De La Vulnerabilidad Humana (o La Humillación: etimología de los celos y otras emociones) [PRIMERA PARTE]

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INTRODUCCIÓN

¿Alguna vez, aguzado Lector, te has preguntado de dónde proviene ese sentimiento incómodo, odioso y reprochable que te llena de impotencia racional y que, si bien intentas inútilmente controlarle o, por lo menos, ocultarle ante los demás, no puedes, por otro lado, deshacerte de él…?
Me refiero a ese momento para el cual siempre crees estar preparado, ataviándote con armadura y grebas de fingida indiferencia y armándote con respuestas inteligentes que pudieran desarmar a aquel que pudiera producir ese sentimiento desagradable en ti…

¿No sabes de qué sentimiento estoy hablando…?

Discúlpame, ‘Leyente’ estimado, pero, si es que no has atinado el concepto al cual pretendo referirme (realmente esta es mi intención), no deseo obsequiarte aún la respuesta a la pregunta… Y, sí, discúlpame (repito) por ello, mas, así como en el arte teatral la escena final de la obra espera pacientemente para, así, lograr que al llegar al fin las palmas de los presentes aplaudan efusivamente –como reflejo del máximo deleite del público–; así mismo, pues, lo que llega sin esfuerzo a nuestras manos pierde su cualidad de intriga e interés, pues se derrumba en el plugo del espectador la posibilidad de idealización y la admiración potencial de aquello que (repito: sin esfuerzo) se obtiene…
Por lo tanto, antes de perder tu interés, prefiero caer en tautologías, pleonasmos, redundancias, muletillas y perogrulladas al ‘darle-más-vuelta-al-asunto’…

Me refiero –continuando con el tema que nos ocupa– al resquebrajamiento de esa personalidad oculta en todos nosotros que nos revela quiénes somos realmente y, por ello, le tememos y rechazamos sin siquiera obsequiarle a ésta un beneficio de duda…
Se trata de esa revelación fortuita, espontánea, inesperada, involuntaria y agresiva de nuestros más personales secretos… Esto, desde luego, sin nuestro permiso…
¡Aun cuando supuestamente poseemos plena autoridad sobre nuestros personalísimos secretos, éstos pueden ser descubiertos por algún ocioso ‘paparazzo’…! ¡Ay!, en esta vida, en este mundo, en este tiempo, nadie puede proclamarse como cosa inalcanzable de la casualidad…
Basta la circunstancia adecuada en un tiempo ‘ad hoc’ para que se descubran esas verdades que tienen el poder de arruinarnos…

¿Ya adivinas de qué hablamos…?

Bueno… Me refiero, sin más suspenso, a la asaz y bien temida palabra que intenta describir un sentir: La humillación…
Sí, eso de lo cual huimos todos los hombres… De hecho, tanto nos obligamos a escondernos de esa vergüenza, que hay, entre nosotros todos, muchos quienes primero se pudrirían en una celda en prisión… ¡e incluso (como nos cuenta Schopenhauer al hablar del ’honor’)existen quienes prefieren terminar con su vida volándose la tapa de los sesos antes que sufrir de ignominia!

¡Ay!, la humillación...

(de derecha a izquierda: Pablo Letras, su padre, su hermano)

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