EL LUGAR DEL BUEN PENSAR:
Un Relato Personal
¿Has sentido de pronto una necesidad reflexiva; ese momento donde te grita el “yo” interior que debes detenerte un momento y pensar sobre lo que has hecho y lo que será de tu futuro?
Hoy siento esa reminiscencia: Debo detener el mundo unos minutos para estar conmigo mismo.
Recuerdo que, cuando era chico (unos quince años de edad), siempre que tenía algún problema en casa, un desamor o discusión con un buen amigo, subía desde mi casa a una especie de colina, que en realidad era un terreno muy grande desde donde podía verse gran parte de la ciudad; solía ir ahí, prender un cigarrillo y reflexionar sobre lo sucedido. Después, podía volver más tranquilo a mi hogar.
Al lugar lo nombré “El lugar del buen pensar”.
Conforme fui creciendo ese lugar fue cambiando de escenario: La azotea de mi casa bajo un cielo estrellado de invierno; mi cama, escuchando música con mis audífonos; el jardín de mi casa con una luna como acompañante que escuchaba mis razones; o incluso sentado solo en la mesa de alguna fiesta… Pero la esencia, ese poder de platicar con uno mismo, ha perdurado hasta hoy. En la actualidad procuro, al volver a casa por las noches, salir al silencio de un mundo nocturno para saludarme y platicar sobre lo bueno y lo malo de mi vida, ora con un cigarrillo, ora con un buen trago.
Hoy, los problemas son más grandes o más fuertes, pero siempre han sido igual de importantes: Pensar en una niña durante la adolescencia tiene la misma jerarquía que hoy pensar en pagar una renta.
Siempre he sido una persona brillante que desde chico prometía ser algo grande. Mas nunca supe que eso grandioso era algo relativo, subjetivo… Mi madre piensa que esa inteligencia que me rodeaba cuando pequeño ahora me ha abandonado, se ha agotado, o algo por el estilo. En realidad es cosa que sigue presente, mas no del modo en que ella quisiera.
Verás, cuando tenía corta edad usaba decir que de grande sería un gran inventor: Mas ello es una carrera que no existe como tal. Talvez mi mamá pensaba que sería un gran ingeniero, pero me doy cuenta, no obstante, que cumplí lo que dije: Sí, soy inventor… Inventor de música, de letras… Soy una persona con una creatividad bastante amplia: He compuesto un disco entero en unos días, he escrito libros de más de ciento-veinte páginas en dos semanas (sí, presumo, me lo merezco)… Siempre he sentido esa necesidad de estar creando cosas: Me gusta descubrir el porqué de las cosas y, una vez teniendo la esencia de ello, hacer algo propio, algo nuevo, algo para mí…
Quisiera poder pedir perdón a todas aquellas personas que en alguna ocasión pensaron que llegaría a ser una persona importante, más son ellas mismas en parte culpables de que no lo sea. ¿Alguna vez has intentado meter una esfera en una caja cuadrada más pequeña que la esfera misma? ¿Por qué me han encaminado siempre hacia algo que no soy? Por que no conocen mi alma, ni la historia de mis secretos sentimientos, ni la evolución de mi razón.
Toda mi vida me he balanceado entre hacer lo que me dicta mi corazón y lo que me insta la sociedad, el sistema… No, no soy un rebelde que pretenda cambiar el tipo de gobierno ni al mundo. Simplemente quiero hacer las cosas para las que fui hecho sin tener que preocuparme por tener qué comer. Es terrible el hecho de no tener el tiempo suficiente para sentarme en el banco de mi piano y dejar que mis manos divaguen sobre las teclas por horas mientras mi mente se olvida de todo, absolutamente todo, inclusive de mi mismo y de mi alma. Y entonces me vuelvo hacia los vicios, quienes me otorgan la oportunidad rápida de escaparme de todo… Mas no me juzguen por ello: Si no escapara de vez en cuando de este mundo, me volvería loco; o, como diría Liam Gallager: “If I don’t go crazy, I’ll loose my mind”. Y esto es algo que todos hacemos de distintos modos: ya hundiéndonos unas horas en el televisor, ya tocando un instrumento; ora haciendo algún deporte, ora chateando en la computadora; escribir, tener sexo, volar un papalote, admirar un paisaje, pintar… Todos tenemos una droga predilecta para volar a otros mundos. ¿Por qué crees, estimado lector, que el enamoramiento es lago tan buscado? Por que es un escape a todo y que dura un ciclo largo de tiempo…
En ocasiones pienso que debí existir en una Florencia renacentista, bajo el mecenazgo de alguna familia poderosa como los Medici, tal como lo estuvo Leonardo o Miguel Ángel. Pienso que el hombre ha olvidado lo excelso del arte en aquella época; un tiempo en el que se alimentaba el alma con manjares artísticos y que, por ello, una vez colmada la necesidad del “yo” interior, se pudo dar pie a la Revolución Científica; más se hipnotizó tanto el hombre con ésta última, que aún hoy en día vivimos en un universo de revolución tecnológica, donde lo único que importa, tanto para las empresas como para las personas físicas, es sobresalir con el éxito único de tener grandes cantidades de dinero para poder hundirnos en los placeres materiales que ofrece la tecnología avanzada y, así, presumir que poseemos poder.
