Platicando con Huberto Batis


Hoy me topé con un perínclito catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México y uno de los grandes escritores que ha parido el México actual, obsequiado con la Medalla de Oro de Bellas Artes: Huberto Batis.

Venía yo de salida de casa de mi novia y él venía llegando a su casa (desde luego, son vecinos [no cuenten con que les dé la dirección del domicilio]). Nos pusimos a platicar, pues mi novia le sugirió que me emitiera una carta de recomendación para buscar laborar en algún periódico, revista, editorial o algo ‘ad hoc’.

Él contestó, en pocas palabras, que no podía hacer eso (rechazando la petición de manera muy política, amable y afable).

Y… desde luego, lo entendí perfectamente… ¿Por qué habría de hacerlo? Al igual que la moneda debe ser una representación de las reservas económicas de un país, también lo debe ser la reputación de una persona… ¿Cuánto valdría un autógrafo de John Lennon si todos tuviésemos uno? ¿Cuál sería el valor del oro, o del diamante, si los encontráramos en cada esquina?

No, una carta de recomendación es algo que se gana: no se le da a cualquier desconocido (o, lo que es lo mismo: si tú fueras un personaje público, no recomendarías al novio de tu vecina por el simple hecho de serlo, ¿o sí? [sí, aunque vivamos en el bello país del nepotismo]). ¿Por qué habría de recomendarme alguien si no me conoce…? “Caras vemos, corazones no sabemos”, reza el dicho…

En fin… el maestro comenzó a contarme algunas anécdotas de García Márquez, Carlos Fuentes y John F. Kennedy y de algunos otros… Con lo cual me quiso dar a entender que, en el mundo actual en el que vivimos, no basta con ser un buen escritor: hay que buscar la oportunidad y explotarla.

Verbigracia, en uno de sus ejemplos me contaba que Carlos Fuentes fue invitado por el presidente Kennedy a la “Casa Blanca” en Washington, D.C. Al llegar el Sr. Fuentes a los E.U.A., como él estaba en la lista negra de dicho país por su inclinación hacia la contraria de dicho gobierno, le impidieron el paso. El escritor, en vez de mostrar su carta de invitación del presidente, decidió volver. Al llegar, la embajada tuvo que pedirle perdón y el presidente una disculpa; él, en vez de volver a los E.U. A., decidió criticar al gobierno, afirmando que el presidente Kennedy no gobernaba su propia nación, sino que la C.I.A. lo hacía por él… El caso le dio tremenda fama internacional: después de un tiempo, se reunió con el Sr. Kennedy (o así lo entendí yo de las palabras de Huberto).



Gran anécdota… Pero, querido lector, el problema conmigo es que yo soy apolítico: no me interesa opinar en contra de la situación del mundo; después de todo, ¿quién soy yo para juzgarle…?

No, a mí no me interesa cambiar al mundo; a mí me ocupa entender al hombre (entiéndase por hombre, desde luego, también a la mujer); pues, al final, el hombre es quien cambiará al mundo, no yo… Lo que a mí me importa es sembrar la semilla humana en el hombre: tal vez ésta crezca en él y, entonces, él siembre otra semilla… (Sí, yo sé que sueno a un niño soñador al estilo Lennon... pero, ¿es tan malo soñar? No dijo ¿Einstein que la imaginación prácticamente lo es todo...? En fin...)



No por nada Erasmo se convirtió en un clásico literario afirmando que la locura es inherente al hombre y que, por ello, debemos entenderla… Sartre se atrevió a decir que el existencialismo es un humanismo. Y claro, ¿por qué, no? Si el existencialismo, en brevísimas palabras, se trata de dudar de todo al punto de conocerte a ti mismo y saber que existes (“Je pense donc je suis”, decía Descartes), entonces, desde luego que el existencialismo es un cierta clase de humanismo también (dejando atrás los absurdos conceptos estrictos que componen una corriente literaria/filosófica)…

¡Hasta Nietzsche, aquél discípulo del ave negra de la filosofía, menciona que el amor es una locura, pero que la locura conlleva cierta razón! Por lo tanto, ¡hay humanismo en el hombre y… no se ha explotado! Eso, querido gustoso de mis grafías, es lo que a mí me preocupa: superar al hombre para volverlo humano… Sí, tal vez una especie del superhombre del mismo Nietzsche…



No, estimado leyente (o leedor), para mí la política es el arte de destruir al más fuerte con una puñalada en la espalda; se trata de buscar el poder mediante la destrucción de poderes: y esto va en contra de mi propia política…



Entonces, si no puedo criticar ni opinar sobre política, ¿mi vida como escritor está terminada?; ¿todo lo que escribo es vano…?

Yo, no lo creo… Si fuera así, no habría cada vez más gente leyendo mis disparates, ¿cierto…?



No obstante, aún sabiendo que esto es de esta manera, aún queriendo creer que soy un escritor con algo qué aportarte, necesito que a veces me lo recuerdes, ya sea que estés en acuerdo o en desacuerdo: un escritor sin crítica es un escritor fracasado…

Aclaro: no busco halagos, busco crítica constructiva.

En fin… Por otro lado, Huberto me comentaba sobre el blog de un amigo suyo en Colombia: Marco Tulio Aguilera: él escribe sobre sus vivencias diarias, a modo de “diario”... Con ello me recordó que yo me encontraba actualmente escribiendo sobre mis reflexiones, pero no sobre mis vivencias… ¡Se me olvidó mostrarme como un hombre común ante ti, lector! Bueno, pues no se diga más: aquí me tienes: Pablo Navarro, un hombre común como tú: mortal, alegre, penitente, risueño, que duerme y come y que ¡hasta canta en la regadera!... Al igual que tú, soy sólo un loco más en este mundo... pero un demente que se atreve a hablar para ser escuchado...

Por ello, hoy te escribo sobre esta vivencia que hoy tuve con una gran persona: hoy, soy un poco más sabio que ayer…

Querido lector, acércate y platica conmigo, opina: ¡déjame conocerte…!



P.D. Gracias, Huberto Batis…

Huberto Batis recibiendo la Medalla de Oro de Bellas Artes.

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