Nos
adivinamos uno al otro con meras miradas… Conocimos nuestras intenciones
solamente con los gestos… Nos mostramos las almas simplemente con sonrisas…
–¿Crees que pudiera haber un futuro que reúna
a dos personas como tú y como yo…? –pregunté aquello insinuando mis
pretensiones y tentando la encarnación de una posibilidad, pues aún siendo un
demonio, yo temía al rechazo de la belleza femenina –.
–Tal vez… –contestó ella expresando unos
labios coquetos, lo cual me hizo sentir infinitamente feliz –. Aunque… –y con esto me aterrizó de
nuevo –. Siendo razonables, alguno de los
dos tendría que cambiar: o yo me vuelvo viciosa, o tú renuncias a tus vicios…
–Pe…
–No te lo estoy diciendo como un ultimátum –me
robó la palabra de la boca –, pues sería
demasiado caprichoso de mi parte. Te lo digo porque tarde o temprano habremos
de enfrentarnos a eso… Lo cual nos lleva a una paradoja: yo te gusto por
carecer de vicios, tú me gustas por tu tristeza y tu resignación hacia la vida…
–ahora aparecía su personalidad más inteligente, astuta, lógica y letrada:
esa era la verdadera cara de Mica, aunque eso era algo que habría de descubrir
en el futuro –. Por lo tanto, estamos
frente a un problema sin solución aparente, pues nos gustamos por ser
diferentes, pero para vivir un futuro juntos es menester que alguno de los dos
cambie su esencia…
–¿Realmente crees que las personas puedan
cambiar…?
–¿Existe dios…?
Hubo un
momento de silencio y mi semblante se volvió serio, y entre mi vinoso estado
intentaba mostrar una imagen capaz de razonamientos profundos ante la
problemática que aquélla me planteaba…
–Mica… ¿Te das cuenta que estamos hablando de
vivir toda una vida juntos y ni siquiera nos hemos besado…? ¡Cómo podemos pretender
tanto con meras palabras y con simples apariencias! Y no, no pienso besarte
ahora: quiero esperar el momento perfecto para hacerlo…
Ella
sonrió; yo continué hablando…
–Te propongo que primero disfrutemos de esta tarde, de
este momento, y nos olvidemos de futuros y de lógicas…
Ella me
abrazó contenta y me miró de cerca, pegando su nariz a la mía…
–Sería más fácil domar a cien caballos que controlarme y
contenerme para besarte ahora… Pero no lo voy a hacer, pues sé que este momento
es procurado, y francamente, no hay perfección en lo planeado: la perfección es
espontánea, pues la perfección conlleva asombro, y no hay asombro en resultados
esperados…
Ella me
besó la mejilla del modo más tierno y seductor a la vez… Creo que me sonrojé
entonces… Me tomó de la mano y me miró con pupilas que temblaban amorosas…
–Ven –me dijo al mismo tiempo en que
apretaba mi mano –, vámonos de aquí…
Vamos a caminar por la plazuela, tomados de la mano… Al menos que prefieras
quedarte y seguir bebiendo solo…
Ni todo
el alcohol del mundo me hubiera convencido de quedarme en aquel bar: el
atractivo que sentía por ella era invencible, ineludible, inquebrantable…
Hubiera encontrado el modo de bajarle una estrella si ella me lo hubiera
pedido…
Pedimos
la cuenta y la pagamos dividiéndola en partes iguales…
–Ni creas que te vas a salvar de contarme tu
vida, ¿eh? –comenté mientras salíamos por la puerta: el cielo comenzaba a
oscurecerse –.
–De acuerdo… Pero, primero, tienes que terminar de
contarme…
–¿Contarte qué…?
–De tu experiencia en la cárcel…
–No quiero hablar de eso…
–Si vamos a vivir juntos por el resto de nuestras vidas,
vas a tener que confiar en mí y confesar todos tus miedos y remordimientos…
–De acuerdo –dije con una sonrisa y
tomándole su mano entre ambas mías; luego le besé el anverso, y saboreé la
juventud de su piel… olía a durazno…–
–¿Crees en el amor a primera vista…? –pregunté
de pronto y ella sonrió –.
(continuará...)
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