Hoy, el arte es una cultura tan perdida que podríamos definirlo como aquello que los medios de comunicación distribuyen para ganar grandes cantidades de dinero: Si no tienes dinero para echar a andar tu proyecto, la oportunidad de hacer crecer tus habilidades artísticas se reducen a una en un millón. Me asombra conocer a tanta gente con ideas enormes que termina consumida por el fracaso: “Llega siempre cierta edad en un hombre donde los sueños se destruyen y el alma muere de hambre, pues ésta se alimenta de esos sueños”, como lo describo en uno de mis libros.
Y lo peor de todo es que la gente más cercana a ti, en vez de impulsar esas habilidades, tiene la confianza suficiente para no esforzarse en tener una simple duda consistente en descubrir si tu arte tiene una esencia propia, pues para ellos el arte es algo que remunera monetariamente o algo que presentan los medios de comunicación. Y entonces, la confianza propia se viene abajo, pues nadie se ocupa de entender lo que haces.
Si me hubieran dicho a temprana edad que el mundo era un lugar tan, pero tan cruel y egoísta, seguro hubiera matado mis sueños en ese instante para convertirme en empresario.
Yo no pedí ser quien soy; yo no solicité una cognición brillante opacada por el mundo. Soy una mente genial, mas no lo digo por presunción; al contrario, lo expreso como queja, pues se trata de estar en un estado permanente de incertidumbre, un miedo constante, una querella eterna entre hacer lo que tu esencia te pide y lo que los demás quieren que seas. Y sonaría sencillo mandar a volar todo para hacer lo que a uno le gusta, pero entonces no se cubren las necesidades primarias que dicta la naturaleza: Comer, tener un techo bajo el cual dormir, socializar, etcétera…
Y sí, tienen razón al decirme que algún día tendré hijos qué alimentar, mas no pueden pedirme que deje de alimentar a mi “yo” esencial, mi núcleo; pues entonces se vive por vivir, y la vida no es algo que venga en segundas oportunidades. Finalmente, nadie escapa a su propia esencia…
Una reflexión… Un momento a solas con esa persona que nos conoce mejor de lo que creemos y que siempre está gritando lo que necesita, mas pocas veces le escuchamos: Nuestro “yo”, nuestra alma.
Y entre tantos momentos de buscar mi “Lugar del Buen Pensar”, he llegado a sentirme tan cómodo conmigo mismo que me he vuelto completamente sincero con mi alma, lo que, finalmente, reflejo en estas letras para ti, querido lector. Soy un hombre que, conociéndose tan bien y confiado en lo que le dicta su alma, veo con ojos internos; miro hacia dentro, echando un vistazo repentino hacia el mundo y de reojo hacia los demás. Soy fanático de lo sincero, soy creador del “Sincerismo”, mas ello parece que lo llevaré a mi tumba…
Y con todo esto, mientras sostengo un cigarrillo en la mano izquierda y un Havana Club derecho en la mano diestra, me relajo, pensando y tratando de convencerme a mí mismo de que habrá una respuesta algún día. ..
Por hoy la batalla entre lo interior y lo exterior se ha terminado.
Sociedad, sistema… les perdono; Genialidad… te estrecho la mano; Esencia… te escucho; Alma mía… te abrazo; Vida… vida mía… te beso.
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