Mi idea de un comercial...



Era uno de aquellos días donde, por alguna extraña razón, tenía tiempo y ganas de ver la televisión (o el televisor, como gusten llamarle). Puse especial atención en los comerciales, pues me surgió una opinión: “Creo que pudieran esforzarse más…”

Pasaron unos días y me encontraba ahora en un supermercado, donde unas edecanes ofrecían muestras de distintos productos para animar a las gente a comprarlos. Fue entonces cuando me surgió la idea para un anuncio…

Imaginemos que estamos haciendo un comercial para un producto para bebés: alguna de esas bebidas lactosas con vitamina J y G2 unidas con cadenas de aminoácidos súper heroicas con una serie de proteínas de anabólicos mezclados con Omega 365.2834 y Zinc atomizado nuclearmente y con los beneficios de la soya transgénica de las selvas de Madagascar (o no sé si todavía tenga el nombre de República Malgache)… o algo así…

El Comercial Disparatoso…

La toma comienza con una madre haciendo las compras con su bebé, el cual está sentado en el carrito del supermercado, disfrutando de su chupón. De pronto, se acerca una promotora ofreciendo nuestro producto (llamémosle Leche Mido) para el infante. La madre acepta, le quita el chupón a su hijo y le da la muestra de Leche Mido; el hijo lo bebe y vuelve a meterse el chupón a la boca.

Continúan haciendo las compras…

(La toma cambia: ahora están en las cajas haciendo la fila para pagar)

El niño de pronto toma una revista y la tira al suelo.
Una señora grande, formada detrás de ellos, expresa en un tono despectivo: “¡Ay, escuincle!”

(En ese momento de pronto se hace un silencio repentino; La cámara hace un acercamiento enfocando al bebé)

Lentamente, el niño detiene el vaivén del chupón en su boca; lo toma con su mano y lo saca de su boca. Luego, lanza una mirada fría y penetrante hacia la señora y le dice:

“Honorable y añejada señora, permítame reacomodar las ideas que revuelan en su cabeza. Primeramente, el que usted juzgue la acción de un infante es terriblemente más insolente que el acto mismo, pues tenga en cuenta que mi mente es tan fresca como todo lo contrario de la suya; si bien nos basáramos en la metodología cartesiana del “Je pensé, donc je suis”, podríamos ver honestamente que yo, como no pienso, aún no existo; mas ahora que tengo la razón abierta como una “Orchidaceae” en el pleno de suya vida, podemos resolver, a partir de la premisa, que ahora soy yo más que usted, pues, entre más pienso, más existo. Mas, excluyamos por el momento el pensamiento racionalista y enfoquémonos en el dilema…”

NOTA: Nótese en esta nota que anoto entre mis notas, que para este momento, tanto la señora como la madre del niño, al igual que la cajera y las personas cercanas, se encuentran boquiabiertas y estupefactas ante el hecho de que salga una hermosa voz de locutor por parte del infante, así como una perfecta elocuencia y lucidez en el habla.

“Usted se enfoca en el “qué” de la situación, mas no ve más allá. Si bien se concentrara usted en el “porqué” de la situación, vería que he tirado la revista con la sencilla intención de cubrir una plátano que, sin querer, cayó del carrito del súper en el que me encuentro; y ello con el fin de que usted, fastuosa dama cuasi senil, no se resbalara y se quebrara todos los huesos de su endeble soma. Así, me despido de usted, no sin antes dejándole la faena de reflexionar en el “il fine giustifica i mezzo” del perínclito Maquiavelo… Que tenga buena tarde…”

(Y en eso la pantalla se cubre con el nombre y el slogan del producto:)



(Cambia la toma: La mamá se aleja con el carrito del súper y el niño adentro del carrito; la cámara por detrás de ellos)

“¿No detestas la ignorancia, mami?”


La mamá detiene en seco el carrito y se termina el anuncio...

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