La Teoría del Llaverito (cuarta parte)




5) La Teoría del Llaverito

Una vez explicadas las naturalezas individuales de ambos sexos, podemos comprender que, básicamente, la mujer es la responsable de que el hombre invente y cree constantemente nuevas teorías, tecnologías, etc., pues es el modo que tiene el hombre para diferenciarse de entre los demás de su especie y, así, descollar y convertirse en el partido perfecto para obtener las miradas femíneas. Y por ello decía yo en un principio que, sin la mujer, el hombre viviría solo, con su propia locura, en una caverna, pues no habría un incentivo que lo impulsara a lograr nuevas cosas. Mientras la mujer tiene un pensamiento ondulatorio (tal como cuando arrojamos una piedra al agua y vemos como una onda se expande uniformemente hacia todos lados), el hombre tiene un pensamiento lineal hacia una sola dirección. Es decir, la mujer tiene la capacidad de ver todos los ángulos posibles, y el hombre tiene el don de direccionar un pensamiento hacia dimensiones lejanas. Si bien la razón del hombre puede llegar más lejos que el de la mujer, el de ella siempre será más estable y en crecimiento constante.

El hombre tiende a ser el llaverito perfecto de entre los demás para que, así, la mujer le escoja y lo pueda presumir entre las demás de su especie. El hombre se debe a la mujer, y la mujer se debe a sí misma.


6) El Hombre y La Mujer: Complementos Naturales

Una vez que ya hemos podido aceptar que el hombre y la mujer son dos entes distintos en cuanto a su naturaleza, podemos, ahora, comprender que es esta misma diferencia lo que los lleva a complementarse a sí mismos. Es decir, el hombre busca en la mujer lo que a él le falta, mismamente que la mujer encuentra en el hombre lo que no halla en sí misma.

Mientras el hombre tiende a escaparse de este mundo hacia una dimensión propia de locura, la mujer tiene esa capacidad de tomarle y regresarle al mundo real. Mientras la mujer tiende a verlo todo con ojos de organización integral social, el hombre le hace ver los distintos matices y defectos de la vida. El hombre tiende a la razón, la mujer a la emoción, y cuando se conjugan logran parir a ese ente único que tiende a la perfecta armonización entre la mente y los sentimientos, entre la realidad y la ficción, entre la superación del entendimiento cuasi-matemático y las artes humanísticas: Y es ahí, cuando ya han logrado cierto equilibrio entre lo que es y lo que debe ser (el hombre tiende a lo que es; la mujer a lo que debe ser), cuando deciden crear a un hijo, una criatura a la cual tratarán de moldearle a una manera perfecta con el equilibrio logrado; mas hay cierta sabiduría en la naturaleza del humano que le dicta, entre la adolescencia y la edad adulta joven, a conocerse a sí mismo, logrando diferenciarse como hombre o mujer, lo que le hará buscar a ese complemento, con quien tendrá nuevas crías y, así, se perpetuará la especie humana.

Ésta infinitamente divina diferencia entre el varón y la hembra, es lo que precisamente nos vuelve humanos, pues no sólo nos escogemos por distinción de sexo como pudiéramos pensar entre animales, sino también en razón y emoción.

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