Las Angustias de Dios -o crónica de una mente despertando - (TERCERA PARTE)

Continuaba mi "odisea": me sentía Ulises en pos de mi Penélope, aunque en realidad mi única "Penélope" era mi casa, pues no me había hecho el tiempo para cortejar a alguna mujer: mi amada era mi casa, pero mi casa no era un hogar... ¡No había procurado lo suficiente al lugar donde vivía: era frío y nada acogedor... era vacío... y definitivamente no podía llamársele hogar...!

¿Por dónde (insistía mi mente) se había escurrido mi vida social? ¡El hombre es social por naturaleza, según me enseñaron en la primaria…! Mas, ¿sería cierto aquello…?

Interactuar con otras personas es algo sano, pensé, pues nos aleja de esa extraña locura que abraza la soledad… ¿Estaba yo, acaso, volviéndome loco? ¿Por qué me encontraba ahora, estando tan extenuado, reflexionando tanto…? ¡Estaba hablando solo, conmigo mismo, sin nadie más que me escuchara! Eso era cosa de locos… según había aprendido entre las normas sociales…

Mmm… ¿Qué tanto había aprendido yo que podría resultar en un engaño, en una falsedad generalizada entre la gente? Es decir, ¿qué tanto era yo, como tal, como individuo, y no lo que se me había enseñado a través de mi vida…? ¿Qué tanto era yo por “ser” más que por “saber”? ¿Cuál era mi esencia más que mi sabiduría?

De niños somos inocentes, vulnerables en la mente, sin capacidad de razón propia, sin una posibilidad de lógica… sin el poder de formular una duda… ¡Había tantas cosas que yo daba por ciertas solamente por que así me lo habían enseñado, así me lo inculcaron, así lo leí y así lo creí…! ¡¿Quién había escrito lo que era correcto e incorrecto en este mundo?! ¿Por qué debemos confiar en la física y demás ciencias; acaso sólo porque nos hemos atrevido a afirmar que las cosas siempre reaccionarán de uno u otro modo, sólo porque es algo que vemos, oímos y que percibimos con nuestros sentidos? ¡Quién fue el ser absoluto que nos convenció de que lo que percibimos es lo real y verdadero! ¿Quién nos dio la autoridad de afirmar que los pájaros cantan porque sale el sol y no que es el sol quien sale porque trinan las aves por las mañanas? ¡Por favor, seamos francos: sabemos tan poco de nuestro mundo y comprendemos nada del Universo! El hecho de que aquí y ahora funcionen las matemáticas euclidianas, el hecho de que la “ciencia” sea hoy en día una moda (tal como lo fue el arte en el Renacimiento o la superstición en la Edad Media), el hecho de que en esta parte del Universo todo sea de una forma y que todo siga algún modo, el hecho de que en este rincón del Todo exista la percepción del tiempo, todo ello NO quiere decir, de modo alguno, que todo lo demás que es lejano y que desconocemos deba ser exactamente del mismo modo! ¡¿Quién demonios es sabio suficiente para afirmarme que no puede existir cierta galaxia bidimensional o un sistema de planetas penta-dimensionales?!
¿Qué no sonaba también ridículo el hecho de pensar que la Tierra era redonda y no cuadrada…?

 Conducía ahora, o mejor dicho, intentaba conducir a través del cegador diluvio… La ciudad era desierta: no había un alma que pudiera percibirse… Entonces me sentí solo, vulnerable, atemorizado, abrumado…
Parecía que mientras que mi mente volaba libre entre aires filosóficos, mi cuerpo había estado tomando decisiones por sí mismo, lo que me había llevado hasta un camino desconocido…
Entre más trataba de encontrar alguna avenida amplia que pudiera orientarme, más angostas se aparecían las calles…
Me invadió el pánico… Tomé mi celular para hablar con alguien que pudiera ayudarme… Y en ese instante me di cuenta de dos cosas: la primera era que no pude pensar en nadie al que le tuviera yo la confianza suficiente para llamarle a esas horas de la madrugada… el reloj se acercaba a marcar las tres de la mañana; la segunda cuestión, la cual era peor aún, era que mi celular había muerto: se había agotado la batería… 

(continuará...)



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