Las Letras: Transportación e Intercambio de Mundos




Cada letra que imprimo es más que un símbolo… Cada grafía es más que un signo perdido entre sus hermanas… Más que tinta sobre un lienzo blanco, cada letra debe llevar una conjunción casi perfecta con la otra que le acompaña… Y aunque se nos antoje más importante aquella que se peina con un acento para descollar sobre su grupo, sin las demás, aquella sería un punto en la nada, una insignia sin sentido…
Luego, las letras a las palabras y éstas a las oraciones… siguen los párrafos, páginas, libros… en fin…

Es increíble la capacidad del hombre para inventar jeroglíficos que puedan transportar los pensamientos de las personas hacia otras, así hayan pasado mil años, así estén a miles de millas de distancia… siempre estarán ahí esos escritos para platicar con nosotros… Y más que platicar, hablar… hablar sin escuchar; pues con las hojas no se discute, no hay un duelo de pensamientos; los libros no escuchan, sólo dicen… Y así nos detenemos entre líneas y reflexionamos sobre lo repasado…
Y a este punto es al que quería llegar: La transportación de las letras, de las ideas, de los sentimientos…

Cuando escribo, me voy… ¿a dónde? No lo sé; a otra dimensión, supongo… Me encierro en una nada, donde todo lo que hay es mi intelecto y la emoción que le acompaña; me voy a un lugar donde puedo parir mis ideas; me voy, me vuelvo loco, me antojo inhumano (o extra-humano), me siento único y, luego, regreso, imprimo lo que vivo en albas páginas y las envío… Las envío a un lector que no conozco, que no sé nada de su vida ni nada sobre sus circunstancias… No sé siquiera su nombre y, no obstante, me lee, me entiende, se esfuerza por meterse en mis pensamientos y lo que me llevó a escoger una palabra antes que otra. Por alguna bizarra razón, ese lugar donde convivo con la nada, se conecta con el mundo de otro y otro y otro y otro… y, más fantástico aún, cada quien en su modo siente que el autor (yo, en este caso), le hablo al oído sobre cosas distintas.

Y así un Platón de miles de años atrás, y así un Sun Tzu de miles de kilómetros a la lejanía, me hablan personalmente cuando les leo… Hay cierta esencia en los escritos de cada autor que nos hacen imaginar sobre cierta psicología que nos comparten a nosotros de un modo personalísimo.

Y cada uno cree entender al que escribe estas palabras, cada quien ve desde un ángulo distinto y, de cierto modo, todos tienen razón, mas, por otra parte, nadie me conoce cual soy.

Y heme aquí, sentado, regresando de ese viaje hacia la nada, donde mi razón y mi alma querellan para ver nacer estas palabras, hablándote a ti, querido lector sin nombre. Y, casi a la velocidad de la luz, rompiéndole el vientre al tiempo (pues cada quien leerá esto en su momento), me transporto hacia ti, a tu mundo, a tu mente, a tu alma, a tu corazón… a tu esencia… Y no, no tengo modo de entenderte, pero algunas palabras que leas puedes tomarlas como tuyas si es que te llegan como saetazo al centro de tu corazón o como un aguijoneo a tu razón. No te entiendo, no te conozco, pero, aún así, hay algo que nos conecta a un nivel personal y único… Y es que el entenderse a sí mismo, de algún modo, es entender a los demás…

Las letras… Mis letras… Mis letras para ti… Tus letras… Nuestras letras son el camino por el cual el autor transporta libremente su mundo a la mente del lector…

Una pequeña insignia, un símbolo, una grafía, un jeroglífico…

¿Todavía crees, estimadísimo lector, que una letra es un simple signo sin sentido?

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