Salimos
de la sala y decidimos sentarnos en las mesas del área de “food court” de la plaza, pero antes compramos un helado sencillo…
para ambos… Resultó muy conveniente el hecho de que no tuviéramos dinero, pues
así, más que comernos el helado juntos, era como besarnos de lejos.
Pensé
entonces que aquél sería el cuadro perfecto para encarnar aquel beso tan
esperado, mas justo cuando le tomaba por la mano y me decidía a acercarme
lentamente a ella, se nos acercó un tipo que vestía ropas viejas y rotas, aunque
parecía decente y de buena familia. Nos entregó un pequeño papel impreso que
decía:
“HOY noche de jazz
con el grupo Jazzeline.
Lugar: centro de Plaza Loreto.
Hora: 10:00 p.m.
ENTRADA LIBRE.”
Inmediatamente
leí en sus ojos lo que ella pensaba…
–¡Vamos! –dijimos ambos al mismo tiempo;
luego reímos un poco y nos levantamos de las sillas –.
Caminábamos
lento por la plaza, tranquilos, bajo la tenue luz de una luna menguante y las
blanquecinas farolas del lugar: ella me tomaba y se enganchaba de mi brazo y a
su vez recostaba su cabeza sobre mi hombro: era divino, parecíamos una pareja
añeja o acaso un matrimonio, y por primera vez en mucho tiempo yo me sentí como
una persona normal, con una razón de vida… Se sentía bien saberse como parte
del mundo otra vez…
Llegamos
al centro de la plaza, donde ya tocaba la banda joven de jazz con ciertas
fusiones de bossa nova: era una música suave pero con ritmos alegres, muy ‘ad
hoc’ a la ocasión.
Nos
sentamos un momento sobre las gradas de concreto que estaban frente al
escenario: éramos solamente nosotros y otra pareja más ubicada del otro lado.
El clima comenzaba a refrescar y yo, con una caballerosidad muy conservadora, como
salida de una película de Humphrey Bogart,
le ofrecí mi chaqueta y la coloqué sobre sus hombros; luego la abracé e hice
fricción en sus brazos con mis manos; nos miramos a los ojos y entonces supe
que ése era el momento perfecto… Y entonces nuestros labios se encontraron,
primero suavemente, luego con tempestuosa elegancia, conociéndonos,
experimentándonos, soltándonos pero a la vez cuidando de no perder el estilo,
como intentando perfeccionar un momento perfecto…
Tal vez
aquel beso duró nada más unos segundos, o quizás fue una eternidad; tampoco sé
con certeza si fue realmente uno solo o el conjunto de varios, y es que cada
que uno de nosotros pensaba que quizás ya era suficiente e intentábamos
separarnos, los labios ajenos perseguían a los otros: ese momento era el
MOMENTO de nuestras vidas y no queríamos que tuviera un fin. La banda seguía
tocando y a nosotros poco nos importaba aquello, pero de pronto hubo un momento
de silencio y las pocas personas a nuestro alrededor comenzaron a aplaudir: no
por nuestra unión amorosa, sino porque el grupo había parado de tocar: fue entonces
que nos separamos y aterrizamos de nuevo en este mundo…
Luego
el vocalista se acercó al micrófono para decir unas palabras…
–Gracias, gracias… Muchas gracias… –con
estas palabras pretendía apagar los pocos, pero sonoros aplausos del público:
la banda parecía ser muy buena –. Gracias…
Sí… Muchas gracias… La siguiente canción será la última, pues ya es tarde y la
plaza debe cerrar… Esta canción es una de mis favoritas, ya que con ella
comencé a tomar gusto por el jazz… Se trata de una hermosa melodía y… bueno… en
fin… La canción es “La Vie en rose”, originalmente interpretada por la famosa cantante
francesa Édith Piaf por ahí de los años cuarentas… Pero, como yo no soy mujer
ni hablo francés, interpretaremos para ustedes la versión del magnánimo Louis
Armstrong…
–¡Louis! –gritó ella tan alto que todo el
mundo pudo escucharla –. ¡Igual que tú…!
–Sí… –dije sonrojado –. Fue precisamente por ese jazzista que obtuve
el nombre que tengo… Fue lo único que me dejó mi padre… Eso y unos cuantos álbumes
de blues y de jazz… –bajé la mirada: hablar de mi padre solía avergonzarme
–.
