Las Angustias de Dios: Volumen 3 (CUARTA PARTE)

Nos adivinamos uno al otro con meras miradas… Conocimos nuestras intenciones solamente con los gestos… Nos mostramos las almas simplemente con sonrisas…

¿Crees que pudiera haber un futuro que reúna a dos personas como tú y como yo…? –pregunté aquello insinuando mis pretensiones y tentando la encarnación de una posibilidad, pues aún siendo un demonio, yo temía al rechazo de la belleza femenina –.
Tal vez… –contestó ella expresando unos labios coquetos, lo cual me hizo sentir infinitamente feliz –. Aunque… –y con esto me aterrizó de nuevo –. Siendo razonables, alguno de los dos tendría que cambiar: o yo me vuelvo viciosa, o tú renuncias a tus vicios…
Pe…
No te lo estoy diciendo como un ultimátum –me robó la palabra de la boca –, pues sería demasiado caprichoso de mi parte. Te lo digo porque tarde o temprano habremos de enfrentarnos a eso… Lo cual nos lleva a una paradoja: yo te gusto por carecer de vicios, tú me gustas por tu tristeza y tu resignación hacia la vida… –ahora aparecía su personalidad más inteligente, astuta, lógica y letrada: esa era la verdadera cara de Mica, aunque eso era algo que habría de descubrir en el futuro –. Por lo tanto, estamos frente a un problema sin solución aparente, pues nos gustamos por ser diferentes, pero para vivir un futuro juntos es menester que alguno de los dos cambie su esencia…
¿Realmente crees que las personas puedan cambiar…?
¿Existe dios…?

Hubo un momento de silencio y mi semblante se volvió serio, y entre mi vinoso estado intentaba mostrar una imagen capaz de razonamientos profundos ante la problemática que aquélla me planteaba…

Mica… ¿Te das cuenta que estamos hablando de vivir toda una vida juntos y ni siquiera nos hemos besado…? ¡Cómo podemos pretender tanto con meras palabras y con simples apariencias! Y no, no pienso besarte ahora: quiero esperar el momento perfecto para hacerlo…

Ella sonrió; yo continué hablando…

–Te propongo que primero disfrutemos de esta tarde, de este momento, y nos olvidemos de futuros y de lógicas…

Ella me abrazó contenta y me miró de cerca, pegando su nariz a la mía…

–Sería más fácil domar a cien caballos que controlarme y contenerme para besarte ahora… Pero no lo voy a hacer, pues sé que este momento es procurado, y francamente, no hay perfección en lo planeado: la perfección es espontánea, pues la perfección conlleva asombro, y no hay asombro en resultados esperados… 

Ella me besó la mejilla del modo más tierno y seductor a la vez… Creo que me sonrojé entonces… Me tomó de la mano y me miró con pupilas que temblaban amorosas…

Ven –me dijo al mismo tiempo en que apretaba mi mano –, vámonos de aquí… Vamos a caminar por la plazuela, tomados de la mano… Al menos que prefieras quedarte y seguir bebiendo solo…


Ni todo el alcohol del mundo me hubiera convencido de quedarme en aquel bar: el atractivo que sentía por ella era invencible, ineludible, inquebrantable… Hubiera encontrado el modo de bajarle una estrella si ella me lo hubiera pedido…

Pedimos la cuenta y la pagamos dividiéndola en partes iguales…

Ni creas que te vas a salvar de contarme tu vida, ¿eh? –comenté mientras salíamos por la puerta: el cielo comenzaba a oscurecerse –.
–De acuerdo… Pero, primero, tienes que terminar de contarme…
–¿Contarte qué…?
–De tu experiencia en la cárcel…
–No quiero hablar de eso…
–Si vamos a vivir juntos por el resto de nuestras vidas, vas a tener que confiar en mí y confesar todos tus miedos y remordimientos…
De acuerdo –dije con una sonrisa y tomándole su mano entre ambas mías; luego le besé el anverso, y saboreé la juventud de su piel… olía a durazno…–


¿Crees en el amor a primera vista…? –pregunté de pronto y ella sonrió –.

(continuará...)


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