Despierto… Por alguna razón extraña tengo en la cabeza una melodía que no puedo sacarme de la mente… Puedo escuchar un arreglo de Jeff Lynne con el acompañamiento de Bob Dylan y la trémula voz de Roy Orbison en el oído izquierdo, mientras la guitarra de George Harrison resuena sobre mi oído diestro… Se trata de “Not Alone Anymore” de los Traveling Wilburys, un grupo formado en los ochentas por lo mejor de lo mejor: BOB DYLAN, considerado por encuestas públicas de varias revistas británicas de gran importancia como el mejor compositor contemporáneo, justo por encima de John Lennon; GEORGE HARRISON, considerado dentro de los treinta mejores guitarristas de todos los tiempos y guitarrista principal de la banda más popular de todos los tiempos: The Beatles; ROY ORBISON, músico de una voz inigualable capaz de cantar dentro de un rango de tres octavas; TOM PETTY, líder de los Heartbreakers (sí, ese que compuso la canción de “Free Falling”, donde sale Tom Cruise cantando en el coche durante la grabación de Jerry McGuire); y JEFF LYNNE, guitarrista de los Electric Light Orchestra, banda muy popular en los setentas, y productor de grandes artistas de la época.
Me levanto… son las nueve con cuarenta minutos… Definitivamente es buena hora para despertar: totalmente descansado, pero a buena hora para no perder la mañana.
Bajo a la cocina, me preparo un café… No, mejor un latte… un “cajeta-latte”; y de comer, unas quesadillas… con espinaca, aguacate, crema, salsa… Sí, es un buen día para hacer algo grande de cosas ordinarias.
Después, recuerdo que mi computadora fue restaurada hace poco, por lo que se des-configuró la impresora y ahora no he encontrado el CD de instalación… He decidido buscar el software y bajarlo desde internet… Después de unos momentos logro encontrarlo… Está en portugués… Bueno, qué más da, que se quede en portugués, mientras imprima en español…
Mientras se instala aquello, abrazo a mi guitarra y me dedico a perder el tiempo improvisando sobre una escala mayor de blues compuesta… Finalmente, aparecen en la pantalla unas palabras que, aún no reconociéndolas, se pueden interpretar como: “La instalación ha sido exitosa”…
Apago la computadora: Es hora de una buena ducha…
Hablo con mi novia para desearle un buen día, mientras escojo la ropa que me habré de poner hoy… algo sencillo, sin mucho qué pensar: Unos jeans, playera de cuello redondo y mis converse negros…
Entro al baño y me miro en el espejo… “Hace mucho que no me rasuro completamente el rostro…”, pienso y saco la máquina de afeitar y el rastrillo mientras pongo un disco de aquél grupo con el que desperté en mis pensamientos: The Traveling Wilburys.
Mientras canto y me muevo al ritmo de la música (cosa que solamente haría a solas frente al espejo), me dedico a alisar mi cara por completo: Gel de afeitar y rastrillo marca Gillete y, a falta de un buen ‘after-shave’ restaurador como el de Nivea, uno lleno de alcohol y aroma marca Prada (venía de regalo en un ridículo gran estuche con la loción). Con cuidado, y haciendo caso a la letra de “Handle With Care” (canción que daría pauta a la formación de nuestra querida banda musical), llevo a cabo la faena de dejar mi rostro como piel de durazno, esperando no amanecer al día siguiente irritado por debajo de la barbilla.
Después de una fiesta personal bajo el agua de la regadera al ‘beat’ de “Last Night” y “Rattled”, me propongo a visitar a Violeta, mi piano, para divertirnos unos momentos.
Luego de subir y bajar por las teclas de mi fiel amante musical, por algún azar del destino, mi madre me llama: Quiere que le enseñe a jugar ajedrez.
Tenía años sin tocar las piezas de dicho tablero… Le explico y comenzamos el juego… Minutos después, estamos entrados en la batalla.
Sin fijarnos en el paso del tiempo, finalmente mi mamá me dice: “Se te hace tarde para el trabajo”; a lo que respondo: “Terminemos nuestro juego”. Y mientras lo hacemos, me doy cuenta de que el principal objeto de dicho juego, no es sólo aprender a mover las piezas, sino medir las consecuencias de cada tiro que hacemos, tal como en las matemáticas al buscar el mejor método de realizar una integral en cálculo, tal como en la vida misma; y en ese preciso momento me doy cuenta de que he tomado la decisión correcta: Cuando mi madre muera, recordaré esa partida de ajedrez y no el haber llegado temprano a la oficina; me vale más unos minutos importantes con un ser querido que obligarme a la rutina social.
“Jaque Mate”, digo finalmente, y mi madre sonríe, cosa que no haría ningún otro contrincante, y eso me llena el alma de gratitud, de utilidad, de felicidad al saber que, después de tanto que me ha enseñado mi madre sobre la vida, tuve el honor de mostrarle un poco de mi conocimiento sobre algún tema.
Después de ello, comemos juntos, si prisa, tranquilos, contentos. “Ahora sí me tengo que ir, madre”, comento, y le beso; ella me da una bendición y me voy…
De camino a la oficina, escuchando “Cool Dry Place” de nuestros ya bien conocidos Wilburys, doy gracias al universo por un día simple… hermoso empero…
Es un buen día para ser un jueves cualquiera, pienso y sonrío a la vida…
Trabajo arduo en la oficina; salgo, voy al Oxxo y me hago de un Jacko (Jack & Coke), el cual saboreo mientras me fumo un tabaco rubio cubano… Llegando a casa escribiré mi día…
P.D. Llegué justo a tiempo a la oficina.
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