Mica me
tomó delicadamente por la barbilla y levantó mi cabeza: yo la miré a los ojos y
entonces ella me obsequió una mueca compasiva: era la primera vez que veía esa
faceta suya; luego me regaló un pequeño beso solamente rozando mis labios
rápidamente. Después pegó su frente con la mía y me miró fijamente a los ojos…
–Dicen que todo acto tiene consecuencias en
este mundo… ¿Sabes lo que es el “efecto mariposa”…? En pocas palabras dice que
el simple aleteo de una mariposa puede cambiar el mundo… Esto quiere decir que
el más mínimo detalle en el más simple de los sucesos que ocurren en el más
recóndito lugar del planeta, conlleva una consecuencia, y esa consecuencia
llevará a otra causa, y ésta a otra más… Es decir, toda acción produce una
‘reacción en cadena’ de causas que logran cambiar al mundo por completo… Si
pudiéramos viajar al pasado para mover una simple roca de lugar, tal vez luego al
volver al presente, encontraríamos un mundo totalmente diferente… En mi
opinión, entonces, el abandono de tu padre es una bendición para mí, pues tal
vez si él no se hubiera ido, yo jamás te hubiera conocido, y no hubiéramos
podido besarnos… y amarnos…
Ahí
estaba nuevamente ese encanto de Mica: siempre encontraba una lógica
irrefutable en las cosas…
–Ven… –me dijo de pronto al mismo tiempo
en que me proyectaba su más fascinante sonrisa; mientras se ponía de pie y me
alargaba su mano, como para “ayudarme” a que me levantara –.
–¿A dónde vamos…?
–A bailar…
–¡¿Aquí…?!
–Sí.
–¡¿Ahora…?!
–Sí.
–Pero… yo… Yo no bailo… No me gusta…
–Vamos, Louis…
Nunca
fui una persona de mucho baile, y en realidad no solía hacerlo por mera
vergüenza, pues en realidad no sabía cómo mover los pies… o si debía mover los
brazos también… o quizás las caderas… Me vi entonces atrapado entre la
ignominia social y la desilusión de Mica… No podía decepcionarla: yo quería ser
su héroe… Entonces la tomé de la mano y me levanté…
–Pero tú me guías, ¿está bien? –comenté
con nerviosismo mientras nos acomodábamos–.
–No te preocupes, yo te guío… Pon tu mano
izquierda detrás… así… Y con tu mano derecha toma mi mano… Sí, sí, pero no así…
Así, mira… Y ahora sólo sigue mis pasos: haz lo mismo que yo… ¡¿Ves?, no es tan
difícil, ¿o sí?!
–¿Sabes?, creo que en realidad nunca había
bailado…
–Entonces no digas que no te gusta bailar, pues es imposible
que no te guste algo que no conoces…
–¡Ja! ¡¿Quién hubiera dicho que bailando viviría el mejor
momento de mi vida?! ¡Me encanta!
Bailamos
con mucha sencillez y monotonía, pero era un baile envidiable, pues no nos
movíamos al tempo de la melodía, sino al son de nuestros corazones…
¡Ay,
cómo deseaba que la banda no dejara de tocar: que ese instante se transformara
en eternidad!
Finalmente
la canción llegó a su fin y nuestros pies se detuvieron, sin embargo nuestros
brazos nos encadenaron uno al otro, tan cerca que parecíamos un solo ser más
que dos individuos…
Mica me
miró detenidamente con esos ojos chispeantes que parecían nunca parpadear y
entonces sobrevino el más maravilloso de los silencios: esa afonía perfecta que
detiene mundos y destruye el tiempo: todo se derritió, dejándonos solos en el
vacío de un universo… nuestro universo… el universo del amor…
–Louis… –dijo ella de pronto, pero lo
hizo con tal gentileza que el sonido de su voz no rompió con el encanto de
nuestro mundo ideal –.
–Dime… –susurré –.
–¿Estaremos juntos toda la vida…? ¿Me amarás por
siempre…?
–Sí, por siempre… Te lo prometo… Te lo juro…
El amor
es asombroso: con él no hay absolutamente nada que tenga mayor importancia… Con
esa noche a su lado, el resto de la vida me sobraba…
Pintamos
ambos las más grandes sonrisas en nuestros rostros; luego pactamos la eternidad
de nuestra unión y la infinidad de nuestro amor con el más tierno y sincero de
los besos…
FIN.
¿y que pasó con la reina de espadas?
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