Soy Mi Propio Padre

¿Por qué soy como soy? Pregunta que constantemente me hago, como queriendo escarbar en las entrañas de mi alma para descubrir esa esencia que me vuelve único. ¿Quién era ese “yo” antes de aprender tantas cosas, antes de ser inculcado en las artes sociales de la humanidad, antes de ser corrompido por el mundo, antes de ser un rompecabezas de un millón de piezas que adquirí, una a una, de cada persona con la que me he rodeado? ¿Quién era esa persona que no pertenecía a ningún círculo social? ¿Cuál esa misma y única cara que no tenía que preocuparse por mutar modales ni gestos para los distintos ámbitos sociales? ¿Qué es eso que me hace único y de dónde vino?

Y esto no es cosa fácil… Se trata de la técnica cartesiana, el existencialismo, el método del “porqué”, el cuál empieza en algo sencillo y termina por hacerse preguntas complicadas que se derivan de ese primer cuestionamiento: ¿Por qué hago esto…? ¿Por qué soy eso que me hizo hacer esto…? ¿Por qué sucedieron esas circunstancias que me hicieron lo que soy y que me llevaron a hacer esto…? Etcétera…

Se trata de una especie de psicoanálisis personalísimo, el cual tiene como objeto despojarse, poco a poco, de todo lo aprendido, todo lo inculcado, toda moral, toda verdad, todo, todo, todo, para regresar a ese niño que tiene una esencia pura, intocable, incorruptible, original, humana…

Y en uno de esos viajes de preguntas (que aquí es donde quiero empezar mi punto), un amigo me dijo algo que me intrigó mucho: “Mi padre murió cuando yo tenía cuatro años… ¿Qué se siente tener un padre?”. Y en ese momento lo que pude contestarle fue lo siguiente: “Para mí, la figura de padre es ello que me lo dio todo, y que nunca pude retribuirle nada, pues murió antes de que él y yo pudiéramos entendernos como hombres…” Y supongo, entonces, que cada quien tendrá su concepto de padre…

Verás, querido lector, mi padre murió cuando yo tenía dieciocho años; justo en esa edad (la mía) donde la soberbia se apodera de nuestro carácter, donde nos creemos independientes sin poder realmente ser aquello. Y de lo que más me arrepiento sobre el funesto suceso, es que nunca pude invitarlo por unas copas, a un partido de fútbol en un estadio o una plática sincera que durara hasta altas horas de la noche…

Y después de su deceso, no pude hallar en nadie esa figura paterna que le reemplazara, ni en mi hermano, ni en amigos, ni en tíos… ni siquiera en mi propia madre… Y entonces comenzó una batalla interna entre el saber que, ahora que no estaba mi padre, podía hacer lo que me viniera en gana y, por otro lado, el saber que en algún momento debía controlarme a mí mismo o terminaría siendo un libertino solitario…

Y poco a poco se fue formando en mí una personalidad que no era la mía, sino la de un padre imaginario que me reprochaba ciertos actos míos… Tal vez es por eso que me volví tan reflexivo; tal vez por ello creció en mí esa esencia existencialista de superarme a mí mismo y volverme humano, realmente humano… Me vi en la necesidad de conocerme profundamente a mí mismo para, entonces, poder distinguir entre lo que quería y lo que necesitaba; es decir, formé un carácter que debía guiar a mi otro yo; una personalidad que limitara mis vicios y mis deseos de niño… Y ahora que voy creciendo y me voy volviendo más sabio, ambas personalidades se van conjugando en una sola…

Estimado lector, yo tuve un padre, luego nada, y ahora tengo una figura paterna que ya no me puede ser arrancada, pues solamente morirá con mi propia muerte… Puedo decir que hoy, yo soy yo… Hoy, mi padre vive en mí… Yo soy yo y también soy mi propio padre…

1 comentario:

  1. Finalmente, y a petición del público, se abre esta sección para comentarios...

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