Hola a todos,
para empezar quería pedirles un par de diculpas:
1.- La última vez hablamos sobre el Elogio de la Estulticia. Alguien de ustedes hizo el favor de corregirme; el nombre correcto es Encomio de la Estulticia... supongo que entonces el título ideal para el blog hubiera sido Elogio al Encomio de la Estulticia, o algo así, pero... en fin...
2.- No he escrito mucho recientemente por que he estado trabajando en mi último libro... cuando nazca, se los presentaré...
Ahora sí, aprovechando que el niño México cumple apenas doscientos cortos años, y como, repito, no he tenido tiempo de escribir mucho, pensé que sería buena idea dejarles el Prefacio y un cuento de mi libro "Cuentos Amexicanados" (sí, en cuanto pueda lo revisaré y lo subiré a la sección de descargas de libros de Pablo Letras y Sus Disparates). No obstante, como serían demasiadas letras para un blog, entonces hoy les regalo el Prefacio y otro día el cuento...
Sin más...
PREFACIO: Hablando de México
¡Cuánto podríamos divagar sobre México; cuánto mucho, casi sin detenernos! ¡Qué no podríamos decir de dicha Patria…, mi Patria, mi Madre!... ¡Qué País; qué Nación! Imaginemos un lugar más folclórico… ¡imposible! ¡Cómo hacerlo sin hablar de la Guelaguetza, del Palenque, con la querella de chuchones: uno blanco y el otro colorado; de la música, ora ranchera, ora baladas mariacheras, ya las de Lara, ya las de Manzanero; y siempre en vivo la música aquella, donde dura la fiesta, en principio, un par de días… y se alarga hasta hablar de una semana completa… hasta la madrugada del domingo! Del reventón, propiamente dicho, de los fuegos artificiales, o sean, los cohetes… o cuetes, coloquialmente dicho; acompañados por el agave del maguey, o dígase directamente el tequila, el aguardiente del mezcal, el tepache, las aguas de jamaica, de horchata, de tamarindo y hasta jugo de nopal; pues, ¡si hasta nos bebemos el cacao y el maíz! El cacao y el maíz… ¡legado de México al mundo entero!
¿Qué sería del mundo sin chocolate, sin tortillas ni tostadas? Y ni hablar de comida, porque necesitaríamos un libro completo para hablar de los ingredientes y las recetas: Los pambazos, tamales, quesadillas, buñuelos, tacos, flautas, todo lo que se come en la Visita de las Siete Casas; la justificación para ir a siete lugares para comer siete veces… ¿qué mexicano se abstendría, si todos somos "re-gorrones"?; el huitlacoche o cuitlacoche, como queramos llamarle, flor de calabaza, hongos, pata, buche… ¡qué no comemos!; el mole: verde, rojo, pipián y de infinitos sabores, basta con ir a la feria de San Pedro Actopan; el guacamole, pico de gallo y todas las salsas de todo tipo de chile, verdes si son con tomates, rojas con jitomate o por el puro chipotle… ¡qué de salsas! El chile… ¿quién que sea mexicano no lo come? Si aquí en México lo amargo es dulce y lo dulce picante. También están las famosas carnitas: maciza y cuero, lengua y sesos. Los frijoles, el arroz y tortilla, dieta diaria del orgulloso campesino mexicano.
El pozole, el chicharrón prensado, papa con chorizo, el picadillo, y cualquier cosa que salga con caldo de jitomate; la famosa combinación que se mezcla con todo: crema, queso, aguacate, lechuga, rábano, salsa (por supuesto), y mucha sal, para que sepa bien. Los famosísimos churros rellenos con cajeta de Coyoacán, para sopearlos en el chocolate caliente de El Jarocho; y el café… ¡qué café!, de lo mejor del mundo sin duda, basta con ir a la Parroquia de Veracruz.
Enchiladas, sopes, huaraches, y todo lo que con masa se pueda freír, todo con mucha grasa, pues es el sabor característico del buen comer mexicano. La sopa de tortilla, caldo tlalpeño, sopa de verduras con calabaza, elote, papa y todo lo que se le pueda aventar a la olla.
