Las Angustias de Dios -o crónica de una mente despertando - (DECIMOSEXTA PARTE)

Salí de la calleja para buscar la entrada del edificio y, al llegar al otro lado pude notar cómo el sol comenzaba a pintar la fachada de los edificios y no pude hacer otra cosa más que sonreír: ¡qué hermosos son los amaneceres: es como si el mundo renaciera!


No tuve que esperar mucho antes que aquella chica saliera del edificio y, entonces, la seguí hasta la esquina, donde se detuvo a esperar el autobús… Por suerte, entre mis bolsillos guardaba unas cuantas monedas sueltas, y es que no traía la cartera conmigo, pues la había dejado en el automóvil (lo cual ahora entendía que sería un problema posterior, pues ahí estaban mis identificaciones y mis tarjetas).

Subió ella al camión y yo hice lo mismo, y no fue hasta unas cuadras más adelante que aquella se percató de mi presencia. Yo traté de disimular, pero las miradas fugaces estaban “a la orden del día”, pues era más que obvio que ambos nos “conocíamos sin conocernos”: sabíamos quiénes éramos, pero no sabíamos nada el uno del otro.

Minutos después ella tocó el timbre que ordenaba al conductor del autobús a detenerse; ella descendió por la parte trasera y yo lo hice por la parte delantera con la intención de evitar que aquella supiera que la estaba siguiendo.

Ella se detuvo un momento, como esperando alguna reacción de mi parte, y entonces nos quedamos los dos ahí, quietos, en espera de algo, y es que estaba claro que yo no podía revelarle mis intenciones, pues de ser así tendría yo que contarle toda mi historia, y ya estaba extenuado como para justificar mi conducta...

Abrí rápidamente el libro de Dickens para tratar de disimular… Página doscientos diecisiete… Otras marcas de tinta de bolígrafo…

“…because it is a principle of his that no man who was not a true gentleman at heart ever was, since the world began, a true gentleman in manner. He says, no varnish can hide the grain of the wood; and that the more varnish you put on, the more the grain will express itself.”

Me resultó extraño que aquella frase, que hablaba sobre ser un verdadero caballero de corazón, se me apareciera justo en el momento en que ‘perseguía’ a una chica a través de la calle… Ella no era guapa ni bonita, pero tenía un cierto atractivo que había crecido en mi alma después de verla durante tantas mañanas… De cualquier modo, mi interés en ese momento no era otro que estirarme, cuan largo era yo, en mi cama matrimonial… Me encogí de hombros; luego miré a la chica, la cual me veía con aires de incertidumbre, y rápidamente regresé la mirada al libro, aunque en realidad la veía a ella de reojo…

Después de unos minutos, y al ver que yo no tenía pretensión alguna de moverme de donde me encontraba, ella comenzó a caminar al lado contrario de mí… yo le seguí. Luego de unos cuantos pasos, ella se detuvo y ahora comenzó a caminar al lado opuesto: era más que obvio que mis intenciones habían sido puestas al descubierto. No obstante yo estaba decidido a seguirle por cielo, mar y tierra con el objetivo de llegar yo, finalmente, a casa...

Permanecí siguiéndole los pasos aproximadamente media cuadra más, después aquella se detuvo súbitamente y lo mismo hice yo, sin cuidar mis intenciones: ya no me importaba nada, sólo soñaba son tirarme a la cama y dormir como tronco.
Ella viró y me miró fijamente por un instante: su semblante no auguraba nada bueno. Entonces, decidida y rápidamente se encaminó directo hacia mí y, yo congelando mis movimientos y aquella sin prevención o amenaza siquiera, sacó hábilmente un pequeño artefacto de su bolso, me roció los ojos con un líquido y, seguidamente, me obsequió dos puñetazos (bien entrenados) en la nariz y luego una poderoso rodillazo directo a mis costillas…


¡Clac!”, escuché dentro de mí: algo se había roto en mi interior…

(continuará...)

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