Salí de la calleja
para buscar la entrada del edificio y, al llegar al otro lado pude notar cómo
el sol comenzaba a pintar la fachada de los edificios y no pude hacer otra cosa
más que sonreír: ¡qué hermosos son los
amaneceres: es como si el mundo renaciera!
No tuve que esperar
mucho antes que aquella chica saliera del edificio y, entonces, la seguí hasta
la esquina, donde se detuvo a esperar el autobús… Por suerte, entre mis
bolsillos guardaba unas cuantas monedas sueltas, y es que no traía la cartera
conmigo, pues la había dejado en el automóvil (lo cual ahora entendía que sería
un problema posterior, pues ahí estaban mis identificaciones y mis tarjetas).
Subió ella al camión
y yo hice lo mismo, y no fue hasta unas cuadras más adelante que aquella se
percató de mi presencia. Yo traté de disimular, pero las miradas fugaces
estaban “a la orden del día”, pues era más que obvio que ambos nos “conocíamos
sin conocernos”: sabíamos quiénes éramos, pero no sabíamos nada el uno del
otro.
Minutos después ella
tocó el timbre que ordenaba al conductor del autobús a detenerse; ella
descendió por la parte trasera y yo lo hice por la parte delantera con la
intención de evitar que aquella supiera que la estaba siguiendo.
Ella se detuvo un
momento, como esperando alguna reacción de mi parte, y entonces nos quedamos los
dos ahí, quietos, en espera de algo, y es que estaba claro que yo no podía
revelarle mis intenciones, pues de ser así tendría yo que contarle toda mi
historia, y ya estaba extenuado como para justificar mi conducta...
Abrí rápidamente el
libro de Dickens para tratar de
disimular… Página doscientos diecisiete… Otras marcas de tinta de bolígrafo…
“…because
it is a principle of his that no man who was not a true gentleman at heart ever
was, since the world began, a true gentleman in manner. He says, no varnish can
hide the grain of the wood; and that the more varnish you put on, the more the
grain will express itself.”
Me resultó extraño
que aquella frase, que hablaba sobre ser un verdadero caballero de corazón, se
me apareciera justo en el momento en que ‘perseguía’ a una chica a través de la
calle… Ella no era guapa ni bonita, pero tenía un cierto atractivo que había
crecido en mi alma después de verla durante tantas mañanas… De cualquier modo,
mi interés en ese momento no era otro que estirarme, cuan largo era yo, en mi
cama matrimonial… Me encogí de hombros; luego miré a la chica, la cual me veía
con aires de incertidumbre, y rápidamente regresé la mirada al libro, aunque en
realidad la veía a ella de reojo…
Después de unos
minutos, y al ver que yo no tenía pretensión alguna de moverme de donde me
encontraba, ella comenzó a caminar al lado contrario de mí… yo le seguí. Luego
de unos cuantos pasos, ella se detuvo y ahora comenzó a caminar al lado
opuesto: era más que obvio que mis intenciones habían sido puestas al
descubierto. No obstante yo estaba decidido a seguirle por cielo, mar y tierra
con el objetivo de llegar yo, finalmente, a casa...
Permanecí siguiéndole
los pasos aproximadamente media cuadra más, después aquella se detuvo
súbitamente y lo mismo hice yo, sin cuidar mis intenciones: ya no me importaba
nada, sólo soñaba son tirarme a la cama y dormir como tronco.
Ella viró y me miró
fijamente por un instante: su semblante no auguraba nada bueno. Entonces,
decidida y rápidamente se encaminó directo hacia mí y, yo congelando mis
movimientos y aquella sin prevención o amenaza siquiera, sacó hábilmente un
pequeño artefacto de su bolso, me roció los ojos con un líquido y,
seguidamente, me obsequió dos puñetazos (bien entrenados) en la nariz y luego una
poderoso rodillazo directo a mis costillas…
“¡Clac!”, escuché dentro de mí: algo se había roto en mi interior…
(continuará...)
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