El Hombre Impositivo
“Ya madura… Crece… Planea tu futuro…”; Palabras que escucho constantemente… ¿Por qué ese afán del hombre de querer imponer su vida sobre la ajena?
Generalmente, un consejo viene acompañado de cierta esencia egoísta, pues el consejero (o aconsejador, como prefieran llamarle) trata de inculcar una sabiduría sobre el aconsejado. Por alguna extraña razón, el hombre, individualmente hablando, cree tener una personalidad o un estilo de vida perfecto, lo que le lleva a tratar de inculcar esos pensamientos soberbios en los demás.
No obstante, creo fehacientemente que el dar esos consejos egoístas, sólo confirman que el consejero lleva un estilo de vida o filosofía errónea, pues al tratar de imponer sus ideas sobre alguien más, únicamente está atinando una consecuencia que pudiera ser correcta o incorrecta, verdadera o falsa; pues, cuando alguien está seguro de sus pensamientos, se los guarda para sí, sabiendo que le sirven solamente a él mismo. En otras palabras, es más sabio aquel que responde con una sonrisa, a aquel otro que aconseja con suficientes palabras para llenar un libro; pues el primero conoce que cada quien posee su propio mundo, mientras el segundo quiere imponer su mundo sobre otros.
Algunos hacen deporte, otros fuman; unos invitan y regalan, algunos guardan vehementemente su dinero; unos viven para las drogas, aquellos al estudio y al trabajo; ellos a la rutina, ustedes a la aventura; unos se alimentan de cultura, éstos de sueños e ilusiones y aquestos de grandes cantidades de azúcar; la mayoría a la felicidad ceñida por reglas sociales, yo a la libertad…
Debemos comprender que todos y cada uno de nosotros lo único que busca, finalmente, es seguir con sus propias vidas y que cada quien tiene sus medios para ello (il fine giustifica i mezzi). Cada uno aprende distintas cosas y cada quien decide qué retener y qué desechar. Cada persona toma para su personalidad (o su carácter, no entraré en debates; tomemos por ahora ambos como cosas a posteriori); repito, cada uno toma para su carácter lo que cree bueno o lo que le puede servir, y rechaza lo que entiende como maligno o perjudicial. Es decir, cada quien construye su forma de ser; o, en otras palabras, nuestra personalidad es la suma de eventos que son aceptados por nuestra moral interna. Y esto… esto es divinamente bello… Es enormemente sublime que, gracias a esto, cada individuo forma un carácter que lo vuelve único… único y original…
Yo no quiero madurar, no escojo crecer; me inclino por el presente y no por el futuro; a mí me gusta sentirme libre: Me sirve, me agrada, me funciona.
Estimado lector, forma tu carácter, vive tu vida y jamás impongas tus pensamientos sobre los demás, pues ello... ello te hará sabio…
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Comentarios? Por favor...