Como conmemoración a este blog que cumple ciento un entradas, me dispuse a presentarles a alguien a quien, tal vez, no conocían...
Introducción
Querido lector, después de tantas cosas que hemos pasado juntos en las últimos blogs; después de tanto discutir y de habernos conocido y haber formado cierta confianza personal que únicamente podríamos tener tú y yo, quiero tener ahora el suficiente ‘sincerismo’ para contarte algo más íntimo, más confidencial aún que todo lo que hemos dejado atrás. Estimado compañero, sin más, quiero presentarte a alguien sumamente importante para mí: mi Dios.
La Naturaleza de La Justicia y La Justicia de la Naturaleza
La justicia… Un término utópico, una palabra que justifica el orden social, una meta para la mente humana, un concepto inventado por el hombre… La justicia es un ideal destinado al fracaso, pues la justicia de uno es la injusticia del otro: verbigracia, si yo mato a alguien, su familia pedirá mi muerte para hacer justicia; pero, así mismo, mi familia sufrirá mi muerte: la justicia para la familia del difunto, es la injusticia para la familia del asesino…
La justicia, al igual que muchos otros términos, tal como el heroísmo o el honor, es algo que simplemente no existe dentro de los límites de la Naturaleza. A la Naturaleza no le interesa si muere un hombre o muchos, si se extinguen diez o mil especies; ni siquiera la Naturaleza juzga el hecho de que el hombre haga acciones que dañen al planeta.
No, la Naturaleza no busca justicia, sino equilibrio: aun cuando el hombre se destruya a sí mismo y reduzca la vida de la Tierra a cenizas, la Naturaleza siempre encontrará el modo de subsistir… Jamás el hombre podrá destruirla... Repito, nunca podrá el ser-humano, por más que lo intente, acabar con la Naturaleza… No olvidemos que el primero depende de la segunda y nunca viceversa…
Es inútil, pues, luchar contra ésta. Hay que reconocer el absoluto poder que posee el Universo sobre el hombre.
El hombre puede temerle al tiempo, pero la Naturaleza desconoce la existencia de dicho concepto, pues existe ella desde el inicio del Universo, y continuará siendo ella misma hasta el final.
Dios, y el Hombre como error de la Naturaleza
Dios, como muchos lo creen, es omnipresente, todopoderoso e inmortal. Pero Dios (mi Dios) no es justiciero; a este Ser no le importa si muere aquel que es bondadoso o vive el asesino; éste no es un Ente que esté instruido en las artes de lo verdadero o lo falso, lo correcto o lo incorrecto, o lo bueno y lo malo; éste no es un Dios ataviado con ropas místicas, ni filosóficas, ni religiosas…
Su nombre: Naturaleza, Universo…
Hablamos de un Dios real, presente, tangible, que únicamente busca que todo esté equilibrado; que todo funcione de modo que el Tiempo pueda caminar sobre sus senderos: y no hay obstáculo sobre su camino que pueda detenerle. La humanidad es como una pequeña hormiga indefensa que se pasea por el abrigo de la Sra. Naturaleza; el Tiempo son los zapatos de ella; y la hormiga no puede rebelarse contra ninguno: si no hay Naturaleza, la hormiga no estaría por ningún lado, y si se rebela contra el Tiempo, moriría aplastada. Y no obstante, la hormiga continúa tratando de encajar sus mandíbulas en la carne de la Naturaleza, provocando nada más que simple picazón, no teniendo en cuenta que, si llegamos a colmar de cosquillas a la Naturaleza, ésta podrá echarnos fuera de ella y aniquilarnos sin dificultad ni arrepentimiento alguno.
En resumen, mi Dios es algo que bien pudiera serlo todo y nada a la vez; mi Dios es algo que pudiera no llamarse Dios, sino una fuerza puramente indiferente que conforma al todo…
Mi Dios, sin más, es libre de éticas, reglas y cualquier otro concepto parido en la mente del hombre… Mi Dios es él y nada más; sí, mi deidad no ama al hombre, sino al equilibrio mismo del todo…
Cuando logres olvidarte de todo lo que has aprendido, sólo entonces, encontrarás a mi Dios…
Conclusiones
Si bien, entonces, podemos decir que la justicia no es algo que exista dentro de la Naturaleza, también podemos decir, por otro lado, que la justicia es inherente a la Naturaleza del Hombre.
Sí existe un Dios, pero no es ningún Dios que se adorna con ceremonias ni normas inventadas por el hombre: Dios es la Naturaleza misma.
El hombre es anti-natural, ya que está fuera de los límites de la Naturaleza, pues es un ente que busca un orden que no puede coexistir con el desorden universal; el hombre tiene cierta Naturaleza propia que le motiva a rebelarse contra su creadora… Muy posiblemente, el hombre sea un tremendo error de la Naturaleza… ¿Qué otra especie sufre de la siguiente incoherencia: ser un individualista con necesidades sociales?
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