Nuestro queridísimo nopal, los huazontles, el tabasqueño pejelagarto, papatzules y memelas en Mérida, empanadas y tamales en Oaxaca, y tantos más en cada región del país. Los postres de Puebla y el licor de pasita, la tuna, la natilla, arroz con leche, chongos zamoranos y sepa quién cuántos más. Y si algún platillo fuereño traspasa las fronteras nacionales, le damos nuestro toque mexicano... lo amexicanamos.
Y cómo hablar de México sin hablar de su gente: astuta para lucrar, pero, en el fondo, honesta; quejumbrosa hasta el cansancio, pero, por dentro, muy vaciladora, alegre, ¡cómo no seríamos alegres sin los mundialmente conocidos albures, el doble sentido ante todo, en cada frase, en cada palabra! ¡Qué ingenio para la prosa irónica! ¡Qué ingenio del mexicano para todo: como sea se las ingenia para hacer cualquier cosa! Todo México sabe de fútbol, de coches, y los que no, le hacen el intento hasta que les sale lo que quieren. Todo mexicano es mujeriego, pero no morboso, sino por que ama a sus mujeres, a sus cholitas; pero, una vez casado, todo compatriota es mandilón, casi sin excepción; es decir, talvez haya por ahí alguna aventurilla, pero lo que es el amor a su esposa, ¡que nadie se meta con ella! Y qué decir de la piel morena del de mi país, ¡recuerdos vivos precolombinos!; como si Dios hubiese escogido a México para llevar el bronceado perfecto al mundo; como si no necesitasen del sol para vivir, pues su tez dice que se broncea sola. El choque de culturas, desde el maya hasta el indio navajo, pasando, claro está, por el mexica.
En la ciudad, todo mundo como hormigas tras la migaja o como una colmena con más abejas de las que la capacidad del panal pudiese resistir, y, aún así, ¡resiste! ¡Qué cantidad de gente se aprieta para coexistir en tan poco espacio! Hoy en día los automóviles son casi tan numerosos como los habitantes, por lo que el tráfico está a la vuelta de cada esquina; aún así, nos acostumbramos… claro, quejándonos un poco. ¡Quien maneja en Ciudad de México es experto en maniobras para eludir improvisados obstáculos en cualquier rincón del mundo! Y, ¡cómo no, si el mexicano prácticamente llega al mundo con la licencia para conducir en mano! Si aquí, dichas licencias, se obtienen por la experiencia y no por la teoría de los señalamientos. Los preadolescentes son entrenados desde temprana edad para conducirse en la jungla de raudas latas con ruedas: esquivando baches, prediciendo los movimientos de los que avientan lámina, policías al acecho, tránsito sin hora pico, pues todo el día es aquella hora… en fin.
Los policías de tránsito siempre flojos, pero atentos para cobrar las premultas, o dígase la famosa mordida.
Otros prefieren el colectivo, donde el tráfico es de personas...
Bajo los puentes de las avenidas se encuentra la escuela oficial de la pintura con técnica de aerosol, ¡qué envidia para Da Vinci! Y otros pintores de técnicas más conservadoras (revolucionarias, empero), como Diego Rivera y su famosa amada Frida, Siqueiros, Orozco, etc.
Y volvemos al ingenio en la clase baja: Las casas de lámina, aluminio y latón con las corcholatas como remaches; la portátil del vagabundo, es decir, la carreta que lleva a todos lados, con colchón incluido… ¡qué ganas de vivir!
En fin, ¡cuánto podríamos elucubrar y escudriñar en los rincones de nuestro México! Sólo un par de gravísimos problemas: La interminable querella entre clases (¡qué abismo entre éstas!) y, tomado de la mano, el gobierno, corrupto y corruptor (también el pueblo)…
¡Feliz cumpleaños mi México sonriente! Feliz aniversario, queridos Mexicanos...
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