Las Angustias de Dios: Volumen 2 (Capítulo I)

"Las Angustias de Dios" 
Volumen 2: El Gran Huracán de Saturno

PRIMERA PARTE:
Un amor abismal


CAPÍTULO I.

Dicen que el amor no se busca, sólo se encuentra, que simplemente sucede, ocurre de pronto como un saetazo veloz que parte el orgullo de los hombres y deshace los rencores de las mujeres…
¿Será cierto…?
Y, si sí, ¿habrá un amor para cada uno en este mundo…? ¿Será que en realidad sólo existe una persona en este mundo que posea el alma suficiente para acoplarse de un modo perfecto a nuestra sola alma…? ¿Pudiera ser que, entonces, sea certero hablar de un amor-a-primera-vista? ¿Será, entonces, que el amor existe como una clase de feromona que nos permite saber inmediatamente si ambos ADN’es son compatibles y precisos para durar juntos toda una vida o, quizás, toda una eternidad…? ¿Existe el amor… o será que es, simplemente, la costumbre entre parejas que deviene de aquella esperanza de querer perpetrar la lucidez de un enamoramiento efímero…?

Alguien como yo, pudiera hablar de amores… Pero creo que, más que “amores”, debo hablar de “desamores”… Quizá sólo los ancianos que han sido parejas desde décadas atrás tengan el derecho (y el verdadero poder) para exponernos sobre el tema del amor…
Pues bien, yo no vengo a exponer sobre el amor, yo vengo a elaborar hipótesis sobre él, pues yo no soy más que un solitario, un lobo estepario

Pero, ¿qué tal que un día, cansado de mi soledad, se me aparece algo divino e inefable que me brinda una nueva esperanza de vida, un motivo de existencia…?
¿Y qué si dicha salvación sólo pudiese llegar de un modo prohibido, ilegal…? Es como si un moribundo comprara un órgano en el mercado negro para recobrar su vida, sus sueños, sus ilusiones, sus logros… ¿Quién podría, entonces, juzgarle…?
Además de las normas legales (y sin hablar de religiones), ¿qué es realmente lo que nos impide matar a alguien más para sobrevivir…? ¿Qué nos detiene para robar un corazón…? ¿Qué nos impulsa, por otro lado, a romper un corazón…? ¿Será mero recato, un impulso, un instinto… una conciencia… un alma? Si es así, entonces los perros, conociendo de arrepentimientos, también tendrían un alma… y sería, quizás, mucho más transparente y limpia que aquella de los hombres…
Pero, en fin…
Mi vida llegó a un punto en donde hube de decidir entre vivir humillado y señalado o morir con un honor desconocido. Yo seguía vivo, pero mi alma estaba muerta ya, y para revivirla, necesitaba una salvación… una salvación que sería prohibida por el mundo y su gente…
Yo fui víctima de mi propia salvación, pues mi redención era mi propio verdugo. Yo era una tragedia griega viviente.

¡¿Por qué yo?!

Tal vez soy el hijo no deseado que parió el Universo entre las sábanas de la Desgracia… Quizás soy algo así como la exquisita manzana dorada de Eris o un diminuto gran error de la Naturaleza.

Soy un superviviente en un mundo desconocido, el último de una raza extinta, un humo desapercibido, una espora del desierto atrapada en un bosque de hielo, algo raro y un tanto gracioso, pero astuto y peligroso como una bomba de tiempo; algo improbable pero prueba viviente de ser posible o, quizás, sólo una leyenda sin renombre, un mito silente…

Ahora que ya me he introducido como el hombre que soy (o que fui), ahora me introduzco por mi nombre que es… Leonardo Cifuentes, aunque algunos cuantos me conocen como “El Gran Huracán de Saturno”…

Lo que he de contar a continuación trata sobre los episodios de mi vida, tal vez los más feroces y descabellados, los más inauditos e increíbles, y los más divinos y jugosos de mi larga vida…


El lector se digne de entender los acontecimientos como mejor juzgue su plugo; es decir, cada quien que le entienda como pueda y cada uno juzgue dependiendo del color de su alma…

Y, sin más preámbulos…


La historia comienza en un miércoles cualquiera, por la tarde…

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