratamos de todas esas cadenas que nos ciñen hacia una vida de rutina, más entendemos nuestra esencia… Comienzas a verte desde dentro, a platicar contigo mismo, a cuestionar lo que te rodea y… caes en una filosofía de vida sencilla, completa, hermosa, divina: Nada importa más que el sentimiento de libertad…

Y mientras uno se hace libre, y mientras los demás se van quedando en un mundo de resignación hacia un mundo de represión, crueldad y de orgullo sin dignidad, la mente propia se va alejando de los parámetros sociales, y comienza a volar… y a volar… y a ascender… y a subir hasta un punto en el que te deshaces de todo el mundo que está allá abajo y te decides irte… Conducirte felizmente a lo que sabes que probablemente será tu tumba pero que sabes, también, que es un viaje que debes hacer y para el cual estás preparado… Un viaje que sabes que sólo unos cuantos escogidos pueden realizar… Irte… Irte hacia un lado que sabes que existe pero que nadie ha llegado… Estás listo para enfrentar a la muerte y escupirle en la cara diciendo: “Tú no me tocas; yo soy un hombre libre… Apártate, pues voy en mi camino hacia el sol…

Sí, querido lector, hay veces en que siento que vuelo demasiado alto… Y me da miedo… Me da consternación, me espanta ese viaje… Todavía le temo a olvidarme del mundo y encarrilarme hacia el sol… Pero talvez un día tendré la sabiduría suficiente para tomar mis alas de cera y llevarme a un cielo lejano…

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