Las Angustias de Dios: Volumen 3 (SÉPTIMA PARTE)

Era ya de noche, pero el reloj todavía marcaba un horario vespertino más que nocturno.

¿Alguna vez has robado algo? –preguntó ella de pronto.
Una vez, cuando era cuando niño, tomé un paquete de chicles de una tienda departamental… Nadie se enteró, excepto mis padres cuando vieron que yo mascaba chicle sin que nadie me hubiera obsequiado aquello. Me regañaron tremendamente y jamás volví a hacerlo… –hubo una pausa, pues al parecer mi respuesta no era lo que ella esperaba oír –. Pero, estuve en la cárcel, ¿sabes…?

Las últimas palabras las dije con una mueca coqueta, lo que hizo que ella sonriera.

Pues hoy será el día en que vuelvas a robar –dijo ella de pronto –.
¡¿Cómo?! ¡Si yo robo algo seguro iré derechito a la cárcel nuevamente!
Mi querido Louis, nadie te va a juzgar por un paquete de chicles…
Pero… ¿por qué no lo compramos y ya?
–Porque hoy es un día de aventura… –dijo ella y luego se alejó lentamente – Además, yo ya no traigo dinero…

Mica entró al Sanborns y desde luego yo le seguí. Al momento de entrar no la vi e inmediatamente comencé a ponerme nervioso… ¿Qué debía hacer? No quería decepcionar al amor de mi vida: verme como cobarde no era opción…

Ubiqué el departamento de ‘dulcería/tabaquería’ de la tienda, luego miré a uno y otro lado intentando ubicar tanto a los trabajadores, como a los guardias de seguridad y las cámaras en el techo.
Mis manos comenzaron a sudar y bajé lentamente las escaleras: sentía que todos me veían de modo sospechoso. Caminaba de un modo torpe, casi estúpido, como si no supiera mi destino. Mica seguía sin aparecer…
Llegué a donde estaban los dulces y comencé a cogerlos y mirarlos, yo pretendía leer las diminutas letras de los empaques y de vez en vez miraba de reojo a mi alrededor, midiendo a mis enemigos: los empleados…
Tomé discretamente un paquete de chicles, sin cuidar realmente el sabor o la marca de aquellos; lo envolví en mi puño y bajé rápidamente la mano, aunque no metí el empaque en el bolsillo: era imposible ser más sospechoso: si yo fuera uno de los guardias de seguridad, seguramente estaría muerto de risa ante la estupidez del ratero amateur.

Buenas noches, señor –me dijo la señorita vestida con su uniforme de falda azul marino, encargada de la ‘dulcería/tabaquería’ –. ¿Le puedo ayudar en algo…?
N… No, no… Gracias… Yo… pues… Yo sólo estoy viendo… Gracias… señorita… Gracias… Gracias…

La encargada me miró confundida, quizás pensando en que yo padecía de algún retraso mental… o acaso pensó que ella me gustaba y me ponía nervioso… no lo sé…
Después de eso no me dijo nada, por lo que supuse que no se había percatado de mi intento de robo. De cualquier modo, yo ya estaba en el punto en el que sería peor devolver el paquete de chicles a su lugar… Comencé a ‘sudar la gota gorda’ y mi nerviosismo se disparó…

¡Carajo, yo había estado en la cárcel acusado de intento de violación y ahora sufría por robarme un chingado chicle!

Sea como fuere, me ganó el miedo y decidí mejor retirarme para hojear las revistas en la sección de ‘libros’… ¡Los chicles seguían dentro de mi puño! Y es que parecía que la parte más difícil era depositar el empaque dentro del bolsillo de mi pantalón, pues, hasta el momento, cualquier objeción podría justificarla diciendo que ‘no tenía intención de robar aquello, solamente que habría de pagarlo antes de retirarme’. Sentía que en el momento en que metiera el producto en las bolsas del pantalón aparecería una intensa e intermitente luz roja del techo y que sonaría una estrepitosa alarma y que los guardias se me acercarían corriendo con sus linternas y su ‘gas pimienta’ y que habrían de taclearme al suelo.

¡¿Dónde rayos estaba Mica…?!

¡Ay, a la fregada!”, pensé y metí el empaque de chicles en la bolsa izquierda de mi pantalón.

Volteé enseguida a todos lados para ver si debía correr y hacia dónde debía hacerlo: el mundo parecía igual, pero yo sabía bien que, aunque nadie se hubiera percatado de mi pecado, mi sonrojado rostro, mis ademanes torpes y mi comportamiento anormal eran sospecha suficiente para hacerme notar culpable de ‘algo’.

Y entonces pareció que uno de los ‘gorilones’ de seguridad se percató de aquello y me miró directamente y comenzó a caminar hacia a mí…

¡Uy!, ya valió…”, pensé.

Intenté huir discretamente hacia los sanitarios, pero el guardia cortó camino a través del departamento de ‘electrónica’; giré y retrocedí entonces, como aparentando un súbito interés por los espantosos muñecos de peluche del área de ‘juguetería’; el ‘gorila’ no reparó en discreciones y entonces inició la reversa: estábamos cruzando la línea de las obviedades. Aceleré el paso hacia la sección de ‘repostería’, pero el guardia tomó su radio para llamar a sus secuaces: era hora de correr… Otros dos ‘changos’ me cerraron el paso y no tuve a donde correr: jaque mate para Louis…

De pronto los guardias se distrajeron: se escuchó un fuerte ruido en el área de ‘fuente de sodas’: una mesera tiraba una charola y por los aires volaban una vajilla, vasos y una taza de café caliente que terminó quemando las rodillas de una señora ya grande, la cual, al levantarse empujó con su silla a un garrotero, quien cayó sobre las enchiladas de un señor, cuyo indiscreto tupé cayó en la malteada de fresa de una niña, quien inmediatamente comenzó a berrear de un modo desesperante… Y detrás de aquella escena estaba Mica, totalmente sonriente y guiñándome un ojo: era el momento de escabullirme por debajo del mostrador de las corbatas hacia la salida lateral…

Corrí y corrí sin mirar atrás hasta esconderme detrás de una maceta del museo Soumaya… Desde ahí vi salir a Mica, con las manos atrás, caminando calmada con unos pasos danzantes… Ella era increíble…

Cuando sentí que todo estaba seguro, salí de mi escondite para encontrarme con Mica…

¡Aquí tienes! –dije con una sonrisa al momento en que sacaba el empaque de mi bolsillo –.
Pero… –hubo una pequeña pausa –, ¡éstos no son chicles… son gomitas!

Quedamos serios por unos segundos, luego reímos… Creo que fue la noche en que más reí en toda mi vida… No cabía duda que aquella era la mejor noche de mi vida…

(continuará...)

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