Escuchando Se Entiende a la Gente: Tres breves crónicas (segunda parte)




Estábamos un día una amiga y yo en Coyoacán cuando de pronto llega una señora de unos cincuenta años de edad: vestía ropa vieja y un tanto dañada por el paso del tiempo. Vendía dulces y chocolates entre los que visitábamos el centro del parque que vio crecer a Frida Kahlo. Su nombre era Tina. Una cosa llevó a la otra y, para no hacer larga esta crónica, terminamos hablando sobre una amiga que ella había tenido hace mucho tiempo: terminaron dicha relación hacía unos veinte años atrás… La cuestión era la siguiente: Tina conoció a un hombre con el cual estaba saliendo; su amiga sintió celos de él y logró, por medio de engaños y mentiras, que el hombre se alejara permanentemente de Tina… Pero Tina estaba segura de que él era el indicado. Cuando Tina se enteró de ello, cortó amistad con su amiga. Y ahora resultaba que la ex amiga se había casado con una persona muy adinerada… A los ojos de Tina todo esto era una injusticia, pero la convencí de que, si en algún momento una persona te ha sacado una sonrisa, no puedes dejar que el odio o el rencor aniquile esos buenos recuerdos que tienes con dicha persona. Le aconsejé que la buscara de nuevo… Tina se fue muy contenta y terminó regalándonos unos chocolates; además, prometió invitarnos una taza de café la próxima vez que la viéramos…

En otra ocasión, casualmente también en Coyoacán, estaba con una amiga y su novio. Ya tenía mucho tiempo que no la veía y estábamos poniéndonos al día, como suele decirse… De pronto se acercó una persona de edad ya avanzada, declarando que él era un gran filósofo con trazas holístico-religiosas y que podía leernos nuestro carácter si le indicábamos nuestras fechas de nacimiento. Finalmente mi amiga y su novio aceptaron; él les contó ciertas cosas (la verdad no recuerdo bien de qué trataban esos asuntos), y luego me preguntó a mí si quería que me leyera mi personalidad, a lo cual respondí que yo ya estaba más allá del bien y del mal. Él respondió que eso estaba muy mal; yo contesté que el que estaba mal era él, pues estaba juzgando mis pensamientos: “Cada quien su loco mundo”, le dije, y él tuvo que aceptar su error. Luego platicamos un poco más…
Nos despedimos, pero antes de irse me dio un pequeño papel donde tenía escrito un breve pensamiento suyo… Lo guardé en mi cartera, pues me pareció interesante. Y hoy lo vuelvo a sacar al mundo para dártelo a ti, querido lector:

“Una sonrisa significa mucho: enriquece a quien la recibe sin empobrecer a quien la ofrece; dura un segundo, pero su recuerdo, a veces, nunca se borra. Tu risa es la música de tu alma. Ríe y la vida te sonreirá… y cuando tú ríes, Dios se pone más contento.”

Así habló el filósofo de Coyoacán…

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